Con obras que fueron seleccionadas a través de una convocatoria abierta, comienza este jueves el Festival ROJASDANZA 2025 bajo la dirección de Alejandro Cervera y una grilla de espectáculos contemporáneos que exploran la versatilidad de la danza, sus diversas perspectivas y las nuevas tecnologías junto a nuevas dramaturgias en relación al cuerpo, el espacio y el movimiento. En ese marco estrena "De cómo aprender a estar solx (decaes)", la nueva obra del artista interdisciplinario, director, coreógrafo, performer, músico y docente Patricio Suárez con protagónico de la actriz y bailarina Liza Taylor. 

Habiendo atravesado estos últimos años por los escenarios del Festival Iberoamericano de Teatro Independiente de Menorca y el Centro Cultural Reina 121 de Valencia en España y el Olaya Estudio de Buenos Aires, el devenir de la obra parece instalarse en el corazón del existencialismo contemporáneo, entre la clásica fórmula sartreana de "Somos lo que hacemos con lo que hicieron de nosotros" y las reflexiones psicopolíticas del filósofo norcoreano Byung-Chul Han, que hasta donde sabemos no vio esta obra pero debería hacerlo y con urgencia siguiendo sus propias palabras: "La permanente optimización personal, que coincide totalmente con la optimización del sistema, es destructiva. Conduce a un colapso mental. La optimización personal se muestra como la autoexplotación total”.

Caen las luces de la sala y subsisten los fríos rayos del proyector contra una pared de ladrillos que la descubren a ella, en soledad pero ocupada en encontrar mil maneras de justificarla. Una soledad no deseada ni voluntaria, habitada en medio de una forzada proactividad y un emprendedurismo optimista tan siglo XXI que busca, a toda costa, torcer la tragedia existencial en supuesta oportunidad, mediante el auto convencimiento de que todo marcha acorde al plan. 

Mientras tanto, detrás y sobre ella se proyectan elocuentes sentencias como "Un sistema de islas desiertas es un sistema que te protege", frase bonita en un contexto en el cual el autoaislamiento pospandémico, el individualismo extremo y el resurgimiento del egoísmo fascista atentan contra toda construcción de comunidad. Verborrágica, ella habla y habla al micrófono utilizando la retórica del exitismo de la autoayuda, aunque su voz se escucha cada vez más extrañada y siniestra. 

En simultáneo, su cuerpo se mueve como el sistema lo espera, coucheado como la fingida espontaneidad de políticos y empresarios, rodeada de escombros, martillo en mano, y bordeando los límites entre el afuera y el adentro, el desborde y el autocontrol, lo lleno y lo vacío, la construcción y la destrucción, la violencia y la fragilidad, la felicidad auto impuesta y la imposición de no cuestionarla. Comenzando antes de su comienzo, e invitando al público a atravesar carteles y slogans que, con reminiscencias brechtianas y estética publicitaria adelantan, activan el pensamiento y generan expectativas, el ingreso a la sala es precedido por frases como "Aislar mi isla es imposible", "¡Muchas islas! ¡Ningún sistema!" “En mi isla mando yo” o “Mi isla es mi sistema”. Una vez adentro, piedras y tierra dispuestas en simetría y la mujer de trajecito-elegante-oficina dan la bienvenida mediante una construcción visual y sonora tan poderosa y seductora que conduce a una reminiscencia inevitable de los crudos manifiestos del Grupo Escombros, nacido de la década infame de los años 90 en la devastada ciudad de La Plata: "El artista es lo que sobrevivió de una cultura que fue reducida a escombros. En el mundo que viene nadie sobrevivirá por sí mismo. El individuo será el grupo”.

Espectral y vertiginosa, así se posa “DEACES” sobre el inestable suelo que transita, armada y desarmada como un unipersonal existencialista y absurdo, tragicómico, filosófico y sarcástico pero, por sobre todas las cosas, increíblemente vital, visceral, divertido y urgente. Partiendo de una mitología centrada en el imaginario de "la isla desierta", la obra ideada y dirigida por Patricio Suárez, coreografiada por Patricio Suárez y Liza Taylor junto a su protagónico y escrita por Rafael Casañ es un necesario balde de agua helada en estos tiempos de individualismo de Estado, de aislamiento atomizado y del abandono de la empatía social que promueve la ridícula y mentirosa libertad neoliberal. 

Transitando momentos de la danza contemporánea, del teatro posdramático, la performance y la instalación audiovisual para construir un manual de supervivencia colectivo, DECAES se crea, como toda gran historia, a partir de otra maravillosa que la inspiró: la biografía del soldado japonés Shoichi Yokoi quien, tras el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945, permaneció oculto en la jungla cumpliendo con su tarea militar ignorando la capitulación de la guerra, temiendo salir de su escondite en el que se mantuvo en secreto y en soledad durante 28 años, sobreviviendo de la caza y de la pesca, vestido con ropa hecha con plantas silvestres y creyendo que las noticias del final de la guerra eran falsedades para hacerlo salir y asesinarlo, retornando finalmente a su tierra en 1972 y popularizando para siempre la frase que pronunció al reencontrarse con su gente: "Es un poco vergonzoso, pero he vuelto".

Única función: sábado 9 de agosto a las 19 en la sala Batato Barea del Centro Cultural Rojas, Av. Corrientes 2038. Entrada gratuita, hasta dos localidades por persona en la boletería del Rojas, desde una hora antes del comienzo de la función hasta agotar la capacidad de sala.