En el último libro de Elsa Osorio, Doble fondo, se alternan dos relatos. En el primero, año 2004, Muriel, una joven periodista francesa, cubre para el diario local la noticia de un particular y sorprendente asesinato producido en el mismo pueblo donde ella y sus lectores viven. Sorprendente porque en este pueblo de la costa francesa, Saint-Nazaire, se produce un crimen por año. Particular porque se trata del cuerpo de una mujer arrojado al mar desde mucha altura y que, según la autopsia, contenía Pentonaval, anestesia que usaron los militares argentinos en la última dictadura antes de tirar sus prisioneros al mar en los “vuelos de la muerte”. 

El otro relato nos lleva al año 1978. Juana Alurralde, una joven franco-argentina, militante montonera, es secuestrada en la ESMA junto a Matías, su hijo de tres años. Para salvar a su hijo, que terminará en Holanda con su padre, acepta colaborar y convertirse en la amante de un represor que la protege. Con él viaja a Francia para trabajar en el Centro Piloto París, el servicio de inteligencia creado por la dictadura para contrarrestar las denuncias sobre las violaciones a los derechos humanos en Argentina, entre otras cuestiones.  En París Juana tiene cierta libertad pero en realidad sigue siendo una detenida de la ESMA. Gracias a su bilingüismo, sagacidad y valentía, intenta, en la medida de lo posible, manipular a los que supuestamente la están recuperando para que liberen y reutilicen a algunos de los compañeros o para que den a conocer la lista de los desaparecidos. De hecho, llega a darle consejos al Almirante Massera antes de su reunión en el Eliseo con el presidente francés Giscard d´Estaing. Juana trata de memorizar la mayor cantidad de nombres para algún día, cuando salga de aquel infierno, poder denunciarlos. En medio de esta pesadilla, de la que no puede escapar sin correr el riesgo de que maten a su hijo, Juana conoce y se enamora de un francés, Yves Le Boullec, que años más tarde se convertirá en su leal compañero.  

Entre ambos relatos se va intercalando una larga carta escrita por Juana, destinada a su hijo en la que describe y explica lo que le sucedió a ella y a la Argentina de los años setenta. Matías, que ha sido criado por un padre negador del pasado, rechaza y escarnece la figura de su madre de quien no quiere hablar: “Le importó más la militancia que yo”. 

Se trata, como lo ha definido su propia autora, de un policial histórico. Frente al lector se va desplegando, por un lado, el relato de lo que realmente sucedió a lo largo de los años y que desencadenó en el crimen y, por otro, el relato de la investigación que va reconstruyendo el anterior hasta dar con la verdad. Hay que señalar que el rol del detective lo tiene un trío singular: Muriel, una periodista que, incentivada por la curiosidad de sus lectores y una gran sed de justicia, investiga y  se implica en el caso; Geneviève, una vecina muy cercana a la víctima, desde cuya computadora descubren que se puede acceder a los mails de la muerta; y Marcel, un joven que entiende y habla español y con el que Muriel tiene una histérica relación amorosa. El papel del policía, que en los relatos clásicos resulta menos astuto que el detective, no recae en este caso en el comisario Fouquet, un señor bonachón que está a punto de jubilarse y quiere a Muriel como la hija que nunca tuvo sino en el inepto fiscal Thibaud. Frente a los erróneos argumentos del fiscal, Muriel suele darle la razón en todo: “Total nosotros tres descubriremos al asesino”, lo que realmente sucederá. 

Mientras el relato policial cuenta con una heroína que se sabe cursi y obstinada, un tono liviano que abunda en escenas dialogadas, el relato histórico muestra el horror y  denuncia no sólo el terrorismo de Estado sino la proyección de la dictadura en la democracia, involucrando hasta el propio menemismo, a través de una trama compleja en peripecias que retoma ciertos tópicos de las novelas de aventuras, como los viajes inesperados, el peligro, las búsquedas y desencuentros de toda una vida. 

Que muchos personajes no sean argentinos y tengan una extraordinaria ansia de saber y actuar permite que la novela sea ilustrativa respecto de la historia argentina para cualquier lector del planeta. Cuando Marcel traduce a Muriel y a Geneviève los mails destinados a Matías, no sólo está pasando del castellano rioplatense al francés sino intentando desenmarañar la lógica de un país que por momentos se le escapa. Años atrás, cuando Yves muestra su total ignorancia sobre el peronismo, Juana le dice que no intente comprenderlo porque es tan incomprensible como que el mismo “comandante de la Marina, que ha matado a miles de montoneros, también es peronista”. Pero él no le hace caso, sale a la calle a sacar fotos de lo que estaba pasando frente a la embajada argentina en París y termina implicándose en la historia del país de la mujer que ama. Sin dudas, el francés que va más lejos es Marcel que continúa investigando y viaja a Buenos Aires para hacer una tesis sobre la última dictadura argentina. Y le está agradecido a Muriel porque “si no hubiera sido por ella no estaría trabajando en algo que, más allá de la tesis, le ha dado un sentido diferente a su vida”.

Doble fondo Elsa Osorio Tusquets 384 páginas