Pocas horas después de que la embajadora estadounidense ante la ONU, Nikki Haley, pidiera una “reunión de urgencia” del Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York, y del Consejo de Derechos Humanos, en Ginebra, para tratar la crisis política en Irán, donde en los últimos seis días murieron 21 personas, en su mayoría manifestantes, y centenares de personas fueron arrestadas, el jefe de los Guardianes de la Revolución, el general Mohamad Ali Jafari, anunció "el fin de la sedición", mientras miles de personas salían a la calle en varias ciudades del país para expresar su apoyo al gobierno.

El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, por su parte, condenó la pérdida de vidas y advirtió que “se debe evitar la violencia" y las autoridades iraníes deben "respetar los derechos a reunirse pacíficamente y a la libertad de expresión".

En las calles de Teherán, la capital, muchos habitantes aseguran comprender los motivos socioeconómicos de las protestas, en un país con una tasa de desempleo que alcanza el 40 por ciento entre los jóvenes, al mismo tiempo que condenan la violencia. Otros tantos rechazan el discurso oficial según el cual las protestas son obra de potencias extranjeras.

"La gente ha llegado a un punto en el que ya no pueden tolerar la presión de las autoridades, ya no pueden más y ahora están en la calle", dice Soraya Saadaat, de 54 años, desocupada.

La clase política -reformistas y conservadores- se posicionó contra los disturbios desencadenados el 28 de diciembre en Mashhad, la segunda ciudad de Irán, marcados por la violencia y la destrucción de bienes públicos, hechos que el gobierno adjudica a los "contrarrevolucionarios" extranjeros.

Las autoridades iraníes, mientras tanto, intentan minimizar el movimiento de protesta, el más importante desde el de 2009, que fue violentamente reprimido en su momento, contra la reelección del entonces presidente Mahmud Ahmadineyad.

Durante una conversación telefónica con su homólogo turco, Recep Tayyip Erdogan, el presidente iraní Hasan Rohani, quien hasta ahora hablaba de una "pequeña minoría" de contestatarios, dijo que esperaba el fin de los disturbios "en unas horas", según el presidente turco.

El jefe de los Guardianes de la Revolución, Mohammad Ali Jafari, acusó, a su vez, “monafeghines", término que designa a los Muyahidines del Pueblo, principal espacio de la oposición en el exilio, a cuyos integrantes acusa de estar vinculados a Arabia Saudita, rival de Teherán en la región.

El general Jafari declaró también que miles de personas fueron "entrenadas" por Estados Unidos para "fomentar los disturbios en Irán", mientras Washington contempla nuevas sanciones contra el régimen iraní.