“Hay un elemento que vuelve una y otra vez a lo que escribo, y es el agua”, dice la escritora y periodista platense Malena Escobar O’Neill al reflexionar sobre su oficio y sobre su segunda novela, “Punta Lara”, publicada por la editorial juninense “Rama Negra”.
“Punta Lara”, título que remite a la localidad balnearia de Ensenada, va a ser presentada oficialmente por la autora en el Festival de Editoriales y Librerías Independientes de Junín, el próximo 16 de agosto. En la novela, la protagonista, Julia, vive frente al Río de la Plata: vende helado en un carrito y rescata peces atrapados en la orilla. El relato despliega recuerdos de infancia, pérdidas, vínculos fallidos y una conexión profunda con la naturaleza, donde aparecen el humedal, la ribera y el río, que funciona como un personaje más: refugio, espejo, compañía y memoria. La historia se teje, despacio, entre el barro, la lluvia, los peces y el silencio. Una pregunta vuelve una y otra vez a la orilla: ¿quiénes somos más allá de los roles que nos fueron asignados? Julia escapa y busca, poco a poco, construir su propia lengua.
La editorial Rama Negra, por su parte, es un proyecto nacido en la ciudad de Junín que cuenta con una amplia variedad de colecciones, todas con nombres de árboles o hierbas: “Ombú” de narrativa; “Diente de león” de poesía; “Caléndula” para la literatura infantil; “Ceibo” de literatura juvenil; “Manzanilla” para las plaquetas. “‘Rama Negra’ es la planta que resiste al saqueo del monocultivo", explican desde la editorial. “Resiste al pensamiento único, las voces centralizadas, el imperio centralista en un país en el que la barbarie puede ser resignificada desde el pensamiento, la imaginación y las experiencias colectivas”.
En diálogo con Buenos Aires/12, Escobar O’neill reflexiona sobre el proceso de construcción y sedimentación de la historia, su poética, el recorrido entre sus dos libros publicados y su reciente incursión en la dramaturgia.
- Escribís narrativa, no ficción y ahora estás explorando la dramaturgia. ¿Qué es lo que te interesa abordar en esas prácticas?
Últimamente me interesa explorar las profundidades, habitarlas. Esos lugares que aparecen cuando no sé del todo qué estoy diciendo, pero que insisten en salir. Cuando escribo, con el tiempo y la relectura, descubro que los textos revelan cosas sobre mí que no sabía que estaban ahí. Me interesa especialmente ese momento: cuando la escritura se vuelve espejo, y me devuelve una imagen nueva, desconocida, quizás un poco melancólica también. Me atraen esos estados, esos climas emocionales que habitamos a veces como si fueran tremendos, pero que, con el tiempo, pierden el dramatismo y se transforman en algo que simplemente pasó.
- ¿Hay alguna imagen o elemento que aparezca de forma recurrente en tu escritura?
Hay un elemento que vuelve una y otra vez a lo que escribo, y es el agua. Me interesa como imagen, como clima, como eso que se desborda o escurre, algo que no tiene límites ni caudal. Una vez me puse a revisar varios textos que había escrito durante el año y descubrí que todos, de alguna forma, estaban atravesados por el agua. Me gustó encontrar ese hilo.
- ¿Cómo vivís el trabajo con otros lenguajes como la dramaturgia o la poesía?
En la dramaturgia empecé hace poco. Me gusta porque me permite pensar la palabra también desde el cuerpo y desde la voz. La poesía no es mi terreno más cómodo, pero disfruto leerla y, cada tanto, intento escribir algo.
- ¿Cómo empezaste a escribir “Punta Lara"?
“Punta Lara” surgió como trabajo final de la Maestría en Escritura Creativa que cursé en la UNTREF. Empecé a escribirla durante la cursada y, por fuera de eso, trabajé el proyecto con Inés Busquets, escritora platense, que me acompañó de una forma muy generosa. Nos encontrábamos una vez por semana: yo llevaba lo que había escrito, ella me leía con atención, me sugería lecturas, me hacía preguntas.
- ¿Me podés contar cómo fue el trabajo con la editorial Rama Negra?
Después de entregar la novela como tesis, seguí trabajando el texto sola, a partir de algunas devoluciones y relecturas que me habilitaron a pulir un poco más. En un momento me dieron ganas de que fuera leída, y la envié a la editorial Rama Negra, de Junín. Es una editorial chiquita, muy cuidada, con dos editores, María y Marcelo, que fueron amorosos desde el primer momento. Con ellos comenzó otro proceso: el de editar, corregir, repensar. Hay muchas editoriales independientes muy zarpadas en la provincia de Buenos Aires y es hermoso que se den a conocer.
Finalmente, la novela salió a la luz. Estoy conforme con el resultado, pero sobre todo con el proceso, con el acompañamiento y el respeto con el que se trató el texto desde el comienzo. Ahora tengo muchas ganas de que se lea, de que empiecen las interpretaciones, las miradas, lo que cada lector o lectora encuentre. Porque siento que cuando un texto se entrega al mundo, deja de ser del todo propio. Pasa a ser de quien lo lee, y me gusta esa idea. Me saca cierto peso y expectativa.
- Es tu segunda novela. ¿Qué recorrido podés establecer entre tu primer libro y este? ¿Hay algo en común entre ambos?
En primer lugar me sale decir que entre “La clave secreta", mi primer libro, y “Punta Lara”, crecí yo. No solo en términos cronológicos, sino también en relación a la escritura. Siento que hubo algo que maduró, una voz que empezó a afirmarse un poco más. Cuando publiqué “La clave secreta” era más joven (tenía 24, ahora tiene 27), y había algo que todavía estaba formándose en relación a la escritura y a mi persona. Todavía me falta, claro, pero estoy en camino, más cerca. Punta Lara me encontró un poco más sólida, más adulta, con más preguntas pero también con más herramientas para sostenerlas. Si lo pienso rápido, diría que no hay un hilo conductor entre los dos libros. Son historias distintas. Pero si me detengo un poco más, noto que sí hay algunos elementos en común: un tono introspectivo, la exploración de los vínculos, cierta mirada sobre lo cotidiano que se permite la pausa, la duda, el silencio. Tal vez no sea tanto una continuidad en términos temáticos o narrativos, sino una especie de insistencia en mirar hacia adentro.
- ¿Estás escribiendo algo nuevo?
Ahora mismo no estoy escribiendo nada nuevo, estuve bastante concentrada en la publicación de “Punta Lara”. Fue un proceso que me ocupó bastante y siento que necesitaba darle espacio a eso para que saliera al mundo. Pero sí estoy participando de un proyecto escénico, se va a estrenar el 23 de agosto en La Plata, en Teatro Abierto. La obra se llama “Bailó toda la noche, tomó agua fría y se murió”, de la actriz Canela Corno y un equipo de gente muy grosa. Es una propuesta de teatro independiente. Si bien no soy la autora de la dramaturgia —todavía me siento bastante amateur en ese terreno—, sí colaboré en la escritura de algunos textos. Fue un acercamiento más directo y comprometido, más allá de alguna experiencia previa que había tenido. Me está gustando el proceso de montar una obra. Es intenso, colectivo. Creo que ahí se abrió una puerta, un nuevo espacio donde me dan ganas de seguir explorando. Me gustaría animarme a escribir algo completamente propio en ese formato, interiorizarme más, probar. La escena tiene algo que me atrae: la palabra, el cuerpo, el ritmo.