“Si respetamos el equilibrio fiscal, si logramos ese consenso básico, tenemos asegurado un crecimiento inimaginable, luego de décadas de estancamiento. Si fallamos, volveremos a caer en el pozo de la inflación descontrolada y la destrucción de toda expectativa en el país. No hay otro camino que el del equilibrio fiscal, el orden monetario y por ende el orden cambiario. Tenemos que entender de una vez y para siempre que hay una relación directa entre el orden fiscal, la baja del riesgo país, el crecimiento económico y la prosperidad.” Palabras del presidente Javier Milei al presentar el presupuesto 2026.
Los enunciados del Presidente se dan en una Argentina que, pese a mostrar superávit fiscal, vive inmersa en un desorden monetario, con presiones cambiarias, un elevado riesgo país y la actividad económica estancada. Esa contradicción entre el pensamiento del presidente y la realidad económica nacional era hasta hace poco zanjada con el argumento de la pesada herencia populista. Ya en elecciones de medio término, pasa a ser atribuida al riesgo kuka de un retorno del populismo. Pero tal vez, la base del problema esté en el propio pensamiento y programa económico libertario.
Lo fiscal
El superávit primario no implica la imposibilidad de corridas cambiarias, presiones inflacionaria y un potencial default que se manifieste en valores elevados del riesgo país. Toda economía, aún cuando tenga superávits primarios, tiene importantes stocks monetarios, como efectivo, saldo en billeteras virtuales, depósitos bancarios, tenencias de títulos.
Aún con superávit fiscal, las familias y empresas pueden percibir que la moneda puede devaluarse porque se usó una política de dólar barato y apertura importadora para contener la inflación, generando un rojo en las cuentas externas.
En consecuencia, parte de los stocks monetarios en pesos son volcados a comprar dólares, impulsando una corrida cambiaria. El gobierno puede intentar contenerla subiendo bruscamente las tasas de interés y vendiendo futuros de dólar a bajo precio -- que implica una futura emisión de pesos-- generando desorden monetario.
Si todo ello no alcanza, puede usar las reservas internacionales que consiguió endeudándose en el exterior para contener el dólar. La pérdida de reservas es percibida por los tenedores externos de bonos como una menor posibilidad de que les paguen, por lo que salen a venderlos bajando su precio, lo que impulsa una suba del riesgo país. En ese contexto de incertidumbre cambiaria y desorden monetario, la actividad económica se resiente, aún cuando siempre se mantuvo el bendito superávit fiscal.
La situación puede empeorar si el superávit fiscal es acompañado de un déficit financiero escondido bajo la capitalización de intereses de la deuda del Tesoro. Se estima que el déficit de las cuentas del Estado rondó 1,5 puntos del producto en el primer semestre de 2025, si se consideran los intereses por letras que en lugar de pagarse se capitalizaron.
Ese flujo de liquidez crece cuando las tasas suben para contener las presiones cambiarias, alimentando un stock monetario potencialmente dolarizable, aún con una economía estancada y un Estado que realiza dolorosos ajustes sobre la economía real.