Hubo muchos y buenos libros, pero el espacio aprieta y se mencionará sólo diez títulos. Desmesurada, tóxica y genial, como su autor, es La parte soñada (Literatura Random House) de Rodrigo Fresán. Excepcional es la narradora-espía que observa a escondidas la casa y la vida familiar en la novela El río invisible (Paradiso) de Cristina Siscar. Una gran ficción de la estirpe de la “trummer literatur”, la literatura de las ruinas o los escombros, es La habitación alemana (Mardulce) de Carla Maliandi. Rose, la peluquera en tiempos menemistas de El papel preponderante del oxígeno (Reservoir Books) de Ángeles Salvador, resulta inolvidable por su potencia y desfachatez mayúsculas. La escritora boliviana Liliana Colanzi experimenta con una escritura que parece poseída por una extraña vibración, originada del mestizaje entre lo fantástico, el realismo y  la ciencia ficción, en los cuentos que integran Nuestro mundo muerto (Eterna Cadencia). La voz de la narradora –una mezcla perfecta de inocencia con obstinada malicia– es uno de los formidables hallazgos de Leila Sucari en su primera novela Adentro tampoco hay luz (Tusquets). El salto de papá (Seix Barral) de Martín Sivak –uno de los grandes libros del año– combina la memoria biográfica, el intento de reconstruir la vida de su padre, el banquero marxista Jorge Sivak, con un narrador más literario y político. Cómo no rendirse a los pies de la magnífica El artista más grande del mundo (Seix Barral) de Juan José Becerra, la novela de un “escritor sin escritura”, un escritor que habla. Un libro poliédrico, hermoso y desgarrador es Chicos de Varsovia (Sudamericana), en el que Ana Wajszczuk reconstruye el Levantamiento de Varsovia del 1° de agosto de 1944, un movimiento de resistencia contra los nazis que duró 63 días y movilizó a 30.000 mil insurgentes clandestinos. La entereza (Paradiso), de Eduardo Rubinschik, es ese tipo de novela que alienta la risa absurda y desesperada, burlona y espasmódica, donde el protagonista es un lenguaje insoportablemente vivo. Gabriel: un poema (Zindo & Gafuri) de Edward Hirsch es un poemario desgarrador de un padre que deviene biógrafo de su joven hijo muerto.