Los militantes antinucleares alertaron ayer que la destrucción de la humanidad puede depender simplemente de que alguien “pierda los estribos”, al recibir el Nobel de la Paz 2017 en un contexto de crisis en Corea del Norte. “¿Será el fin de las armas nucleares, o acaso será nuestro propio final?” se preguntó Beatrice Fihn, directora de la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares (ICAN), durante la ceremonia de entrega del Nobel en Oslo.

La ICAN (foto), que agrupa a unas 500 ONG en un centenar de países y lleva años alertando del peligro que constituye este tipo de armas, recibió el premio en presencia de varios supervivientes de los bombardeos  estadounidenses de Hiroshima y Nagasaki, que dejaron 220.000 muertos hace 72 años. Setsuko Thurlow recibió el galardón en nombre de la ICAN junto a Fihn. Thurlow tenía 13 años cuando la bomba A explotó en Hiroshima el 6 de agosto de 1945. “Fue el infierno en la Tierra” confió previamente en una entrevista la octogenaria.

La entrega de este Nobel se produce este año en un contexto en que las tensiones en la península coreana alimentan los temores de una guerra. Pyongyang ha multiplicado en los últimos meses sus ensayos nucleares y disparos de misiles, intercambiando belicosas amenazas con Donald Trump, quien ordenó maniobras militares en la región.