Moska acaba de filmar una serie de ciencia y arte por toda América latina: Mi casa es tu casa, producida por NBC Brasil. La lleva, literalmente, tatuada en su brazo: en cada capítulo, en cada país, se sentó en un café a charlar con un científico, un artista plástico y un colega cantautor, alrededor de un tema. Luego, en los siguientes tres días, armó sobre eso un tema, el artista visual elaboró un ícono, y él se lo tatúa. El capítulo argentino fue compartido con Kevin Johansen, la muralista Mariela Ajras y el neurocientífico Mariano Sigman. “El estudia la posición de las palabras en el cerebro. Y afirma que las palabras tienen como barrios, por similitud de sonidos y de sentido. Así nuestro cerebro organiza las palabras, por barrios. El asegura que a través de un test puede prevenir una futura esquizofrenia”, se asombra Moska mientras recuerda la experiencia. De allí, en coautoría con Johansen, surgió la canción “La palabra palabra”. 

“Deberían existir espacios populares de ciencia, como conciertos de ciencia. ¡Como los master chefs! Porque estamos viviendo en una realidad muy llena de equívocos, y la ciencia tiene muchas soluciones. Algo para que la gente perciba que la ciencia no es algo que se está haciendo afuera, tal vez en Marte. La serie intenta mostrar que, junto con el arte, la ciencia es una opción. Que debemos luchar por ella”, define. 

–Parece muy entusiasmado. ¿Qué aprendió, por ejemplo?

–Hoy la biología y la genética pueden llegar a curarte el Parkinson, o un problema cardíaco, antes de que nazcas. Solo cambiando una letra de tu ADN cuando estás adentro de la panza de tu mamá. Eso ya está descubierto, pero hay un problema: para desarrollarlo hay que luchar contra el mercado, contra la industria farmacéutica. Conocí al científico que trabaja con eso en Ecuador. Ecuador tiene un presidente católico, que al ser electo lo primero que puso en la Constitución, es que no puede haber investigación genética, porque va en contra de las creencias católicas. Es una cuestión social, humanitaria, una salvación para tanta gente que en el mejor de los casos sufrirá de por vida problemas cardíacos. Problemas que, por otra parte, son agravados por una mala alimentación, y así volvemos a la industria, y al mercado… Estoy muy entusiasmado, es cierto, pero al mismo tiempo en un estado entre la incredulidad y la indignación… Porque yo solo conocí doce ideas que cambiarían el mundo, y eso ya cambió completamente mi perspectiva de lo que significa la ciencia. ¿Cuántos millones de científicos están trabajando en un idea fantástica?