El negacionismo es definido por la Real Academia como una ”actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes". Otras versiones la señalan como un acto irracional frente a una experiencia o evidencia histórica (O'Shea, 2008) o "una posición ideológica a través de la cual el sujeto reacciona sistemáticamente contra la realidad y la verdad" (Fassin, 2007). Cabe sintetizarlas diciendo que se trataría de un fenómeno irracional que --a diferencia de la negación simple, concepto psicoanalítico relativo a un mecanismo de defensa para evitar registros de lo inconciente-- deviene en posición ideológica y rechaza ciertas verdades prefiriendo mentiras y puede aplicarse tanto a genocidios, como a la negación de la existencia de la covid 19 o frente al intento de asesinato de Cristina Kirchner.

En el caso de la modalidad científica de negacionismo, olvida intencionalmente que la ciencia funciona con evidencias, que son verdades referenciales transitorias (Kornblitt, 2022) y la reemplaza por certezas.

La noción de trauma sociopolítico debe incluirse también en ciertas catástrofes naturales como lo demuestra la pandemia covid 19, donde se han puesto en evidencia las tres fuentes del sufrimiento humano descritas por Freud (1930): cuerpo, realidad externa y vínculos.

También existen reacciones sociales de negacionismo que son aprovechadas y manipuladas por grupos de poder o de influencia, como los medios masivos o grupos o partidos para fines propios, políticos o económicos.

Es claro que el negacionismo es un fenómeno cultural, político y jurídico, tanto en su modo científico como en el histórico, de hechos actuales o del pasado.

Diversos intereses políticos y económicos, por lo general a través de los medios masivos, se combinaron para generar distorsiones graves de la realidad, verdaderas ideas deliroides, de estructura precaria, que emparchan con posverdades (el atentado no existió, fue un montaje) el producto de percepciones irrebatibles.

El percepticidio es un concepto que inicialmente aludió a la metodología psicopática de las desapariciones efectuada en forma sistemática por el terrorismo de Estado. (Kusnetsoff, 1968). Pensamos que es una noción que --en diferente medida-- puede utilizarse para comprender hoy en día cómo las técnicas masivas que circulan a través de los algoritmos y las redes sociales anulan o modifican las capacidades perceptivas. Estás manipulaciones inducen preferencias artificiales a partir de afirmaciones falsas o fuera de contexto y se instalan en una superposición con deseos propios de los manipulados.

Cabe introducir acá el también el concepto de percepticidio. Se trata de un sistema que ataca nuestra capacidad crítica e induce a una selección regida por una manipulación a beneficio de quien la efectúa, facilitada por el sometimiento placentero, consciente o preconsciente de los manipulados.

Al comienzo de la pandemia, con variaciones en los diferentes países, se han desarrollado dos tipos de negacionismos desde el punto de vista sociopolítico que desde una perspectiva psicoanalítica conviene diferenciar.

El primero es el que llamaremos negacionismo activo (NA), inductor intencional de percepticidio, es decir desmentidor de la gravedad de la pandemia, de la necesidad de las restricciones y en especial de la importancia crucial de la vacunación. Lo definimos como un conjunto fundamentalista, constituido alrededor de certezas y características de grupos de derecha o ultraderecha y reivindicador de un ideal individualista de libertad.

El trípode que --a nuestro modo de ver-- constituye el NA, es decir inducción de percepticidio, fundamentalismo e ideal individualista de libertad, ha tenido y tiene efectos importantes sobre la sociedad. El segundo tipo de negacionismo lo entendemos como un negacionismo pasivo (NP) que abarca a poblaciones más extensas, muchos de cuyos integrantes son pacientes de tratamientos analíticos. Constituye un conjunto no organizado atravesado por el poder discursivo del NA y su inducción percepticida a través de certezas atemorizantes y desmentidoras de evidencias, e invocaciones a la libertad individual.

Cierto sector que compone este grupo se correspondería con lo que Alemán (2022) denomina negacionismo resignado o atenuado, que caracteriza como “deseado por amplios sectores, que como una marea acompañan el movimiento de los gobiernos [...] privilegiando las exigencias del mercado”.

La cualidad fundamentalista del NA y cierta organización asemejan este conjunto a una masa artificial freudiana, minoritaria en la población, pero intensa y agresiva.

Si bien el pacto denegativo es una alianza inconsciente que permite la constitución de distintas organizaciones vinculares, en el fundamentalismo, cuando no se tolera el vacío o la incertidumbre, se la llena con certezas, a medida que la desmentida y el rechazo se constituyen en “bolsones de intoxicación”. Estas certezas manipuladoras pueden formularse en el discurso en forma negativa (no existe la pandemia) o (el supuesto atentado fue un montaje), o en forma positiva (“las restricciones atacan la libertad o las vacunas dañan”) o peor aún con un discurso de odio (se lo merecía).

Los psicoanalistas podemos y debemos expresar nuestras opiniones frente al negacionismo y las manifestaciones de odio, ya que quienes se aprovechan de la necesidad de enemigos para vencer la incertidumbre pueden dañar tanto la vida y la salud como la integridad y el futuro del pais.

Néstor Carlisky es miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

Ruben Zukerfeld es miembro de la Sociedad Argentina de Psicoanálisis (SAP) y APA.

Raquel Zonis es docente (Universidad Maimónides).

El presente texto resume un trabajo que recibió el Premio Fepal (Federación Psicoanalítica de América Latina), 2022, de Psicoanálisis y Libertad. Con la coautoría de Alcira Baldin, Susana Boz, Olga Cartaña, Marita Cayupan, Juan Falcone, Ricardo Frigerio, Nilda Rodriguez Rafaelli, Mabel Tripcevich Piovano (SAP y APA).