En su editorial, el periodista y conductor de La Mañana, Víctor Hugo Morales, cuestionó el plan económico de Javier Milei y de Luis “Toto” Caputo, y aseguró que lleva a los trabajadores a la pobreza. En un país, dijo, con un salario y un poder de compra por el piso, uno de cada tres laburantes tienen que buscar un segundo o tercer empleo para llegar a fin de mes.
El editorial del Víctor Hugo Morales
Ayer comparaba el ‘95 con el presente. Caputo hizo un aporte en la paritaria de comercio. Le siguen robando salario a los trabajadores.
¿Qué hacen los laburantes cuando no mejoran su salario? Buscan otro empleo. Hoy, en la Argentina, el 30 por ciento —uno de cada tres— está sobreocupado. Es la condena del sistema. Si querés un peso más, trabaja más horas, buscate un complemento. Es tu problema, pibe. Eso te dicen.
Hay más de tres millones de desocupados, y de los que tienen trabajo, todavía un tercio no tiene más remedio que conseguir otro conchabo. Una changa, lo que venga.
En 1995 empecé un libro que se llamó Un grito en el desierto. “El sobretrabajo tiene un precio inferior. Las siguientes cinco horas del que está adentro cuestan mucho menos que las de un desocupado”.
Y me preguntaba: “Ese que hace cuentas para conformarse, ese que piensa ‘si laburo más, gano más y gasto menos’, ¿sigue perteneciendo a la clase media?”
Subempleados, sobreempleados. Millones que se levantan cada mañana desesperados por un trabajo, un sueldo, unas horas para no pensar... y otros que salen de la cama como robots sin batería, deseando morir para descansar.
Millones buscan trabajo y millones lo tienen de sobra. Los pobres sobran, son muchos, como diría —aunque no lo dijo— aquella gobernadora de Buenos Aires: “Demasiados para trabajar, y ni hablemos de estudiar”.
Casi la mitad de los trabajadores —nueve millones— no tienen derechos laborales. Si sos argentino o residente y tenés menos de 30 años, sos empleado informal en el 60 por ciento de los casos (58,7%).
Y cuando te quieren dar un aumentito, solo te ofrecen la tercera parte de la inflación. A eso obliga Caputo, a cargo de un gobierno bien liberal que no interviene en la economía... salvo para jorobarte a vos.
Después, todo tranqui. Ellos no se meten. Te acuestan, te ponen el pie en el cuello y te preguntan si aceptás o no aceptás. Viva la libertad, te gritan, con la saliva espumosa del odio. Y el aumento es nada. Uno por ciento. Lo tomás o lo dejás. Fin.
Porque si te dan, aunque sea lo que subió la inflación, vos te lo gastás. Inflacionás. ¿Entendés?