Buscando a Shakespeare - 6 puntos
(Argentina, 2025)
Dirección: Gustavo Garzón.
Guion: Mariana Sagasti y Víctor Cruz.
Duración: 92 minutos.
Estreno exclusivamente en Cine Gaumont.
Luego de su debut como realizador con el largometraje de ficción Por un tiempo, estrenado en 2013, el reconocido actor de teatro, cine y televisión Gustavo Garzón comenzó una carrera como documentalista con el díptico integrado por Down para arriba (2019) y Danielito (2024), ambas ligadas a un tema caro a su vida personal y profesional: las personas con síndrome de Down y su inclusión en la sociedad. Buscando a Shakespeare, que tuvo sus primeras proyecciones durante el último Bafici, es una pieza de otra naturaleza, aunque nuevamente el punto de partida comparte la primera persona del singular. Escribe Garzón en las notas de intención que conoció a Mariana Sagasti, “directora y docente argentina especializada en Shakespeare, quien lleva veinticinco años investigando su obra y enigmático origen, cuando me propuso actuar en una obra y, aunque rechacé su ofrecimiento por respeto al autor, pronto imaginé algo más: hacer un documental”.
No caben dudas de que la figura del gran bardo inglés es universal y atemporal; también es cierto que en la Argentina su figura ha sido venerada, respetada y adaptada en infinitas ocasiones. Asimismo, la versión oficial del cuerpo de obra y su propia biografía, la de ese hombre que nació en Stratford-upon-Avon el 26 de abril de 1564 y escribió una ingente cantidad de tragedias y comedias antes de fallecer a los 52 años de edad, ha sido puesta en duda en muchas oportunidades.
Con esa idea como eje el guion de Buscando a Shakespeare, escrito por la propia Sagasti y Víctor Cruz, alterna dos narraciones y registros en paralelo. Por un lado, el de Garzón, anclado en Buenos Aires por un compromiso teatral, mientras se encuentra con personalidades del quehacer teatral como Ricardo Bartís, Moria Casán, Pompeyo Audivert, Norman Brisky, Virgina Lago, Joaquín Furriel y Roberto Carnaghi –quienes han sabido interpretar a personajes creados por el autor de Romeo y Julieta a lo largo de sus respectivas carreras– para conversar de forma distendida sobre esas cuestiones.
Por el otro, Sagasti, que vive en el Reino Unido gran parte del año, entrevista a académicos y especialistas cuyas opiniones difieren en gran medida, amén de una charla mano a mano con ese gran histrión de enorme experiencia shakespereana llamado Mark Rylance. ¿Quién o quiénes fueron realmente Shakespeare? ¿Acaso Lord Byron o quizás Edward de Vere, el conde de Oxford? ¿O tal vez un auténtico contingente de autores y actores trabajando mano a mano? ¿Y qué tiene que ver la masonería con todo esto? Mientras alguien afirma que nadie con la educación básica de Shaxpear (así lo llama para diferenciarlo claramente del “autor”) podría haber escrito semejantes obras maestras, otro investigador afirma que poner en duda su figura es equiparable a negar la llegada del hombre a la Luna.
Como si se tratara de un documental de investigación, pero con pertinentes derivas, la fascinante historia de fondo conjura el interés del espectador gracias a un ritmo expositivo que no decae, acompañado de cierta ligereza que juega claramente a favor de la película. A esta altura Garzón, el documentalista, ya tiene un cuerpo de obra más que interesante.