Los argentinos tienen 262.343 millones de dólares en el exterior. La cifra correspondiente al tercer trimestre del año equivale al 44 por ciento del PIB. Elaborada con los datos de la Posición de Inversión Internacional (PII) difundida por el Indec, representa la estimación más conservadora para la magnitud de la fuga de capitales. Los datos muestran un incremento del 7,6 por ciento frente al mismo período de 2016 y una escalada del 11,0 por ciento desde finales de 2015. El denominado “método de stock” no contempla los ahorros en dólares por fuera del sistema financiero ni las colocaciones canalizadas a través de la red global de servicios financieros offshore expuestas con revelaciones como los Panamá Papers. Estimaciones elaboradas por los ex investigadores del Cefid-Ar, el centro financiado por la banca pública y cooperativa clausurado por el Gobierno, llevan el stock fugado del país hasta los 500.000 millones de dólares, alrededor del 80 por ciento del producto.

Los resultados de la Balanza de Pagos publicados por el organismo estadístico evidencian que el proceso de fuga de capitales se financia con el creciente endeudamiento externo. Entre enero y septiembre de 2017, la deuda externa creció 19 por ciento. Los pasivos en moneda extranjera asumidos por el Gobierno de Mauricio Macri no cubren el déficit fiscal sino que tapan los desequilibrios en la cuenta corriente y la cuenta financiera. Los dólares que ingresan por esa vía se destinan a pagar las importaciones, abastecer la remisión de utilidades y dividendos de las firmas extranjeras, financiar viajes al exterior, cancelar los intereses de la deuda y alimentar la fuga de capitales.

“La fuga de capitales es el reverso de la ausencia de inversiones en la economía argentina. La fuga resta capacidad de inversión. El crecimiento de la fuga es ahorro interno que no se invierte pero además agrava las necesidades de endeudamiento externo. En un contexto de déficit de la cuenta corriente la deuda financia no solo las importaciones, el pago de los intereses y la remisión de utilidades y dividendos sino que abastece la fuga de capitales.”, apuntó el investigador del Area de Economía y Tecnología de Flacso, Andes Wainer. 

“La fuga es un rasgo estructural de la economía argentina desde mediados de la década del setenta. No siempre tiene el mismo origen ni volumen y tampoco las mismas causas. Durante el kirchnerismo la fuga se financiaba con superávit comercial. Ahora se abastece con endeudamiento externo. En ambos casos tiene efectos negativos pero ahora genera una bola de nieve que incrementa la vulnerabilidad de la economía”, apuntó a Página/12 el sociólogo del Conicet. La dependencia permanente del endeudamiento externo en el esquema económico instalado por Cambiemos expone la economía a la impredecible voluntad de los acreedores externos.