Las máscaras doradas tapan la cara y las túnicas negras el cuerpo: así llegan al escenario los tres integrantes de Imperial Triumphant, banda de metal extremo avant-garde que se presenta en el festival Dark Mofo en Hobart, Tasmania. Parecen seres escapados de la orden secreta que reina en la mansión orgiástica de Ojos bien cerrados. Pero todo es menos siniestro de lo que parece. El bajo tiene luces navideñas, y Steve Blanco lo toca con la teatralidad de Flea o Les Claypool, más la obvia influencia de Bootsy Collins. El baterista Kenny Grohowski tiene la velocidad del metal y la mano jazzera de Tony Williams. Zachary Ezrin pudre la voz como un zombie enterrado en el centro de la tierra, pero fuera de la música habla con voz metálica, como un robot retrofuturista, y da las buenas noches, a diferencia de cualquier otro ensimismado músico de metal extremo. Cierran la noche Hymns to The Dead, la tradicional fecha de heavy metal de un festival que presenta arte perfomático, bandas y cine desde 2013, con un concepto de vanguardia algo alocado y poco convencional, cuyo centro es el Museo de Arte Moderno MONA, al que se llega solo en ferry. El público está preparado para lo extraño y, como tal, abrazan con deleite a Imperial Triumphant.

Pero la banda no es una novedad, ni son principiantes en la escena. Formados en Nueva York en 2005, debutaron con Abominamentvm (2012), pero como el propio Ezrin reconoce, la banda recién tomó forma en Abyssal Gods (2015) y encontró su estética con Vile Luxury (2018). Si al principio sonaban muy cerca del black metal, de a poco su sonido tomó elementos tan variados que lo desbordaron: para Steve Blanco, son “una banda de metal extremo que suena como el caos de una gran ciudad”; para Ezrin, “nuestro sonido es como si el Miles Davis de los ‘70 formara una banda de death metal y todos tomaran ácido”. Grohowski creció tocando con su abuelo, el cantante de salsa puertoriqueño Bobby Cruz, Blanco fue pianista de jazz durante veinte años y Ezrin se hizo formó en el swing y bluegrass de Nueva York. Los tres son fans del metal, idolatran a Metallica y Mayhem pero, afirman, no les importan el género ni las reglas. “Somos un melting pot”, dice Blanco. “No tenemos todo elaborado y pensado: nos encontramos, y nuestras estéticas, gustos y visiones políticas coinciden”.

La visión de Imperial Triumphant tiene varias aristas. Lo esencial es una forma diferente de hablar del Mal y del Poder. Si el metal, en especial el black metal, nació pagano, enfrentado a la moral religiosa y las normas sociales, si el death metal y el thrash eran las expresiones del gore y la violencia, Imperial Triumphant no tiene interés en esos mundos de hechiceros, destrucción y tripas. No hay pelo largo ni noches frías ni misticismo. Les interesa hablar del lujo y el despilfarro, del mundo de los ricos y su impunidad, y para eso tienen a la ciudad de Nueva York y su arquitectura como inspiración. La ciudad como centro decadente de Occidente, base de operaciones del poder global. Dice Ezrin: “nuestro mundo es el del retro-futurismo, la vanguardia y los años ‘20, la escena del jazz de los ‘60, el art rock de los ‘80, el death metal. Hay mucho musicalmente con lo que jugar”.

La revista The Quietus lo explicaba con claridad: la banda parece lejísimo del black metal noruego de los ‘90, pero hay un compromiso con la arquitectura del sonido que está ligada a aquellos inicios. No es lo mismo lo pagano y vikingo que la estética urbana y capitalista, pero es cierto que alguna vez Euronymous de Mayhem dijo que pensaba a su música como una catedral gótica. Eso quería construir: algo que parece alejado de lo humano, con una energía sobrehumana. La catedral de Imperial Triumphant es el edificio Chrysler de Nueva York, donde grabaron su video “Lexington Delirium” –es la única banda de metal en rodar ahí–. Y toda la arquitectura monumental art deco, presente en las grandes ciudades, una arquitectura muerta, significante del capitalismo en su fase financiera seminal. “Es una arquitectura pseudo antigua, con sus influencias egipcias, por ejemplo, y materiales importados para ostentar riqueza”, dice Ezrin. “Había en sus dueños obsesión con la velocidad, la energía y las nuevas tecnologías. Eso es muy metal”. Las máscaras, diseñadas por la artista rumana Alexandra Serbanescu, homenajean a Kubrick pero también a la mujer androide de Metrópolis y su no-expresión. Y son doradas, el color elegido por el trío: un gesto estético asociado al lujo, al oro, símbolo del valor monetario y el metal más venerado por la humanidad desde la prehistoria. Por supuesto, la teoría más aceptada sobre el origen del oro es que se trata de un elemento extraterrestre: fue creado en el espacio a través de explosiones de supernovas y llegó a la Tierra via meteoritos que impactaron el planeta.

Goldstar, el nuevo disco, es la piedra filosofal de su visión. Siempre fueron eclécticos y arriesgados: la tapa de su disco An Evening With Imperial Triumphant (2021), se inspiró en Money Jungle de Duke Ellington. En la canción “Merkurius Gilded”, de Spirit of Ecstasy (2022), invitaron a Kenny G y a su hijo Max Gorelick; en el mismo disco grabaron un opus de ocho minutos dedicado al atentado a las Torres Gemelas, “Tower of Glory, City of Shame”. En “Swarming Opulence”, de Vile Luxury (2018), grabaron con un quinteto de vientos en una apertura larga y jazzera. Lanzaron covers de Metallica, Radiohead, Ellington y Davis. Pero Goldstar es más cohesivo, más corto, más riesgoso. El sonido es extremadamente violento, una motor furioso a todo volumen, y la dificultad de la música se acompaña de cierto juego intrincado. Samples de Marshall McLuhan y la Sarabande de Händel como cita a Barry Lyndon de Kubrick presentan la descojonante “Eye of Mars” y, en seguida, la música Gnawa de Marruecos domina “Gomorrah Nouveaux”.

Imperial Triumphant es una de las bandas menos blancas del género, más allá de que sus integrantes vengan de familias latinas y marroquíes (la madre de Blanco es una bailarina nacida en Marruecos). Reivindican la diversidad del metal con la invitación para este disco a Dave Lombardo de Slayer, por ejemplo, que hace un solo de batería en “Pleasuredome” con influencias de los ritmos maracatu de Brasil. Están en la línea de Pessimista, de Brasil, banda de black metal ecologista o Yovel, de Grecia, black metal antifacista, o el queer doom de las chicas de Ragana, pero con la experimentación de Deafheaven, que une el black con el showgaze de My Bloody Valentine, por ejemplo. Una advertencia para quien lea esto y sienta que puede ingresar a Imperial Thriumphant por su batería jazz y las referencias de world music: la banda es, primero, metal extremo. Indigerible. Una patada en la nuca. Y por eso es tan buena.