“Sólo sé una verdad: es hora de que los Jedi se terminen”, dice Luke Skywalker en el trailer del inminente episodio VIII: Los últimos Jedi. Su voz suena perentoria entre las sombras de una cueva ubicada en una isla del lejano planeta Ahch-To, en el mismo punto en el que apareció, sin decir una palabra, en el cierre del episodio anterior, con la mirada de alguien que ha atravesado un calvario, la barba poblada de canas y una capa con capucha marrón. En su regreso a la pantalla grande, el actor Mark Hamill luce como un heredero de Obi-Wan Kenobi antes que como un hijo de Darth Vader. Y no hace falta ser un experto en la mitología que rodea a la saga espacial para apreciar el peso específico y la carga ambigua de la frase, que en los últimos meses despertó todo tipo de lecturas y especulaciones, alimentadas por el hermetismo que rodeó a la producción de Lucas film. 

“Yendo hacia el lado oscuro: ¿Luke Skywalker es realmente el villano de Star Wars?”, planteaba el título de una nota publicada en The Guardian, que se basaba en una teoría traída de los pelos derivada de un detalle del poster de película. Y es solo un ejemplo. Faltan unos pocos días para que llegue a los cines y, por fin, se devele el misterio. A treinta y cuatro años de El regreso del Jedi, en la que Luke Skywalker fue condecorado como Caballero Jedi después de vencer al Imperio maligno, está claro que algo ha cambiado. “Es shockeante escucharlo decir eso, porque la última vez que lo habíamos visto era un personaje optimista”, admite el propio Hamill, entrevistado por la revista Total Film. “Estaba en la plenitud de sus poderes, uno imaginaba que se había convertido en un maestro Jedi. ¿Qué le pasó que lo traumatizó tanto y lo llevó a ese lugar?”. 

Como sea, lo anterior sirve para ilustrar la expectativa generada. Bajo el comando del director y productor J. J. Abrams, las secuelas en curso recuperaron algo de la magia original, la fascinación por ciertas texturas propias de los efectos especiales de la era del cine analógico y, fundamentalmente, la presencia de figuras icónicas como la recordada Carrie Fischer (Leia Organa), Harrison Ford (Han Solo) y el propio Hamill. O sea, todo lo que se había perdido en la segunda trilogía, que encabezó su propio creador, George Lucas, antes de venderle la multimillonaria franquicia a Disney: una precuela que parecía naufragar en medio de una oleada de nuevos personajes, los avances de la tecnología digital en clave CGI y un puñado de inquietudes republicanas que conspiraban contra el espíritu rebelde de la épica espacial inaugurada en 1977.

Productor ejecutivo y director de los episodios VII y IX (anunciado para fines del año que viene), además de cerebro detrás de Lost y del reinicio de Star Trek, Abrams parece haber entendido a la perfección la demanda de la cultura retro en la que vivimos inmersos, pero esa es solo una parte del asunto. Para los fans de Star Wars, que un legendario Caballero Jedi como Luke Skywalker se pase al lado oscuro tendría un efecto devastador, comparable al que en su momento provocó entre los seguidores tempranos de Bob Dylan su conversión de la guitarra acústica a la eléctrica. En los mismos términos de la Fuerza, se podría plantear el dilema que enfrenta la trilogía actual: que su lado luminoso brille en la pantalla grande cuando aparezcan rastros de la esencia original, que su lado oscuro revele la falta de aportes novedososy memorables.

ESTRELLA DISTANTE

Corría 2012 cuando George Lucas invitó a almorzar a Carrie Fisher y Hamill, para contarles que iba a ceder el control de Lucasfilm a la productora Kathleen Kennedy y que había una nueva trilogía en camino. Ninguno de los dos había participado de las precuelas fechadas entre 1999 y 2005 y, por ende, no esperaban ser convocados para las nuevas películas. Sin embargo, Lucas les dijo que si querían volver a interpretarlos, la Princesa Leia y Luke Skywalker iban a tener un lugar destacado en los futuros guiones. “Me tomó completamente de sorpresa. Carrie no dejó pasar ni un minuto y pegó un manozato sobre la mesa: ¡Yo quiero! Y yo solo atiné a decirle: Carrie, ¡te lo tenías guardado!”, recuerda Hamill en una entrevista publicada por el New York Times. En su caso, necesitó más tiempo. “Estaba muy asustado, pensaba: ¿Por qué meterse otra vez con eso? La idea de volver a tener tanta suerte me parecía ridículamente remota”. 

Recién después de que Harrison Ford diera el sí, se dio cuenta de que era imposible negarse. “¿Te imaginás si era el único que no aceptaba? Iba a ser el hombre más odiado del mundo nerd”, razona. Hacía mucho tiempo, Lucas lo había elegido en medio de un abanico de jóvenes actores porque había adivinado la cuota de humanidad que podía proporcionarle a una superproducción llena de naves espaciales y batallas con láseres. “En ese momento pensé que, aunque no fuera un éxito de taquilla, tenía todo el potencial de convertirse en una película de culto de medianoche”, dice. Hoy sabemos que, gracias a ella, es una de las grandes estrellas de la galaxia pop y que, por momentos, llegó a sentirse “frustrado porque se me terminó sobre-asociando” con el personaje. Entre otras cosas, después de haber interpretado a Mozart en Broadway, se quedó sin chances cuando llegó el turno de audicionar para la película Amadeus. 

El hombre que también se hizo famoso por haberle puesto voz al Guasón durante décadas, volvió a las salas con una escena muda de un minuto. Rey (Daisy Ridley, tal vez la aparición más contundente entre las caras nuevas) sube por la ladera de una montaña del planeta Ahch-To, en el final del episodio anterior. La joven cartonera del desierto acaba de descubrir un poder especial en su duelo con KyloRen (Adam Driver) y viaja hasta ese paraje recóndito para entregarle a Luke el sable láser que alguna vez le perteneció. Y es en este punto donde la nueva aventura comienza, porque lo que Rey busca es un maestro Jedi que la entrene en los secretos de la Fuerza. Pero, al cabo, él intuye un paralelismo entre Rey y su sobrino Ben Solo/KyloRen, hijo de Leia y Han Solo, que después de abrazar al lado oscuro mató a su padreen El despertar de la Fuerza. Y, finalmente, rechaza a la aprendiz. 

“Tiene mucho que ver con la manera en que Rey trata de encajar en todo esto, como cualquiera de nosotros cuando pasa de la infancia a la adolescencia”, explica Rian Johnson (Brick, Looper), autor y director de Los últimos Jedi, en una nota de Entertainment Weekly. “Vas a encontrar gente que pensás que te ve a ayudar y no lo hace. Y la ayuda también va a venir de lugares inesperados”, completa. Tal vez son esas sombras que atraviesan la trama las que conducen a la comparación con El Imperio contraataca. “Hay toda una historia en Star Wars de la atracción entre la luz y la oscuridad”, sigue Johnson. “Aunque nunca creas que Luke se va a ir al lado oscuro, la revelación de ‘Soy tu padre’ de Darth Vader no es algo que Luke pueda simplemente rechazar como ‘Él es el malo, yo no tengo nada que ver’. Porque de repente se da cuenta: ‘No, yo vengo de él. Tengo un poco de él adentro mío’”.  

La dirección que Johnson pretendía darle a su personaje generó cierta resistencia en Hamill, que manifestó su desacuerdo inicial. Después de varias charlas y “ajustes” en el guión, llegaron a la versión final. Según su intérprete, el Luke actual es un “Jedi desilusionado” con el estado de cosas en la galaxia. Y para meterse en la piel del héroe, cuenta, recurrió a su propia memoria emotiva como fan de rock: mientras miraba un documental de sus adorados Beatles, se puso a reflexionar sobre el derrumbe del sueño hippie. “Estaba escuchando a Ringo hablar de Bueno, en esos días, era paz y amor. Y cómo ese movimiento en gran parte no funcionó”, dice en una entrevista de Rolling Stone. “En aquellos días pensaba que, en el momento en que llegáramos al poder, no iba a haber más guerras. Y que la marihuana iba a ser legal. Creía en todo eso. Y tuve que usar ese sentimiento de fracaso para relacionarme con lo que le pasaba a Luke”.

JUEGO DE CONTRASTES

El panorama no es alentador para la general Leia Organa en el comienzo de Los últimos Jedi. La capital de la Nueva República fue destruida por las fuerzas enemigas y, aunque la Resistencia pudo lanzar su ataque letal contra la Base Starkiller de la Primera Orden, sus fuerzas están agotadas y dispersas. En medio del caos reinante, el liderazgo de Leia se debilita y aparecen sus competidores internos, como la vicealmirante Amilyn Holdo (Laura Dern). Con su extravagante pelo violeta, es uno de los nuevos personajes de la saga, junto a otros como el enigmático hacker DJ (Benicio Del Toro), que proviene de los bajos fondos de la ciudad casino de Canto Bight; o la experta en mecánica de la Resistencia, Rose Tico (Kelly Marie Tran). Aunque, tal vez, los que terminen robándole el protagonismo sean los porgs, unas simpáticas criaturas de aspecto de ave que pululan en la isla de Ahch-To.

El juego de contrastes entre la luz y la oscuridad, el bien y el mal, típico de Star Wars, parece transitar por momentos sobre una línea tan delgada como difusa. Y eso lo deja entrever Luke, pero también discípulos como Rey y Ben Solo/KyloRen. A cargo de este último, Adam Driver dice que “desde afuera todo parece diseñado para proyectar la imagen de alguien seguro de sí mismo”, pero que en realidad se trata de una persona “indescifrable, incompleta”. Entrevistado por Rolling Stone, Driver va todavía más lejos y plantea que ni siquiera se trata de un villano conflictuado. “Había personas viviendo en la Estrella de la Muerte. ¿No es un acto de terrorismo también hacia los cientos de miles que vivían ahí? Cada uno puede señalar los ejemplos que lo hagan sentir seguro de que tiene razón. Y cuando vos sentís en tus huesos que te sostiene un poder elevado, que moralmente estás en lo correcto, no hay límites para lo que harías si querés vencer. Y los dos lados lo viven de la misma manera”.

Un halo luctuoso acompaña al estreno: marca la despedida de Carrie Fisher de sus fans. A pesar de su muerte, ocurrida a fines del año pasado, su papel en la película permaneció intacto. “Fue triste, pero no tuvimos que cambiar nada”, dice Johnson. “Por suerte, teníamos la actuación suya completa”, completa el director. De ahora en más, será J. J. Abrams el encargado de lidiar nada menos que con semejante ausencia en el siguiente episodio. Solo queda por saber si en Los últimos Jedi el camino de los hermanos Luke y Leia volverá a cruzarse o si habrá un nuevo desencuentro. “Para Luke es muy importante sentir arraigo y que tiene una familia, y creo que él la quiere mucho”, desliza Hamill, sin revelar demasiado en Entertainment Weekly. “Quiero decir, no puedo separar a Leia de Carrie y a Mark de Luke, porque realmente éramos como hermanos”, agrega.

“Yo la amaba a Carrie, pero a veces era tan exasperante... En muchos sentidos, era como una hermana de verdad: ¡me volvía loco!”, confiesa Hamill. En ese sentido, también, la relación había evolucionado con el paso del tiempo. “Ahora ella tenía un nivel de comodidad conmigo, porque sabía que no iba salirme con la mía o molestarla de alguna manera”, dice. Promocionar el film no es una tarea sencilla: “No lo soporto. Ella está maravillosa en la película. Pero le da un toque de melancolía que no nos merecemos. Preferiría quedarme con las emociones que vienen de la película, no de la vida real”, agrega. Y cuenta una anécdota de sus tiempos de actor teatral, cuando ella lo fue a ver y notó que solo se había referido de manera elíptica a su trabajo en Star Wars: “Me dijo ¿Qué problema tenés? Le contesté Bueno, es teatro, ahora me quiero enfocar más en eso. Y ella me soltó: Yo soy la Princesa Leia. Y vos sos Luke Skywalker. Acostumbrate”. u