Dos minutos antes de las siete de la tarde, cuando el Arzobispo porteño José García Cuerva ingresó a la Basílica de San José de Flores, adentro ya no cabía un alfiler. Centenares de fieles y no tanto habían colmado desde temprano el interior de esa iglesia emblemática en la cual Jorge Bergoglio recibió en 2013 el llamado de la Santa Sede que lo convirtió en Papa. Algunos portaban velas, otros llevaron camisetas de "la guerra, el calentamiento global, la exclusión social y la transparencia de la iglesia".muchos lo trataron de loco