La globalización productiva es la centralización del desarrollo tecnológico en los países de alto desarrollo industrial y la descentralización de la producción en fábricas localizadas en diversos países.

Es fundamental tener en cuenta que las empresas de EE.UU. nunca dejaron de tener el control de la tecnología en sus casas matrices; por ejemplo, el IPhone es diseñado en California, es ensamblado en un país de oriente y las partes a ensamblar provienen de más de 40 países [1].

La localización en la que se desarrolla una producción es el resultado de la minimización de la función costos que incluye como variables el costo de la mano de obra, el costo de la energía, el costo de la logística y sin duda los riesgos políticos de cada locación; estos últimos más complejos de evaluar cuantitativamente.

En lo que hace al costo de la mano de obra hasta una década atrás los países del Sudeste Asiático (Tailandia, Singapur, Malasia, Vietnam y Camboya), India, Bangladesh y la China post Mao ofrecían los menores costos de mano de obra. Hoy, sobre todo en el caso de China, la situación cambió drásticamente ya que China con tecnología propia muy de avanzada, ya no es el fabricante barato de otras épocas sino un fuerte competidor de las empresas multinacionales occidentales.

El costo de la energía es también un factor fundamental; pero en general, los países con bajos costos energéticos son países que también tienen bajo costo de mano de obra.

La cercanía con los centros de consumo es determinante para reducir el costo de la logística, la maquila mexicana es el resultado de bajos costos de mano de obra, de bajos costos de energía y de la vecindad con EE.UU., el principal centro de consumo para la producción de las fábricas que las multinacionales estadounidenses instalaron al sur del Río Bravo.

“Si malo es el gringo que nos compra, peor es el criollo que nos vende”, Arturo Jauretche

En aquellos países en los que, manteniendo a los trabajadores en condiciones de vida paupérrimas, la función costos de producción se minimiza; existe el inevitable riesgo político para las empresas inversoras asociado a la inestabilidad de un sistema social injusto. Para asegurar el mantenimiento de las condiciones óptimas para los inversores y pésimas para los trabajadores aparece el concepto de neocolonia: los gobiernos “criollos” que reprimen a la población ya sea conservando la formalidad democrática o directamente como dictaduras.

Los aranceles de Mr. Trump

La pandemia introdujo cambios fundamentales en las decisiones sobre localizaciones óptimas para la producción de las multinacionales: tenían que acortar las distancias entre los centros de producción y los centros de consumo ya que el transporte de mercaderías súbitamente pasó a ser el eslabón débil de la cadena productiva.

Después de la pandemia y de las trabas logísticas que esta impuso, los países de alta industrialización empezaron la búsqueda de logísticas productivas más cortas con una estrategia que se denominó “nearshoring”, estrategia que consistió en trasladar partes o la totalidad de las operaciones productivas a países cercanos o vecinos, para beneficiarse con la proximidad, costos reducidos, y cadenas de suministros optimizadas.

Sin embargo, la distancia no era el único punto para optimizar; al “nearshoring” lo siguió el redireccionamiento de las cadenas de suministros a países políticamente de bajo riesgo para evitar interrupciones del flujo productivo: el “friendlyshoring”.

Obviamente el “nearshoring” y el “friendlyshoring” convergen al “reshoring”; es decir, las empresas originarias de un determinado país, de EE.UU. por ejemplo, retornan sus cadenas productivas a su país de origen; además, nuevamente la pandemia disparó una fuerte alarma: los elementos que en EE.UU. se necesitaban para disminuir los contagios y para socorrer a los infectados, en muchos casos se fabricaban afuera de sus fronteras.

Un abanderado del “reshoring” durante su primera presidencia fue Donald Trump; la política de Donald Trump sintetizada en su famoso lema “Make America Great Again” tuvo fuerte impacto en la población de ingresos medios y bajos de Estados Unidos, ya que el porcentaje de trabajadores fabriles fue disminuyendo significativamente en las últimas décadas. Actualmente, representan aproximadamente el 8% de la fuerza laboral total: la globalización además de castigar a los habitantes de la periferia imponiéndoles pésimas condiciones de vida castigó también a los habitantes de las que fueran las ciudades fabriles estadounidenses, privándolos de sus fuentes de trabajo tradicionales.

La política de “reshoring” está focalizada en crear trabajo para los obreros fabriles de EE.UU. (“blue collars”) u otros países de alta industrialización que la adopten, y su gran desventaja, teniendo en cuenta los costos de EE.UU. y los costos asiáticos o latinoamericanos, es el aumento de precios que produce: castigo a los consumidores de los países centrales lo que implica un castigo a la extendida clase media estadounidense.

El 02/04/2025 el presidente Trump anunció una fuerte suba de los aranceles de importación en EE.UU., suba de aranceles focalizada en los productos fabricados en China, aunque también castiga fuertemente al aluminio y al acero fabricados en nuestro país.

Debemos indagar el motivo de los aranceles a los productos chinos que, sin duda alguna, empobrecerán a la clase media estadounidense[2]. Los motivos de esta agresiva política comercial pueden encontrarse analizando los resultados deficitarios del comercio exterior de EE.UU. y en particular de su comercio exterior con China; el saldo negativo para EE.UU. del comercio exterior de mercancías con el mundo en el año 2024 fue de -1.338.704 millones de dólares y en particular con China el saldo negativo fue de -359.679 millones de dólares [5].

¿Reculando en chancletas, puede EE.UU. cortar su “supply chain” exterior?

La gran duda es si hoy, EE.UU. está en condiciones de reemplazar la producción importada, ya sea productos terminados o partes para ensamblar, por producción propia.

Muy probablemente no.

¿Cómo se arreglaría Apple para fabricar su IPhone sin sus 40 partes importadas?

De ahí las idas y vueltas con Europa, Corea y Japón…y China que parece ser el destinatario principal de la guerra comercial que está lanzando Mr. Trump.

Paradójicamente, uno de los grandes perjudicados si los aranceles anunciados por Trump efectivamente se aplican, es el magnate Elon Musk, circunstancialmente el funcionario de Trump a cargo de la motosierra.

El tema es que TESLA, la fábrica de automotores eléctricos de Musk es una armaduría de partes importadas de países severamente castigados por los nuevos aranceles: Japón, China, Taiwán. Ensamblador de autos lo llamó Peter Navarro, el asesor comercial de Donald Trump. Navarro en la prensa le contestó al dueño de TESLA, de SpaceX y de la red social X: “queremos neumáticos hechos en Akron, trasmisiones fabricadas en Indianápolis, motores producidos en Flint y Saginaw y queremos que los autos se construyan aquí, en EE. UU.”

¿La política de reshoring se llevará puesto a Elon Musk?

Después de golpear primero y poner en riesgo a su propia industria, que recibe múltiples insumos chinos, hoy Mr. Trump está reculando en chancletas y negociando con China una baja de aranceles [3] [4].

*Profesor Emérito de la UBA

[1] https://www.applesfera.com/iphone/tu-iphone-no-chino-torre-babel-tecnologica-piezas-estos-40-paises

[2] https://www.nytimes.com/interactive/2025/04/27/world/asia/china-products-us-tariffs-trump.html

[3] https://www.nytimes.com/live/2025/04/29/us/trump-news

[4] https://www.nytimes.com/2025/05/12/business/china-us-tariffs.html

[5] Molinero y E. Cimillo, «La soledad china,» El Cohete a la Luna, 27 abril 2025.