La vida y obra del director de cine argentino Jorge Polaco es reflejada en el estupendo documental que lleva el nombre del realizador a secas, Jorge Polaco, tal como lo tituló la directora del film, María Onis, que fue alumna suya en la Universidad del Cine.  El film refleja las temáticas de las películas de Polaco, que cuestionaron siempre las instituciones sociales. En ese delicado equilibrio, donde Polaco defendió sus ideas exponiéndose al más escandaloso escarnio mediático, se jugó su vulnerabilidad. Así fue el provocador, el abrecaminos, el roturador: el documental reivindica a un director olvidado por la Historia, censurado por la democracia y perseguido por la Iglesia. Podrá verse este sábado 31 de mayo a las 19 en el Cine Arte Cacodelphia (Av.Roque Saénz Peña 1150). 

Polaco -que murió en 2014- pasó a la historia por varias razones, pero una de ellas fue, sin duda, por lo sucedido en agosto de 1989: la censura en democracia afiló sus tijeras y prohibió el estreno del film Kindergarten, dirigido por Polaco y protagonizado por Graciela Borges y Arturo Puig. El asunto terminó en la Justicia, con un proceso contra el cineasta, que fue acusado de “corrupción de menores, exhibiciones obscenas y ultrajes al pudor”. Las escenas polémicas incluían una ducha de la Borges con un niño y una relación sexual de los protagonistas cerca de menores. Los cargos fueron desestimados por la Corte Suprema de Justicia varios años después. En 2010, finalmente el film fue exhibido en una copia restaurada, en el marco del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, pero nunca tuvo estreno comercial. 

El documental de Onis hace su propia justicia con un director que, muchas veces, fue incomprendido y tildado por parte de la crítica de "mal gusto". Contiene testimonios de Graciela Borges, Ricardo Manetti, Fernando Noy, Esther Díaz, Goyo Anchou, Adrián Cangi, Sandra Torlucci, Pablo Sala y Claudio Minghetti, entre otros, y del propio Jorge Polaco, a los que se les suman fragmentos de escenas de las películas del cineasta y de algunas intervenciones históricas que tuvo en programas televisivos. 

"La película arrancó porque valoro mucho el trabajo de Jorge, yo fui su alumna y, a medida que iban pasando los años, iba viendo cómo su figura, de ser de los directores más importantes de la Argentina, después de que la crítica matara a La dama regresa, notaba que empezaba a desaparecer un poco de la escena y a dejar de tomarse como punto de análisis del cine", cuenta Onis. "Me pareció muy importante rescatar su figura y su trabajo, su valiente trabajo de inventar un estilo, de presentar un tipo de humor y un tipo de registro de filmación que nadie había trabajado acá en la Argentina. Así que arrancó un poco por eso, como buscando un lugar para el trabajo de Jorge. Después se transformó como en una cruzada". Polaco murió en la mitad del proceso de hacer la película. Onis y su equiipo digitalizaron las películas en 4K, que solo existían en negativo, y había unas copias VHS malísimas. "Fue una cruzada de once años, que costó muchísimo", agrega la realizadora. 

-¿Y cómo fue el trabajo de investigación?

-Primero que nada, unas conversaciones con Jorge y con gente que trabajó con él, y que lo pensó con filósofos y con gente que siempre estuvo cerca. Después, cuando Jorge murió, le propuse a la familia ordenar el archivo porque estaba desorganizadísimo. El había estado con Parkinson los últimos quince años, y estaba todo muy desorganizado. Así que estuve dos años digitalizando y leyendo los materiales que había en su casa. Había de todo: desde notas de prensa hasta guiones, fotos. A raíz de todo eso tuve la investigación más bibliográfica, y después conversé con Ricardo Manetti, Graciela Borges, con mucha gente que siempre lo pensó con él, pero también con otros discursos: en la película usamos El banquete telemático, de Federico Klemm, que dialoga muy bien con algunas teorías sobre el kitsch y el camp de Polaco. También rastreamos todos los archivos de la televisión argentina de los '80 y de los '90, que eso también fue muy difícil, porque acá en Argentina los archivos no están organizados. Buscamos sobre todo el tema de la censura de Kindergarten, que fue un escándalo.

Jorge Polaco.


-Teniendo en cuenta que fuiste alumna de Polaco, ¿cómo influyó en tu formación?

-Yo era muy chica, él daba clase de dirección de actores y yo tenía 18 años. Había estudiado teatro varios años, pero nunca había tenido un desafío como el que proponía Polaco, que era jugar muy vertiginosamente a pasar los límites del pudor y de lo posible. Yo creo que, básicamente, lo que él proponía era sacarte de la zona de confort y, desde ese descajetarte, empezar a proponer todo, y decir: "Si vos te entregás a esto, estamos en igualdad de condiciones". Y creo que era un gran ejercicio. Esa escuela de cine, donde yo iba, era privada y estaba llena de niños ricos, malcriados, que querían dirigir películas a los cinco minutos. Y era un gran ejercicio, de repente, estar totalmente vulnerable. Hasta nos hacía hacer cosas físicas, por ahí te decía que te sacaras la ropa. Obviamente, era un chiste, pero nos descajetaba totalmente, era muy divertido. Tenía esa valentía, esa propuesta de todo o nada, que además era la forma en la que él se movía por el mundo o en cualquier lado. Con Susana Giménez enfrente o con quien fuera, Polaco decía lo que pensaba y jugaba de esa misma manera, riesgoso. Eso creo que fue lo más importante que aprendí de él.

-¿Qué trajo Polaco de novedoso al cine argentino y por lo que se lo tildó de provocador?

-Trajo muchas cosas. Por lo pronto, toda una estética que, en esa primera democracia, posdictadura, era totalmente revolucionaria y novedosa, porque salía un poco del discurso serio de la política para hablar en otros registros, para hablar en el registro del absurdo, del grotesco. Mucha gente pensaba que las películas estaban mal actuadas y mal hechas. Sin embargo, era un registro que él buscaba. Incluso, él doblaba las películas cuatro meses, más tiempo que el que estaba rodando. Esa estética, sobre todo esa forma de tratar otros temas, de rescatar celebridades del pasado, mujeres ancianas. Propuso todo lo queer antes de que se hablara de lo queer. Trabajó con el deseo de los viejos. Un montón de cosas que ahora por ahí hablamos y nos resultan un poco más conversables, pero que en esa época parecía imposible. La gente pensaba que Polaco hacía cosas para disgustar. En realidad, Polaco estaba proponiendo otra concepción de lo bello. Es decir, todo puede ser bello. La vejez también es bella.

-Ya que traés el tema, ¿cómo pensás la valoración sensual de la ancianidad que tenía Polaco justo ahora que a los viejos les pega la policía del poder?

-Polaco defendió y trajo de vuelta a escena a actrices como Sabina Olmos, que fueron grandes estrellas de la época del cine argentino, y que fueron olvidadas por nuestro sistema, como suele pasar. Y él volvía a traer a todas estas personas y les daba lugar. Incluso hasta decía que Margotita era su novia, que era su pareja, que qué lindas eran. Hizo muestras de fotos de mujeres viejas desnudas. Creo que ahora directamente estamos en un infierno, donde se trata de que desaparezcan los viejos, de que todo lo que no es plata y no genera plata no sirve, es una basura. Y me parece muy actual el trabajo de Polaco en la reivindicación de los viejos. Y no solo por lo físico, sino también por lo que tienen para hablar, para enseñar. 

-¿No tenía límites o más bien tenía una concepción amplia de lo que significa la libertad?

-Yo creo que todos tenemos límites, aunque tratemos y practiquemos el no tener límites. De hecho, finalmente lograron apagarlo a Polaco. Y en cuanto a sus propuestas, yo creo que él trataba todo el tiempo de repensar la ética, todo el tiempo trataba de repensar los cánones de lo establecido como un ejercicio de pensamiento.

Kindergarten.


-¿Kindergarten marcó una bisagra en su carrera?

-Sí, me parece que Kindergarten, que pretendía ser una película comercial, con Graciela Borges y Arturo Puig, terminó absurdamente, porque en la película no pasa absolutamente nada censurable, convirtiéndolo, traumándolo y haciendo que esa libertad que se tomaba para filmar se viera coartada. Ni hablar de esta imagen pública que quedó de él en el aire, de que era un tipo difícil, que era un tipo raro, que era un tipo retorcido. Esos mitos van quedando y muchas veces la gente prefiere no deshacerlos porque es más divertido el mito de una persona a la que se la condena como un chivo expiatorio, que es otro de los temas que él habla mucho en sus películas. Él terminó pagando algo de lo que siempre habló en sus películas, que era del chivo expiatorio de las sociedades, cómo agarran a alguien y lo deshacen. Y sí, Kindergarten fue una bisagra para él. Primero, nunca se pudo estrenar, fue una pérdida millonaria para la productora y para él, y después porque quedó esta imagen de él que hasta el día de hoy no se puede deshacer. Ni siquiera quedó como un autor maldito, que eso tiene un aire de prestigio. Quedó como si fuera un enfermito. Me encantaría que la película se pudiera ver para que la gente viera que no pasa absolutamente nada, más que Borges se mete en una bañera con un niño. Graciela Borges está con una bata, están jugando, en la filmación estaban los padres. Yo hablé con el niño y no se acuerda de nada. Fue muy absurdo lo que pasó.

-Cuando fue atacado por los sectores conservadores no se quedó callado. ¿Eso implicaba un costo en aquella época?

-Había democracia porque estamos hablando del año 89, pero todavía había algunos agentes que quedaron de la dictadura y estas organizaciones como las Ligas de Familia y grupos muy conservadores, los que se llamaban Grupo Pro-Cultura, que sacaron unas solicitadas, unos carteles diciendo que el Instituto del Cine financiaba a marxistas, drogadictas y lesbianas. Una cosa totalmente anacrónica y muy ridícula. Pensar que esa gente puede haberle arruinado la carrera a alguien es tremendo.

-¿En qué aspectos considerás que fue un cineasta incomprendido?

-Yo creo que hay una solemnidad, en general, para el arte, y cada vez más. Ahora con el tema de la corrección política, ni hablar, no se ven las cosas desde un lugar un poco más lúdico y más jodón y con más sentido del humor. Yo creo que Polaco se divertía muchísimo, improvisaba muchísimo, trabajaba con el plano secuencia, trabajaba muchísimo con los actores. De hecho, hizo obras de teatro también. Y a la gente toda esta cosa del absurdo la incomoda. Hay una especie de acostumbramiento a la estética de lo bello, lo poético en el cine: "¡Ay, qué buena fotografía que tiene!". Todo el universo de Polaco es como que dicen: "¿Qué es esto? ¿Qué son estos viejos desnudos corriendo por la casa?". A mí me parece que si hubiera un poco más de sentido del humor, Polaco es divertidísimo.

-¿Por lo que decís es que se puede interpretar que la crítica lo tildaba como un director de "mal gusto"?

-Sí, pero era tan difícil de encajar, de clasificar. Por ejemplo, John Waters es claramente un director que jode todo el tiempo con lo escatológico. Y es mucho más claro, mucho más fácil de definir. En cambio, en Polaco también existe el drama, existe la tristeza, hay miles de temas. Hay muchísimos temas en él. Tiene una cosa muy latinoamericana también, y porteña muy fuerte, cultural. Yo creo que la gente, al no poder clasificar algo, le huye. Dicen: "Esto no sé, no lo entiendo". Hay directores como Waters, que es claramente mal gusto, pero es un mal gusto definidísimo, dentro de conjuntos y parámetros muy distinguibles. En Polaco no.

-¿Qué significaba la moral para Jorge Polaco?

-Una limitación a destruir. Yo creo que Polaco plantea muchas posibilidades de cómo repensar la moral. Repensar la moral con las instituciones, con la Iglesia, los vínculos intrafamiliares. Primero destruyendo todo lo que aprisiona al hombre, todo lo que quita su libertad y su forma de realización como individuo particular, con sus particularidades. Primero las combate, pero después también se las vuelve a cuestionar porque no es un cine solamente destructivo. Hay amor, en el fondo, en todas las relaciones humanas que él propone. El de Polaco es un cine muy amoroso, es un cine de la comprensión. Cuando uno abre su percepción, su juzgamiento, uno se vuelve más comprensivo, más simpático y más amoroso.

-¿Se mantiene vigente en otros realizadores la manera de hacer cine que tenía Polaco? ¿O fue una excepción en el mundo del cine argentino?

-A mí me parece que fue una excepción porque no hubo directores que siguieran su línea. Pero me parece que influyó a toda una generación, tal vez a los que tenemos alrededor de 40 años. Dejó una marca muy fuerte. Directores como Goyo Anchou u otros que trabajan con la improvisación, con actores y con un fuerte sentido del ridículo, del absurdo en ese registro.