“Esta posverdad es sólo un pseudónimo más de lo que hay que llamar con su verdadero nombre: lo real, distinto desde siempre de la verdad, lo real en el que se funda el síntoma de nuestra época” 1 
 Miquel Bassols


Hay quienes hablan de posverdad para referirse al fenómeno por el cual en nuestros días los personeros del poder político y económico pueden decir cualquier disparate o canallada sin que sus dichos les reporten mayores consecuencias. El actual gobierno argentino constituye un ejemplo paradigmático de este tóxico verbal que –al socavar la capacidad referencial del lenguaje– corrompe el discurso y corroe el lazo social. Y no se trata tanto de las promesas incumplidas que la actual administración acumula de manera cotidiana, sino del recurso perverso por excelencia, a saber: la desmentida. Esto es: negar a sabiendas que el otro sabe que el emisor sabe que todos saben que se está mintiendo. Cuando el emisor del mensaje, el otro que escucha y todos los testigos coinciden en la falsedad de una frase sin que esto suponga la descalificación del mentiroso, estamos en el terreno de la barbarie discursiva. Como no podría ser de otra manera, aquí el poder mediático y sus espadas en la justicia son quienes ofician como el Atila de la palabra. 

La clínica prueba que el uso constante de la desmentida enloquece a las personas o, en el mejor de los casos, empuja a la sórdida servidumbre de lo acrítico. Es que la desmentida transmite un mensaje: “no pienses ni discrimines, no hará efecto”. Ejemplos sobran: sin ir más lejos la reforma previsional que el gobierno logró sancionar se basa en disparates como el que comunicó el diputado del Pro Pablo Tonelli: “los jubilados van a perder plata, no poder adquisitivo”; paradigma de las falacias empleadas para ocultar que, si de cumplir con los compromisos fiscales se trata, bien puede el Poder Ejecutivo obtener fondos de los múltiples y exorbitantes beneficios otorgados –y por otorgara los ricos de este país, en lugar de perjudicar la calidad de vida de los jubilados. 

Para este último caso, más que el oportuno uso de conceptos psicoanalíticos, se impone citar un párrafo que Freud escribió hace más de noventa años: “Supongamos que en un Estado cierta camarilla quisiera defenderse de una medida cuya adopción respondiera a las inclinaciones de la masa. Entonces esa minoría se apodera de la prensa y por medio de ella trabaja la soberana ‘opinión pública’ hasta conseguir que se intercepte la decisión planeada”. 2

* Psicoanalista.
1. http://miquelbassols.blogspot.com.ar/2016/12/la-verdad-de-la-posverdad.html
2. Sigmund Freud, “Inhibición, síntoma y angustia”, en Obras Completas, A. E. tomo XX, p. 88.