La sociedad de consumo actual promueve anular el sufrmiento pero ocasiona dolor. En su nuevo libro, ¿Qué harás con todo lo que duele? (Editorial Paidós), la prestigiosa psiquiatra infantojuvenil y psicoanalista Sara Cohen indaga el modo en que el sujeto contemporáneo tramita su dolor. Incluye y busca desplegar un abanico de variables vertiginosas de la sociedad de consumo, situaciones que conviven entre sí y determinan modalidades subjetivas que, buscando evitar el sufrimiento, a su pesar lo incrementan. Con eje en la teoría psicoanalítica, también el lector se encontrará con un recorrido de textos elegidos por la autora para establecer el soporte de su lectura, entre los que se destacan escritos de Roland Barthes, Jean-Luc Nancy, Amélie Nothomb, Erri De Luca, Édouard Levé y Osamu Dazai, entramados asimismo con textos freudianos y posfreudianos. Las vicisitudes del dolor psíquico y del cuerpo, el masoquismo, el duelo, la experiencia adolescente, el vivir con cierto orden de padecer y el suicidio son algunos de los temas abordados, con la intención de ubicar las respuestas singulares, pero que conllevan una marca de época, algo que cada sujeto implementa para hacer cesar su sufrimiento.
Mucho se habla del dolor corporal: ¿ahora estamos en una época en que se habla más del dolor psíquico o es un error esa división? "Lo que yo trabajo en el libro es que el dolor supone un límite porque lo psíquico no es sin cuerpo", define Cohen en la entrevista con Página/12. "Es un concepto que bordea al tema del cuerpo, aunque hablemos del dolor psíquico. Y eso lo tomo desde distintas cuestiones: desde el origen mismo del psicoanálisis y los desarrollos posfreudianos, donde ya en sus primeros escritos trabaja el tema de la experiencia de dolor y la experiencia de satisfacción y todo esto hace a lo constitutivo. En ese sentido, yo me refiero al dolor psíquico y trabajo con un eje freudiano distintos textos literarios y filosóficos porque la riqueza de la escritura de algunos textos proporciona materiales interesantes para pensar este dolor, el dolor humano, los límites de lo soportable con el dolor, de qué instrumenta cada sujeto para poder con eso, cuáles son los recursos que implementa. Algunos están muy enraizados en cuestiones de sostener en cuestiones dolorosas, otros evaden cualquier cuestión que supone algo del dolor y esto va más allá de la psicopatología, lo encontramos de distintas maneras. O sea que hay una cuestión un poco límite en el tema del dolor. Siempre se aclara: dolor psíquico, no se dice 'dolor' a secas porque es una idea que parecería como que está más enraizada a lo médico o al cuerpo", agrega la especialista.
-Si bien el dolor es algo singular en el sujeto, ¿cuánto influye la sociedad de consumo en provocar su sufrimiento con la máscara de querer evitarlo?
-Hay distintas cuestiones. Primero, la cultura fomenta, de algún modo, con el consumo una cuestión muy evitativa al dolor, pero esa forma, en realidad, es una forma que está implementando con el consumo un grado de sometimiento muy grande que muchas veces hace que el sujeto crea que evita el dolor y termine exacerbando el sufrimiento en su forma de vida. O sea, que eso es, a veces, paradojal. En realidad, nuestra sociedad no facilita que alguien pueda convivir con cierto malestar, lo pueda tramitar y pueda de eso sacar algún orden de conclusiones que le permitan actuar en el mundo sin tener que estar evitando cualquier cuestión que hay que cuestionar o que genera cierto dolor. Tenés que atravesar alguna cuestión que genere cierto malestar y dolor para pensar acerca de eso y diferenciar inclusive cuáles son las cuestiones subjetivas en juego, pero también qué injuria estás recibiendo en relación a un modo de funcionamiento en el cual hay que darle una respuesta.
-Uno de los ejes del libro es el dolor en la experiencia adolescente. ¿Cómo nota en la clínica que se modificó, en general, el padecer joven?¿Y cuáles son las situaciones extremas del dolor psíquico que se ven con más frecuencia en esta etapa de la vida?
-No soy partidaria de creer que todo cambia tanto. Estamos expuestos a situaciones que nos urgen, eso es claro. Estamos expuestos a una sociedad salvaje de consumo y eso lo vive mucho la adolescencia, mucho más que, por ahí, una generación de mayor edad en una otra franja etaria. Para ubicar algunas cuestiones conflictivas y el modo en el que responde cada sujeto, tomo ejes freudianos, que siguen siendo válidos en tanto el joven o la joven tiene que dar respuesta a muchas cuestiones. Tiene su propia historia libidinal con sus propios vínculos. Tiene sus sus lazos particulares con los progenitores que, además, lo ubican en determinada situación respecto a una sociedad en la que vive. Tiene, a la vez, todo su empuje pulsional, sus propios conflictos, el duelo por dejar su niñez y el tipo de goce en la relación con sus padres al respecto. Y cuando tramita todo eso tiene que encontrarse con una sociedad en la cual sale a probar suerte, de alguna manera. Sale a tener sus propias experiencias que suponen un grado un poco mayor de autonomía. Por supuesto que todo eso está condicionado por la propia historia libidinal y por el momento que atraviesa. Los lazos parentales y los lazos sociales son fundamentales. En realidad, cae más en una situación donde implica cierto grado de destrucción o que el consumo se vuelve problemático, y pierde eje el que tiene menos soporte tanto en relación a lo parental como a lo social. Eso es muy evidente. Nosotros podemos entender que finalmente un joven, una joven, un adolescente es alguien que está en la estructuración, estamos frente a algo que está como en un broche final de todo lo que ha sido el desarrollo infantil. Y ahí, tiene que haber un soporte que permita tener con quién pelear, con quién debatir, con quién buscar, pero no hacerse daño, no perjudicarse en esa búsqueda. Y en nuestra sociedad, la verdad es que la salida al mundo es conflictiva porque se están ofreciendo todo el tiempo opciones que, en general, no redundan a favor de esa joven o ese joven. Ni hablar de las crisis parentales porque si los padres además viven una crisis y unas situaciones dentro del ámbito de su vida social y su vida personal, que no pueden darle soporte a sus hijas o hijos, eso se agrava un poco.
-¿Qué efectos puede tener en el padecimiento de un joven o de una joven las publicidades con sus imperativos de belleza? ¿Cómo influye en el dolor psíquico sentir que el cuerpo propio no encaja en esos imperativos?
-El cuerpo es una temática impresionante, básica, importantísima en todo análisis, pero ni hablar de las y los adolescentes. Por eso cuando apenas empezó a abrir un poco la pandemia, yo dejé la virtualidad, abrí todas las ventanas del consultorio y recibía pacientes, porque que el tema del cuerpo, la presencia del cuerpo es fundamental en el lazo con el otro. Estar ahí. Sabemos que al día de hoy, hay mucha virtualidad, sabemos que se vende mucha cosa que son fuegos de artificio y las temáticas que traen las jóvenes y los jóvenes están muy ligadas a la cuestión del cuerpo, indudablemente, pero no solo del cuerpo, sino de un montón de cuestiones que no solo les venden, sino que muestran virtualmente que no tienen nada que ver con la experiencia misma que vive cada sujeto. Eso dificulta, pero en lo específico del trabajo en cada caso, la verdad que se escucha y se puede trabajar con distintas variables. Todas las épocas tuvieron sus temas, no es que nosotros no podemos trabajar con las temáticas actuales dentro de las circunstancias que vivimos. De hecho, una o un adolescente entra al consultorio y se olvida de su celular y lo deja. Y cuando lo agarra por ahí es porque te dice: "Sí, porque tal esto y lo otro y mirá lo que pasó". Y te lo muestra, te lo dice, lo relata. Ya estamos en un terreno que es muy del terreno de nuestro trabajo. Nosotros podemos trabajar con eso. No soy una persona tremendista, no creo que estamos liquidados porque en la sociedad pasa esto y pasa lo otro, porque lo que se ve en la singularidad de cada caso es que, en realidad, la gente busca caminos y, a veces, caminos con mucha capacidad e ingenio. Por eso hay que escuchar bastante en nuestros y nuestras jóvenes qué te están diciendo porque en eso eso hay opciones. En eso hay maneras de decir que te están llevando hacia algo en lo que tenés que acompañar la mejor posibilidad para esa persona.
-Ciertos sujetos padecientes sienten que al dolor solo lo acalla la muerte. ¿El intento de suicidio es una manera distorsionada de lo psíquico en relación a poner fin al sufrimiento?
-Yo trabajo en un capítulo el tema del suicidio con mucho cuidado, en tanto no lo estoy tratando desde el tema que implica una importancia muy grande que es lo que hay que implementar siempre respecto de las políticas de salud. Eso implica todo un abordaje y políticas de salud al respecto. Yo tomo dos textos literarios de autores que en sus textos está presente el tema del suicidio y, posteriormente, los mismos autores se suicidaron. Lo tomo porque la riqueza de los textos ofrece mucho material, no porque uno vaya a abordar al autor en sí mismo, eso no se hace, obviamente. Pero genera una pregunta muy interesante el seguir el hilo y la lógica interna de los textos, de las ficciones, porque uno va al punto justo en que una ficción no alcanzó. Nosotros cuando hablamos de una fantasmática, hablamos de una posibilidad de la relación con el otro. Estamos hablando siempre de terreno donde hay un orden de ficción creada por cada sujeto.
-¿Y cuando esto se hace obra en alguien que escribe como en sus ejemplos?
-Ahí nos encontramos con que, evidentemente, hubo un trabajo en la construcción de ficción muy interesante, pero ese trabajo de construcción de ficción no les volvió o no les alcanzó en lo que hace a sus propias existencias. Por ejemplo, tomo un texto muy interesante que es Suicidio de Édouard Levé, un autor francés que cuando escribe esa novela se refiere a un amigo de él que se suicidó a los 25 años. Es un relato que busca cierta cuestión de distancia, es un relato fragmentario, con cierta cosa aséptica al respecto, pero donde escribe con mucha admiración hacia ese amigo. Y relata cuestiones que, si bien las quiere ubicar muchas veces en relación al terreno de lo que pudo premeditar este amigo y también hay otras partes donde aparece lo que era su encierro, lo que era su padecimiento, es un texto muy revelador para trabajar algunas temáticas que nosotros en realidad lo encontramos diariamente en la clínica. No en una construcción de ficción como la puede llevar a cabo un escritor que tiene muchos elementos de mucha riqueza. Lo encontramos deshilachado en momentos vitales en los que tenemos que intervenir de alguna manera. Y para eso tenemos, por supuesto, un arsenal teórico, cuestionamos nuestra teoría, pensamos qué es lo que está pasando en cada caso. En situaciones de crisis que suponen un riesgo de suicidio, obviamente se interviene interdisciplinariamente. Mi estudio, mi trabajo tiene como eje la dinámica inconsciente y tiene como eje el psicoanálisis, pero en la intervención precisa de trabajo con temas de riesgo de suicidio trabaja un equipo interdisciplinario.
-Entonces, ¿muchas veces tiene que ver con el límite de lo tolerable con el dolor?
-Bueno, el tema del dolor es: ¿Qué es tolerable para cada sujeto? ¿Qué recursos tiene? Y además, ¿cuáles son las circunstancias en que esto se da? Porque también hay circunstancias que pueden favorecer un desencadenamiento dramático. Todo eso hay que tenerlo en cuenta porque hay circunstancias desde históricas, hasta sociales, hasta circunstancias desencadenantes dentro de los circuitos familiares. Todo eso se interviene, obviamente, y hay que hacerlo.
-Por otro lado, cualquier sujeto está expuesto a sentir dolor porque forma parte de su existencia, pero ¿qué pasa qué pasa cuando hay una estructuración psíquica que funciona con el sufrimiento?
-Están quienes hay que sacarlos, de alguna manera, con el trabajo psicoanalítico, pero no quiere decir que no haya casos que requieran de distintos abordajes. De hecho, yo soy psiquiatra infantojuvenil, y hay muchas veces donde hay que implementar otros recursos, pero el tema de sacar de lo que puede ser quedarse como atrapado en lo que serían dinámicas de sufrimiento, esto supone un orden de goce en lo que hace el sujeto. Hay muchos sujetos que quedan atrapados en cuestiones que siempre producen sufrimiento. Esto se se puede pensar de distintas maneras. En el libro lo trabajo de distintas maneras Por supuesto está el orden del masoquismo, está el orden de la repetición, está el orden de cómo intervenir en eso y también está aquello que, desde un punto de vista de lo muy difícil de abordar, tiene que ver con lo que entendemos como un orden de la melancolía: cómo se interviene allí donde el anclaje es un anclaje muy ligado a una crueldad hacia el sujeto implementado por él mismo, de un orden tan grande como en algunas situaciones de melancolía.
-Menciona la melancolía que Freud trabaja en Duelo y melancolía, donde la melancolía tiene diferencias sustanciales con el duelo. En ese sentido, ¿por qué el duelo abre un punto de interrogación para el devenir del sujeto?
-El duelo es casi propio de cualquier vida psíquica, desde lo que hace a las primeras pérdidas que suponen una constitución subjetiva. No hay devenir sin pérdida. Hay un capítulo de adolescencia donde abordo un tema de una crisis adolescente con un texto también narrativo que implica mucha complejidad respecto a los vínculos primarios y algunas cuestiones, alguna historia de los duelos. Pero en el capítulo preciso del duelo tomo un texto riquísimo: Diario de duelo, de Roland Barthes. Y también lo entrecruzo con otros textos de él. Como Roland Barthes fue un grande desde el punto de vista de todo lo que desarrolló, escribió y las clases que dio, hay ahí alguna cuestión de observación de sí mismo muy notable respecto del tema del duelo en sí mismo. Y, entonces, toma notas en papeles acerca de lo que fue el duelo de su madre, de lo que fue posterior a la muerte de su madre. Entonces, siguiendo algunas partes fragmentarias de ese duelo, infiero algunas cuestiones que hacen al tema de qué hace cada sujeto con su dolor y su duelo. Por supuesto, el duelo es diferente en sí mismo al tema de la melancolía. Claramente lo es. De hecho, hay un autor, Jean Allouch, que discute muy fervientemente lo formulado por Freud en Duelo y melancolía, diciendo que se refirió más a la melancolía que al duelo. Yo no sé si es tan así, por más que el libro de Allouch es interesantísimo y muchas cosas que le discute podría estar muy de acuerdo. De hecho, las cito bastante en el libro. Pero respecto del tema que Freud no trabaja el duelo, no sé. Enfaticé más en una parte del libro que, en realidad, él, al referirlo a la melancolía, también trabaja cómo el duelo será según cómo fueron esos vínculos objetales porque al comparar con la melancolía lo que considera supuestamente un duelo "normal", está haciendo mención de lo que serían ciertos vínculos con el objeto, ciertas modalidades libidinales que dificultarían que se pueda nominar esa pérdida, que pueda tener lugar esa pérdida y que, por lo tanto, se pueda duelar. Entonces, en ese sentido tiene su riqueza, porque es verdad que hay personas que no pueden nunca nominar algunas pérdidas y que eso implica un anclaje en un lugar de sufrimiento y, además, de poco devenir, porque la verdad es que hay que dejar, hay que perder y hay que ver qué se hace con eso porque eso permite un reordenamiento libidinal que va a posibilitar a ese sujeto otras posibilidades.
-¿Psicoanalizar es ocuparse de los duelos y del dolor?
-Es entre otras cosas, porque cuando se puede dejar o nominar algunas cuestiones de pérdida y dejar ir algunas cosas, también aparece algo de un porvenir. O sea, que también es darle lugar a lo que la persona quiere ir armando de algo que no sabe cómo armar. No sería una cuestión de revolver el sufrimiento, sería una cuestión de qué puede ese sujeto ir armando, si puede dejar lo que ya hay que dejar ir.
-O sea, que el trabajo terapéutico no consiste en aprender a eludir el dolor, sino más bien a saber atravesarlo y saber hacer algo con el mismo, ¿no?
-A implementar los propios recursos, que surja la posibilidad deseante de ese sujeto a pesar de que haya cuestiones porque justamente si no se dejan algunas cosas, si no se cuestionan algunas cosas, si no se puede hilar algo diferente donde se relance el deseo tampoco será posible construir nuevas situaciones. En ese sentido, es auspicioso del porvenir, no es una cuestión de quedarse adherido a un goce del sufrimiento, de ninguna manera, es más bien cómo se pone tope a eso.
-Y el dolor por una enfermedad orgánica grave suele tener un efecto devastador en el psiquismo, ¿no?
-En muchas ocasiones, sí. Yo justamente en ese capítulo que me ocupo del tema, tomé un texto maravilloso: El intruso, del filósofo Jean-Luc Nancy. Lo tomé por la riqueza de la conceptualización que él hace en relación a lo intruso del cuerpo cuando se hace enfermo, porque cuando algo funciona ni te das cuenta. De golpe, él se entera que el corazón no da más y que van a tener que hacer un trasplante de ese corazón. O sea, que la primera intrusión corresponde a un corazón, el propio corazón que ya no funciona. Después hace una descripción y un razonamiento de lo que sería el proceso a partir de las sucesivas intrusiones médicas supuestamente para curar a un enfermo. Luego es el trasplante, luego es disminuir la inmunidad para que no sea rechazado ese corazón que ha sido trasplantado. Luego son los riesgos de un déficit inmunitario en relación a todo lo que se puede infectar el sujeto. Luego es un linfoma que tuvo por una medicación que recibió. O sea, hace un seguimiento de todo lo que implica desde el punto de vista psíquico entender esa ajenidad de intrusión que supone la enfermedad y las distintas intervenciones médicas en relación a la enfermedad. Es de una riqueza ese texto porque es una lucha conceptual en función de ubicar desde un punto de vista subjetivo cómo es esa ajenidad y de qué se trata esa intrusión. Y, además, tiene un alcance mayor porque entiende lo que es el intruso y la aceptación en el orden de un orden social también. O sea, hay ahí una riqueza muy grande que él logra atravesar a través de un texto cuestiones que un doliente no tiene cómo decir. Y él encuentra una manera de interrogarlas. Eso es muy importante. Ahora, ¿cómo se trabaja con un doliente que tiene un cuerpo con distinto orden de padecer y de intervenciones médicas? Eso siempre va a la singularidad de cada sujeto, porque hay gente que lucha con mucha tenacidad cuando se enferma, porque cuerpo y psiquis van muy juntas. No es 2 + 2= 4. No sabés qué va a pasar con un sujeto si de golpe se enferma de algo. A veces, se calma otro tipo de padecimiento neurótico que tenía. A veces, reacciona peor. No es una cuestión que se sepa a priori.
-¿Por qué cree que hay una tendencia a medicalizar el sufrimiento y cuáles suelen ser los efectos de decisiones de este tipo?
-Algunas cosas hay que escucharlas y dejarlas que vayan transcurriendo. Mi criterio es que ahí donde hay algún malestar, a veces hay que tolerar un malestar. Todo eso depende en una consulta con quién se cae. Si de golpe se intenta calmar cualquier angustia o cualquier malestar que pueda tener un sujeto y se lo medicaliza en forma muy pronta como si se tratase de un síntoma que hay acallar, en realidad al síntoma hay que interrogarlo. Cuando alguien acude a un profesional, en realidad, hay que escuchar de qué se trata, qué dice, cómo lo dice. Eso no quiere decir que no haya grados de sufrimiento o de padecer que requieran más de una intervención, pero lo primero es escuchar de qué se trata. Y hacer una aproximación diagnóstica, por supuesto, porque eso es fundamental.
-En línea con lo que hablábamos al principio, la promesa de huir del sufrimiento que promueve la sociedad consumo, ¿hace que se evite el trabajo psíquico para que haya un cambio?
-Sí. En cuanto lo que hace a predominio de lo que ocurre culturalmente, no estamos en una sociedad que esté favoreciendo que si uno está mal se pregunte por qué o indague algo. O cuestione algo que se le dice o cuestione algo que se le impone. En realidad, eso no es lo que predomina, pero eso no quiere decir que digamos que no haya mucha ebullición en la cual hay un querer saber de mucha gente. De hecho, hay mucha producción artística, hay mucha gente que escribe, hay muchos jóvenes que quieren hacer cine, y hay mucha gente que quiere que se la escuche cuando va a un consultorio, no quiere que se acalle lo que le pasa, sino que se escuche qué le pasa. En eso no quiero ser dramática porque pasa de todo; además, aunque haya una tendencia a narcotizar un poco lo que cuestione o lo que haga saltar un grito, un pedido o un llamado, o haga saber de un padecer, aunque haya intención de acallar todo eso, no quiere decir que en la sociedad no pasa de todo y que, en realidad, hay todo un campo de acción en la cual van sucediendo cosas que tienen mucha vitalidad también. Y que no están dentro de lo tan estipulado, en relación a los beneficios económicos dentro de una sociedad ni al consumo. Pasan otras cosas también.