En las elecciones del 29 de junio, el frente conformado por Ciudad Futura y el peronismo se impuso como primera fuerza en Rosario. La lista encabezada por Juan Monteverde obtuvo el 30,6% de los votos y conquistó cinco de las trece bancas en disputa para el Concejo Municipal. Caren Tepp, concejala y una de las fundadoras del espacio nacido del Movimiento Giros, repasa ante Rosario/12 la historia, los desafíos y las proyecciones de una construcción política que rompe moldes y se proyecta más allá de la ciudad. “Rosario habló con claridad” sostienen algunos de los militantes. Mientras el país atraviesa un complejo proceso institucional, económico y social, los rosarinos optaron por un mensaje potente. La victoria electoral del frente liderado por Monteverde no fue solo una sumatoria de votos. Fue la confirmación de que una alianza nacida del territorio, entre Ciudad Futura y el peronismo, puede traducirse en poder político real.
—¿Qué significa para vos este triunfo? ¿Es sólo una victoria electoral o algo más profundo?
—Sin dudas es más que una elección. Se trata de un triunfo político, no solo electoral. Porque expresa la consolidación de una nueva plataforma de articulación que nació en 2023, cuando nos animamos a unirnos con otras organizaciones, primero con el Movimiento Evita, luego con todo el peronismo local, y fuimos capaces de traducir esa unidad en una esperanza concreta. Recordemos que hace apenas un año estuvimos a 15.000 votos de ganar la intendencia. Hoy, esa posibilidad no solo sigue viva, sino que se fortalece.
—¿La victoria de Rosario puede leerse como un freno a ese avance de la derecha?
—Totalmente. Lo sentimos así desde el primer día. Esta elección fue también la posibilidad de ponerle un freno por la vía democrática al autoritarismo que avanza. a través de la construcción de un proyecto alternativo para la ciudad de Rosario, en un contexto y en un momento político de nuestro país, que desde el fallo proscriptivo a Cristina, a esta parte que también le dan un condimento especial a la hora de por qué demostrar que es necesario poner un freno al proyecto autoritario para nuestro país. Desde que Milei asumió venimos discutiendo, incluso con sectores amigos, que no compartimos la idea de que la sociedad argentina esté virando a la ultraderecha. Lo que hay es hartazgo. El problema es que las respuestas siguen viniendo del lado del odio o el ajuste. Por eso era clave demostrar que se puede construir algo esperanzador y concreto desde otro lado. Lo que hay es una crisis profunda de representación. La gente está buscando algo distinto que le hable de frente, con ideas nuevas. El triunfo de Milei no fue por adhesión ideológica, sino por rechazo a lo anterior”.
—¿Cómo lograron amalgamar tradiciones políticas tan distintas, incluso algunas que parecían inconciliables?
—Con método, con trabajo y con convicción. Nuestro espacio siempre se construyó en asamblea, con debate, con decisiones colectivas. Por eso la unidad no fue una decisión de cúpula. Se fue dando en la base, en los barrios, entre compañeros y compañeras que se reconocen en un objetivo común. En 2023 dimos el primer paso con el Evita, ahora ya están el 99% de las organizaciones del peronismo local, más sectores del progresismo. Es una síntesis virtuosa.
—Durante años, muchos en el peronismo los miraban con desconfianza. ¿Cómo vivieron ustedes ese proceso?
—Sabíamos que era cuestión de tiempo. Nosotros venimos de una tradición más cercana a la izquierda independiente, y siempre nos diferenciamos de los sectores que se mantienen encerrados en una lógica testimonial o antiperonista. Jamás fuimos gorilas. En los barrios donde militamos, el recuerdo de los años felices está ligado al peronismo. El acercamiento fue natural, incluso cuando había diferencias. Porque nos reconocíamos en lo esencial: estar del mismo lado de la historia.
—Compartís además tu vida personal con Juan Monteverde, en plena campaña, con un bebé de ocho meses. ¿Cómo se sostiene todo eso?
—Con pasión, con compromiso y con organización. Si no estuviéramos en la misma sintonía sería mucho más difícil. Pero nos entusiasma lo que hacemos. Luca, nuestro hijo, por ahora se adapta a la vida que le proponen sus padres. Pero lo importante es que lo hacemos desde una lógica compartida, desde una militancia que se vive también en la vida cotidiana, en pareja, en familia. Y eso lo hace más fácil, no más difícil.
—Después de este triunfo, ¿hay una expectativa de proyección nacional? ¿Lo están pensando?
—Lo sentimos como una responsabilidad. No por ambición, sino porque vemos que en todo el país hay grupos de militantes, de jóvenes, de organizaciones, que están buscando por dónde salir, cómo construir algo distinto. Por eso creamos la Fundación Ciudades Sin Miedo, para acompañar esas experiencias que surgen en cada rincón del país. Desde abajo, desde la periferia. Nuestra hipótesis es esa: una política enraizada en los territorios, con vocación de mayorías y con capacidad de mostrar hoy esos pedacitos de futuro que queremos para mañana.
—¿Van a participar en la discusión de las listas a diputados nacionales para octubre?
—Nosotros no somos ajenos a lo que pasa en el país. Lo que se logró en Rosario, y también en las elecciones constituyentes, demuestra que hay un camino posible que combina unidad con renovación. No es una fórmula mágica, es una práctica política concreta. Y si hay algo que quedó claro es que fuera de la unidad hay desolación. Por eso vamos a estar, para aportar lo que tenemos, para defender lo que creemos, y para ayudar a construir una alternativa al desastre que está provocando Milei en la vida de millones.
—La expectativa es alta. Como decía Fanon, lo más difícil no es empezar: es sostener. ¿Cómo piensan afrontar lo que viene?
—Con mucho trabajo. Hay dos desafíos: uno es ganar la intendencia en 2027. Y el otro, igual de importante, es tener todo listo para gobernar bien. Desde el 2023 venimos armando equipos, pensando políticas, imaginando programas. Queremos que cuando llegue el momento, Rosario tenga un gobierno a la altura de la esperanza que se está generando. Y eso implica prepararse desde ahora.
—¿Cómo se cuida esa relación entre unidad y diversidad interna? ¿Cómo se evita que la amplitud diluya la identidad?
—Esa tensión es permanente, pero nosotros tenemos una metodología para procesarla: el debate colectivo, el protagonismo de las bases, la construcción compartida. Eso impide que la unidad sea una imposición. Lo que pasó en el comando de campaña fue eso: nadie se sentía un invitado. Todos eran protagonistas. Esa es la base para sostener un proyecto en el tiempo.
Tepp lo resume con una convicción firme: “La esperanza, cuando es colectiva, se vuelve imparable”.