La política monetaria perdió el rumbo. Se terminó el mito de la credibilidad de la actual conducción del Banco Central. La inflación no va a ser del 10 por ciento en 2018 como aseguraba hasta hace cinco días la entidad monetaria. ¿Pero será del 15 por ciento como se definió en la nueva meta? Quedó demostrado que la tasa de interés no fue el mecanismo adecuado para controlar el proceso inflacionario, pero tampoco lo es el modelo de la economía indexada que terminó de pulirse en los últimos meses de este año. El país tiene casi todas sus variables relevantes ajustadas en forma automática a la inflación. La espiralización de los precios puede ser el gran problema si disminuye o deja de ingresar dólares por la emisión deuda.

Los precios internos hace años se mueven con cierta lógica. La inflación sube en función de lo que ocurre con el tipo de cambio, los salarios, las tarifas y los combustibles. No lo dicen sólo economistas estructuralistas de la Cepal sino algunos de los principales consultores del mercado, que entienden que los precios son un fenómeno complejo y que las remarcaciones no se pueden frenar únicamente con instrumentos monetarios.  

Con la excepción del tipo de cambio, el recorrido de las otras tres variables no podrá ubicarse muy por debajo de la inflación del próximo año y, por tanto, aportarán inercia y no funcionarán como ancla para los precios. Es posible argumentarlo punto por punto.

  • Los salarios. La metodología de negociación de las remuneraciones con cláusula gatillo empezó a ser la regla este año y alcanza a una buena parte de los ingresos de los trabajadores registrados. Se aplicó esta misma lógica sobre jubilaciones y la Asignación Universal por Hijo. La fórmula aceptada hace dos semanas en el Congreso implica que unas 17 millones de personas pasarán a recibir a partir de 2018 aumentos de sus ingresos asociados en forma casi lineal con el recorrido de la inflación.
  • Las tarifas y los combustibles. Si bien es una decisión política y no existe contrato establecido, las tarifas subirán en los próximos meses por encima del resto de los precios de la economía. El transporte es uno de los principales ejemplos. Para el próximo año ya se anunciaron aumentos que serían superiores al 50 por ciento en los boletos de colectivo y tren. En el caso de los combustibles, existe una regla para fijar sus precios y se asocia con el valor internacional del petróleo y el tipo de cambio. Para 2018 se espera un barril de crudo más cerca de los 100 dólares que de los 60 actuales y asegura continuos ajustes sobre la nafta interna.

El tipo de cambio es la única variable relevante que podría servir como ancla. En el Central dicen que no lo quieren usar pero en la práctica es lo que ocurrió hasta noviembre de este año, con un dólar que acumuló en once meses una suba del 10 por ciento, mientras el resto de los precios de la economía avanzó arriba del 20 por ciento. Lo que genera incertidumbre es que con el anuncio del equipo económico de la semana pasada, en el que se adelantó un cambio de la política monetaria con una baja de la tasa de interés, ya no queda claro que es lo que puede ocurrir. Hay una masa enorme de pesos invertida en Lebac que frente a un cambio fuerte en los rendimientos se pasará en forma masiva al dólar y podría disparar la cotización.

Por el momento, pese a que la autoridad monetaria corrigió las tasas más largas de las Lebac, no pudo hacer mucho para bajar las de corto plazo. En el mercado dicen que en el BC empezaron a jugar con fuego. El dólar a 17 pesos era muy bajo, según los consultores, pero uno de 19 con tasas en baja no se sabe dónde puede terminar. El punto es que si el dólar sube mucho, con el resto de las variables indexadas, la inflación también puede subir mucho