Siempre hay que elegir la rabia a la melancolía. El aparato de poder mafioso que nos oprime nos inculca depresión, desde Martínez de Hoz. Los argentinos no servimos para nada, somos unos negros vagos. Qué podemos pretender con lo poca cosa que somos. Sturzenegger, Reidel, Caputo, Macri, Bullrich, Milei: se lo pasan transmitiendo su propio aspiracional. Describen lo que necesitan para justificar el argenticidio.

Hace pocos días pero en otro país, es decir antes de que la Corte de Macri y Magnetto confirmara la sentencia contra Cristina, me preguntaba cómo transmitirles a los que no votan que son ellos los más necesarios para apagar esta calamidad. Porque hoy el ausentismo es hijo de la melancolía, que es vecina de la resignación. El descreimiento total en la política es fruto de la batalla cultural de la derecha, pero vayan a México a ver si los medios y los trolls le ganan a la política. No lo hacen porque la política son ellos mismos.

Hoy no tengo que preguntarme nada, porque la melancolía se volvió rabia repentina y generalizada.

Más allá de la estructura de organización del PJ, que gracias a la propia Cristina estaba preparada y mantuvo en reserva su estrategia, hay algo que ha sucedido y que era posible, azaroso, algo del orden de la historia, inmanejable, que es donde vive Cristina.

Su detención tan bestial por una Corte que no sabe qué hay en el expediente, o mejor, que porque sabe no lo abre, es demasiado. Pero lo profundo, lo intenso, lo histórico, digámoslo de nuevo, porque es central, quiso que no fueran ni solo kirchneristas ni solo peronistas los que experimentaron la mutación de la melancolía en rabia.

Unos gritaban por la educación pública, universitarios, secundarios, o por los alquileres, o por los discapacitados, o por el Garrahan o el Bonaparte o el Conicet o el Inti o el Inta, o el Posadas. Y eso acá. La mecha de la rabia se extiende. Es tan extensa como el país. Lo que dice este pueblo es basta de venderlo todo y esclavizarnos.

Estamos ante un duelo que mira el mundo. Milei es un fenómeno del circo siniestro que estos fascistas impotentes adoran, pero que ellos los nieguen no significa que los pueblos hayan desaparecido. Para su desgracia, se regeneran.

No estamos solos. Esta tarea contará con la ayuda activa de los pueblos y gobernantes que están viendo y viviendo lo mismo que nosotros. La ultraderecha se unifica y los pueblos también en el escenario próximo.

La fuerza opositora que toma aliento --y no me refiero al peronismo, sino a eso más amplio y determinante que desencadena la detención de Cristina-- debe ser polifónica, con cada uno siendo parlante de sí mismo y de los otros. Hay que fabricar una voz que sea más escuchable que la de los eunucos bien forrados que hacen caca en vivo.

Ellos, los fascistas, están encerrados en su cárcel de privilegios. El privilegio también es una cárcel. Y desde allí se ve muy poco.

Cuando se alcanzan los privilegios que canjean los jueces y los fiscales corruptos, cuando uno se codea con los dueños del imperio mediático que a su vez es nexo de imperios de todo tipo, y viaja en el avión de un súbdito británico y gana muchos millones de pesos más dádivas, uno no sale de allí.

Los grandes privilegiados que aplauden hoy a Milei y ayer a Macri y aplaudirán a cualquiera que le clave el último clavo al cajón del kirchnerismo están absolutamente convencidos de que sus privilegios son sus derechos.

Estamos ante un tratamiento lógico y lingüístico apabullante. Los grandes privilegiados de siempre, como Rosenkrantz, que era el abogado de Clarín, dicen que hay que desterrar esa loca idea que de donde hay una necesidad nace un derecho. Ergo, no queda muy lejos la proscripción de quien ha llevado esa idea a la realidad efectiva más que nadie, Cristina.

El que tiene el poder tiene el derecho. Eso es el trumpismo. Así de Neanderthal. Eso es lo que aplican en cada capa de esta sociedad. Esa abominación que les garantiza sus propios privilegios.

La torpeza con la que actuaron, decía al principio, ignora que hay un inconsciente colectivo que nos une a los que no vivimos más que de nuestro trabajo, y a los que lo han perdido y ya ni sobreviven.

En ese inconsciente colectivo que Charly con su don visionario y su sensibilidad absoluta nos recordó en el 82, cuando todavía la dictadura no se iba y la guerra nos hacía creer que la salida del laberinto estaba lejos. Mama la libertad, siempre la llevarás dentro del corazón. Sí, no en la mente, en el corazón.

Lo fabuloso de los testimonios que siempre se recogen cuando hay vigilias por Cristina verifica una vez y otra vez que quienes hablan saben perfectamente por qué están allí. Y se expresan bien. En distintos estilos, con distintos vocabularios, pero hay una racionalidad mezclada con el afecto que los hace llorar.

Tenemos este tesoro. No cualquier pueblo lo tiene. Tenemos con qué. Porque no es que metan presa a Cristina solamente, cosa para la que ella evidentemente está preparada. Es que esto se cae a pedazos y su detención es la bala de plata que malgastan. Viene más hambre, más palos, más deuda.

Pero también, y muy en la superficie transparente de lo genuino, escuchamos y vimos la llegada de una generación que estábamos esperando. Ojalá que la gloriosa JP se llene de cuerpos jóvenes y capaces de pelear por una patria libre, justa y soberana. Que se unan a los más veteranos que siempre estuvieron ahí.

Termino con Charly, sentado en el piso con Hebe:

 

Ayer soñé con los hambrientos, los locos, los que se fueron, los que están en prisión. Hoy desperté cantando esta canción, que ya fue escrita hace un tiempo atrás. Es necesario cantarla de nuevo una vez más.