Para el espectador desatento a lo que ocurre por fuera de las principales usinas cinematográficas del mundo la noción misma de cine lituano puede parecer un concepto exótico. Pero la ex república soviética posee una extensa tradición en ese territorio artístico, cuyo mayor exponente a nivel internacional durante las últimas décadas ha sido el realizador Sharunas Bartas, visitante asiduo de Cannes. De allí también es oriunda Saulė Bliuvaitė, joven realizadora (nació en 1994, en la ciudad de Kaunas) cuyo debut en el largometraje se llevó el premio mayor del Festival Internacional de Cine de Locarno. Lejos de cualquier atisbo de folclore de exportación o de universos culturales inherentes a la región, Toxic se acerca a cuestiones absolutamente universales y muy, muy contemporáneas. Como ocurre en otro film reciente de origen francés, Diamante salvaje, de la también debutante Agathe Riedinger, el de Bliuvaitė es el relato de un par de amigas, ambas adolescentes, cuyo mayor deseo es quebrar el hastío y la falta de posibilidades de una pequeña ciudad industrial a través del uso de sus cuerpos, en este caso gracias a las posibilidades que brinda el modelaje.

El comienzo de Toxic señala hacia la singular puesta en escena. Un plano alejado de los personajes presenta a Marija, una chica de trece años que acaba de mudarse a los suburbios de Kaunas junto a su abuela y cuya cojera se transforma en la excusa ideal para la burla y el bullying. Las nuevas compañeras de escuela le han robado el jean y Marija deberá volver a casa en traje de baño, empapado luego de la clase de natación. El travelling va y viene perpendicularmente a los personajes en el pequeño recinto del vestuario, antes de ubicarse dentro de uno de los angostos armarios de metal, el rostro de la rubia Marija enmarcado y aislado, empequeñeciéndose al tiempo que la cámara se aleja cada vez más de ella. Como si se tratara de una versión minimalista del comienzo de Carrie, de Brian De Palma, aunque sin poderes especiales ni manías religiosas. Un corte permite conocer a la otra protagonista, Kristina, una chica extrovertida que terminará siendo su mejor amiga en esa nueva etapa de la vida. De cómo ambas se anotan en una escuela de modelaje local regenteada por una mujer que promete éxitos profesionales y glamorosos viajes a Tokio y París trata Toxic, aunque su aparente formato de coming-of-age al uso general puede desestimarse velozmente luego de las primeras escenas. Luego de un recorrido que la llevó a presentarse en casi dos docenas de festivales internacionales, la película de Saulė Bliuvaitė llegará el próximo 25 de julio a la plataforma Mubi.

LA PASARELA Y LA LOMBRIZ SOLITARIA

“A los trece todavía no les dijiste adiós a tus juguetes. Podés jugar con las Barbies y, al mismo tiempo, estar fumando tus primeros cigarrillos”. Las palabras de la realizadora luego de una proyección de Toxic en Locarno son elocuentes. El de Marija y Kristina “es un momento muy peculiar de sus vidas. Me parecía importante incluir los juegos, porque ese es su lugar feliz, no el modelaje. Todo surge de un cierto sentido de responsabilidad: cuando los chicos crecen en una situación difícil, comienzan a sentir que tienen que proveer a sus familias desde muy temprano. Para ellos eso es un trabajo”. Kristina juega con su padre y otro grupo de hombres mayores al básquet, mientras Marija ayuda a la abuela con su pequeño negocio de venta de flores. Un llamado telefónico a la madre deja algunas cosas en claro: por el momento no hay forma de que Marija vuelve a estar junto a ella. “Tal vez en seis meses, por ahora no hay lugar para que te quedes. Cuando pueda te voy a buscar”. El encuentro entre ambas no comienza bajo el mejor de los augurios: es Kristina quien camina por la calle vestida con el jean de la nueva vecina, como si nada hubiera sucedido. De allí a una pelea hay un solo paso.

El primer roce con el mundo de las aspirantes sigue los pasos imaginables. El rostro es analizado de frente y perfil, las medidas corporales se toman con una cinta métrica, surgen las preguntas usuales respecto de qué se desea hacer en el futuro. “El problema con tu pierna se puede corregir”, afirma la directora de la academia. Marija lo observa todo con intriga y timidez, muy lejos de la soltura de las otras chicas, que ya vienen pagando la cuota mensual en la escuela para modelos desde hace tiempo, ansiosas por la llegada del momento de brillar. “Todo comenzó con esas imágenes de chicas muy jóvenes, maquilladas y con bisutería, recordando al mismo tiempo los años de mi adolescencia. Recuerdo mis trece años, ese deseo enorme de ser más grande. Es una edad tan rara, en la que uno siente que puede tener diez años o veinticinco”. Al mismo tiempo, Bliuvaitė destaca que en la historia de la película hay una tragedia. “Es la tragedia de estas pequeñas personas que se sienten mal con sus cuerpos porque no entran en cierto estándar. Somos parte de un sistema que gira alrededor de cómo nos vemos, y si uno es parte de él debe aceptar jugar con ciertas reglas. Cuando alguien se traslada a un ambiente nuevo lo más importante es tener un lugar, hacer amigos. Es lo que le ocurre a Marija, quien poco a poco comienza a conectar con la gente que la rodea. A eso se le suma algo importante: el 90 por ciento de los padres y madres no tienen ni idea de qué están haciendo sus hijos adolescentes”.

A medida que las chicas se convencen de que existe una posibilidad real de triunfar en el mundo del modelaje la obsesión por tener el mejor cuerpo posible comienza a robar sus días. Se tira comida por la ventana, los dedos se introducen bien profundo en la garganta para provocar el vómito y, en un extremo tan risible como monstruoso, se encarga en el mercado negro un comprimido que, así lo afirma el vendedor, envuelve en estado inactivo una lombriz solitaria que comenzará a crecer en el intestino de quien la ingiera. Lo notable de Toxic es la forma en la cual todos esos temas quedan expuestos sin recurrir al sensacionalismo o la explotación de las miserias personales, gracias a un tono que escapa a la sordidez y la gravedad. Los amigos de Kristina, entre ellos un chico de que no pasa de los diez años, pero que parece tener más experiencia de vida que otros jóvenes mayores, acercan varios momentos de humor naturalista. “La historia de Toxic tiene su origen en una amplia gama de experiencias, no solo mías sino de un grupo de personas que conocí durante la adolescencia”, declaró la directora en el sitio International Cinephile Society. “En concreto, diría que Marija refleja más mi propia personalidad, mientras que Kristina encarna rasgos de mis amigos más extrovertidos y aventureros. Solía ​​gravitar hacia amigos que eran alocados y vivían la vida al máximo, lo que me permitió experimentar sus aventuras indirectamente. Esta dinámica moldeó a los personajes de la película: Marija es más una observadora, mientras que Kristina es quien se lanza de lleno a los desafíos de la vida”.

LAS CHICAS SÓLO QUIEREN DIVERTIRSE

“No seas tímida. Eres fabulosa. ¿Puedes sonreír?”. En un inglés con fuerte acento el fotógrafo le indica a Marija cómo debe pararse frente a la cámara. La chica parece incómoda, no tanto con la situación sino consigo misma. Más tarde, cuando llegue el momento tan ansiado, un plano cenital transformará la fila de chicas en trajes de baño en un movedizo organismo serpenteante. Como una lombriz de múltiples anillos, cada uno de los cuales se separa del cuerpo al llegar a destino, la fugaz mirada de los jurados aceptando o rechazando la inscripción de la aspirante. Por momentos, sobre todo cuando las amigas salen a divertirse por las calles de la ciudad, enmarcadas por infinitas fábricas que parecen clausuradas o a punto de estarlo, las imágenes recuerdan al primer Larry Clark, el de Kids, aunque Saulė Bliuvaitė ofrece una mirada más tierna, incluso a pesar del ambiente y las circunstancias. Durante una salida nocturna junto a un grupo de chicos mayores que ellas el alcohol y alguna droga ligera parecen conjurar alguna amenaza e incluso el trauma, pero el guion de Toxic escapa de las tentaciones de la bajeza. Más tarde Kristina tomará una decisión arriesgada, audacia que quizá marque su futuro inmediato, un momento que el film prefiere dejar en completo fuera de campo, concentrado en Marija y sus silenciosas tribulaciones.

Bliuvaitė vuelve a recordar su propia adolescencia y la influencia de un documental de 2011, Girl Model, dirigido por David Redmon y Ashley Sabin, que describe la búsqueda de chicas en Rusia y Europa del Este y registra los castings de miles de jóvenes participantes. “Me vi reflejada en él; esas chicas pálidas y tan, tan jóvenes. Recuerdo que, de inmediato, comencé a conectar esas escenas con mi propia experiencia cuando tenía trece años. Esa idea de modelar fue algo muy fuerte en esos tiempos, alrededor de 2008, especialmente en los países bálticos. La gente venía en busca de estas adolescente muy flacas y había numerosas agencias y castings. Recuerdo las largas filas de chicas que se paraban una detrás de la otra y parecían clones. Incluso se vestían con la misma ropa”. Para los roles de Kristina y Marija la realizadora tuvo que hacer su propio casting, y encontró en las actrices no profesionales Ieva Rupeikaite y Vesta Matulyte, cuya edad es aproximadamente la misma que la de los personajes, los rostros ideales para llevar adelante los papeles principales. En un primer momento, Saulė Bliuvaitė pensó que sería mucho más sencillo elegir a actrices de dieciocho años, pero cambió de idea rápidamente. “Cuando ves el cuerpo de alguien de 18 años de inmediato te das cuenta de que están pretendiendo ser alguien de 13. Creo que eso es algo que está mal en nuestra sociedad. Estamos acostumbrados a ver un montón de películas y series donde gente adulta interpreta a adolescentes, y eso genera una impresión muy diferente de cómo se ve una persona de 13. No quería ser parte de eso, porque de alguna manera desensibiliza la vulnerabilidad de esa edad. Me pone contenta que hayamos trabajado tan duro para encontrar a las chicas, pero creo que finalmente rindió sus frutos y logramos lo que queríamos”.