Yo quiero ser sicario es el título de la nueva novela de Eduardo Marostica, psicólogo y docente, con largos años de trabajo en temas de género. que se presentará hoy, a las 18, en el Complejo Cultural Atlas (Mitre 645). Basada en hechos reales, la historia se centra en la transformación de un barrio tras el asesinato del líder de una banda narco. 

"Creo que a nadie en Rosario le pasó desapercibido lo que estamos viviendo, que tranquilamente podría ser una ficción y así lo hubiéramos considerado hace 30 años", afirma el autor, que antes escribió Cuánto amor, El viaje de Camila, así como En el ojo de la Tormenta Los Príncipes Azules Destiñen, Supervivencia Masculina en tiempos de deconstrucción. 

Yo quiero ser sicario nació en diciembre de 2022, y cuenta cómo el crimen inicial origina una disputa territorial entre la familia y los perpetradores de su asesinato, una guerra que se llevará puesta a la escuela donde trabaja el profesor Pablo Ronzina. Por un lado, Lucía Arroyo es directora de la escuela del barrio Santa Bárbara, en el otro extremo de la ciudad de Rosario y sabe que uno de los jefes narcos que se ha escapado de la cárcel, opera desde la clandestinidad a la vuelta del establecimiento. Las noticias oficiales aseguran que la policía, que está instalada en su barrio, no puede dar con su paradero, lo que genera serias sospechas sobre la complicidad con los uniformados.

Por su parte, Luna y Santiago son dos adolescentes que intentan sobrevivir ante los embates del narcodelito que los tratan de cooptar. Los chicos se apoyan afectivamente en Pablo y Lucía, a quienes tienen como fuertes referentes.

"Algunas historias las conocí por un docente que trabaja en las trincheras, como lo hice yo durante años, y otras historias las conocí por chicos, durante mi trabajo en el programa de políticas de género para adolescentes, de los años 2007 y 2008. En un momento estaba hablando con un muchacho y me dije que tenía una novela", cuenta Marostica. 

 

 

El disparador fue otra docente, que cuando les pregunta a los chicos qué quieren hacer al terminar la escuela, recibe la respuesta de un pibe: "Yo quiero ser sicario". "Ella lo mira y ve que sí, hay algo de pavoneo, pero conoce la familia y el contexto en que dice, sabe que no lo está diciendo en broma", cuenta el autor, quien subraya que "aparece también el revestimiento de poder en esta masculinidad patriarcal, machista, donde vos tenés que estar haciendo gala de un poder", analiza y considera que no se trata sólo de cuestiones económicas, sino de "el derrumbe de los códigos morales". 

Lo que se preguntó la docente es qué pasó, cómo no vio este cambio de expectativas mientras se ocupaba de los pibes, de las pibas, de los problemas de la escuela y de lo que hacía falta para un comedor. "De golpe un pibe le dice esto y le cambia la cosmovisión de su vida y de su existencia en esa escuela y en el barrio", continúa Marostica. 

La figura de docentes a los que Luna y Santiago recurren para pedir ayuda, o que tienen como referentes es una construcción no tan ficcional, que el escritor valora. 

"Santiago ve en Pablo una figura adulta a quien le puede pedir ayuda. Ahí me detengo en en el relato y hablo de los docentes que hacen su labor en las escuelas, yo digo que trabajar en una escuela que se convierte en trinchera es un acto de arrojo, pero también es un acto de amor. Porque educar en su acepción eh genealógica es alimentar, es cuidar", sostiene Marostica. 

El escritor se detiene en aquellxs docentes que "realmente la reman". El libro elige pararse ahí. "Para mí también es un reconocimiento a estas y estos referentes adultos, porque sin ellos la vida de muchos adolescentes sería tal vez mucho más difícil . En estos contextos, la escuela es un refugio de la subjetividad", plantea Marostica. 

Los claroscuros de vivir en Rosario, las dificultades de la docencia en las trincheras, son algunos de los temas que aborda Yo quiero ser sicario. "La escuela pasó a ser un blanco y un territorio de disputa de las de las bandas que se subdividen, se pelean a muerte por el territorio, cooptan chicos de las escuelas. Y en todas esas situaciones horrorosas, que nosotros tal vez las reducimos a una estadística, me pareció de alguna manera  que podía denunciar esto, pero también reconocer y poner sobre relieve otras existencias, a través de la ficción". 

Marostica trae a Jean Paul Sartre, lo parafrasea recordando su definición de libertad: ese pequeño movimiento que hace una persona rigurosamente condicionada, y le permite cambiar un destino prefijado. 

Además de la presentación de hoy en Rosario, Marostica estará el viernes en la Feria del Libro de Buenos Aires y hará otra presentación mañana en el Instituto Superior del Profesorado Joaquín V. González (Ayacucho 632, CABA).