Es un día común en la vida de una familia común: después de una noche sin sexo, Cora Tanetti (Jessica Biel) va a la playa con su esposo y su hijito de dos años. Algo está levemente corrido en toda la situación, la mujer se ve un poco deprimida y hasta en un momento parece fantasear con la idea de hundirse en el lago y no volver jamás, pero al rato se la ve tranquila sobre la arena, pelando una fruta para su hijo. Y entonces, de la nada, se abalanza encima de un desconocido y con el mismo cuchillo lo apuñala hasta matarlo. La primera temporada de The sinner, la nueva serie de Netflix basada en la novela homónima de Petra Hammesfahr, se toma ocho capítulos para explicar esa única escena: por qué, sin razón aparente, una mujer decente que es madre y esposa ejerce semejante acto de violencia. El personaje protagónico está calibrado cuidadosamente como para volverla la asesina menos probable, y en eso se basa el atractivo de esta ficción: Cora es blanca, bella, tiene una familia, no es pobre, no detenta ninguno de los atributos que en nuestro imaginario hacen al crimen una alternativa más probable. Quizás por eso, desde el vamos, Harry Ambrose (el detective interpretado por Bill Pullman que tomará a su cargo el caso) se fascina con Cora y también se desvive por encontrar una explicación donde podría verse solamente un caso limpio; hay evidencia, hay testigos, Cora es culpable.

The sinner se basa por completo en el misterio del pasado de Cora, que se empieza a revelar muy pronto pero con cuentagotas. En las pistas que vuelven como las piezas sueltas de un rompecabezas hay un carácter siniestro, casi demoníaco, que toma elementos del cine de terror como una escalera que baja a un sótano, una lámpara antigua, papel tapiz con un dibujo intrincado y un ritual de sexo que parece, por lo menos, peligroso. La infancia de Cora también parece prometer algún tipo de explicación terrible: criada en una familia católica muy estricta, desde chica se la hizo responsable de todo lo malo que pasara y se la llenó de culpa, especialmente cuando su hermanita nació enferma y frágil. La serie administra con cuidado la información sobre el pasado de Cora al mismo tiempo que cuenta, con mucho menos éxito, detalles escabrosos de la vida de Harry Ambrose, que está a punto de perder su matrimonio por una relación sadomasoquista con una prostituta gorda y rubia. Nada que pueda equiparar en intensidad a la historia de Cora y su hermana en todo caso, que apunta a la dura conquista de la sexualidad a través de un bosque espeso de prohibiciones. Tomando las dos líneas argumentales juntas, The sinner parecería poner al sexo en el corazón culposo y torturado de la experiencia de la clase media cristiana y blanca, pero todavía hay más sorpresas.

Que esas sorpresas solo estén al final y no al principio porque Cora simplemente no las recordaba quizás no sea suficiente para justificar la inmersión en las profundidades de una psicología que promete The sinner. Sobre todo porque Cora misma termina por ser menos interesante que sus circunstancias, y en ese sentido puede que The sinner represente lo peor de la ficción contemporánea: la multiplicación de trucos que dilatan y desvían, que hacen del paso al próximo capítulo una necesidad imperiosa y en esa intención comercial agotan todo su sentido. Por otra parte, el título resulta ser una especie de engaño, al menos a la luz del final de la primera temporada; The sinner toma a Cora como madre de familia, luego la construye como chica aventurera y exploradora del sexo, las drogas y la noche -es mucho el tiempo que se dedica a levantar la sospecha de que Cora se metió en problemas por coger y salir de noche-, y finalmente la exculpa como víctima, con lo cual el personaje describe un arco tan poco fascinante como los mismos estereotipos.