El mensaje se repetía en todos lados. En las palabras de Néstor, un campesino de Salta, ni bien tuvo la palabra en un panel sobre soberanía alimentaria. En el cartel que sostenía Ana, una guaraní que reclama por las tierras del pueblo originario en el Chaco paraguayo. Pero también apareció en las paredes de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, en las calles del barrio de Constitución y en la voz de los cientos que marcharon a la Plaza Congreso: “¡Fuera OMC!”, fue el grito que unificó a la Cumbre Alternativa a la Organización Mundial de Comercio (OMC). Al igual que la reunión internacional en Puerto Madero, este encuentro creado por ONG´s, tanto locales como globales, tuvo su propia agenda: migraciones, derechos sociales y política alimentaria fueron algunos ejes centrales de la discusión. “Mientras que la OMC discute el futuro de la economía neoliberal, nosotros acá discutimos el futuro de los pueblos”, reflexionó Deolina Carrizo, de la agrupación Vía Campesina.

Si el paisaje en Puerto Madero quedó repleto de vallas, tránsito restringido y controles policiales por la reunión de la OMC, en la cumbre alternativa, el panorama fue todo lo contrario: en Santiago del Estero 1029, sede de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, los peatones podían caminar con total libertad entre los puestos de artesanías y comida que habían instalado las comunidades que participaron de la cumbre de los pueblos. Lourdes Huanca, presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas y Artesanas del Perú, sintetizó por qué arribó al país con algunas compañeras. “Nosotras producimos y vendemos carteras, billeteras, artesanías y productos alimenticios para que subsista esta organización de más de 126.000 mujeres. Nuestra felicidad es tener las tierras y las semillas. Para la OMC, eso no es felicidad, es pobreza”, completó.

La diferencia entre las dos cumbres se distingue también en los precios: en el restorán del CCK, donde Macri inauguró el Foro Empresarial, un café cuesta 70 pesos y las opciones para almorzar varían entre los 200 y 400 pesos. En los puestos de las organizaciones, en cambio, un jugo orgánico vale la mitad que aquel café y las empanadas salteñas de María, veinte pesos. “Pero las ganancias siempre se la llevan los empresarios”, agregó la cocinera.

La Organización Mundial de Comercio se creó el primero de enero de 1995. Según la información de su página web, la OMC establece las normas que rigen entre las transacciones de los países, cuenta con un presupuesto anual de 197 millones de dólares y cada dos años, los representantes de las naciones se reúnen en la Conferencia Ministerial. Nilo Cayuquen, mapuche de los Toldos, recuerda la primera reunión en Seattle, en 1999. “Fue increíble porque indígenas de todo el mundo, junto a jóvenes y obreros logramos impedir que se cancele la reunión”. Sin embargo, ya sea 1999 o 2017, para Cayuquen el objetivo de la OMC sigue siendo el mismo: “Las empresas multinacionales aprovechan las reuniones como la OMC para poner presión sobre la cuestión territorial. Ellos quieren las tierras y para eso, nosotros, los pueblos originarios, somos el enemigo”, agregó. A metros de distancia, María Isabel Huala, madre de Facundo Jones Huala, asentía con la cabeza.

La política de libre comercio que pregona la OMC tiene un fuerte contrapunto en el sector agropecuario. Por eso, el Foro sobre Soberanía Alimentaria fue uno de los más esperados en la cumbre alternativa y el que juntó más especialistas internacionales. Kim Jeong Yeol, campesina de Corea del Sur, explicó que el combo “liberalización, desregulación y privatización” erosiona la sustentabilidad de los pequeños productores. El caso asiático se emparenta con la realidad argentina: de manera gradual, según explicaron desde una y otra punta del mundo, las corporaciones forman una estructura monopólica en base a recursos, cultivos transgénicos y políticas aperturistas.

Minutos antes de salir el Congreso Nacional, Carla Vargas, del Bloque de Trabajadores Migrantes, comentó que los extranjeros “serán los que más van a sufrir” si se continúa con un modelo neoliberal. “La receta es conocida: mayor precarización laboral. Y eso, a nosotros, los inmigrantes, nos pesa el doble porque tenemos derechos vulnerados”. Consultada acerca los cambios que deberían darse, Vargas, al igual que muchos, respondió. “Que se vaya la OMC sería un buen comienzo”.

Informe: Jeremías Batagelj.