Son muchas capas las que confluyen en Caían del cielo, entre instancias que rebotan e iluminan de maneras inesperadas. Desde la realización misma de la película, su director, Rubén Plataneo, encontró una imbricación diferencial e inesperada, habida cuenta de cómo la propia película lo involucró de manera personal. En Caían del cielo (Calanda/Inimaginaria, en asociación con Cinespuma), las memorias histórica y afectiva tejen lazos que escarban la tierra y miran el firmamento desde una necesidad recíproca. El estreno es este jueves a las 20.30 en El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120), con funciones previstas para el viernes a las 18, y el domingo a las 20.30.
“La película es una experiencia a nivel formal, para la que partimos de una base documental, con actores y locaciones reales, con protagonistas de la realidad que yo tenía apuntados hace mucho tiempo: una madre de Plaza de Mayo y su nieta, de la ciudad de Santa Fe. Cuando las conocí, detecté una relación muy simbiótica y particular entre ellas, y me pareció que debían ser protagonistas de una película que yo tenía que hacer alguna vez. Pasó el tiempo, hice otros trabajos, y retomamos ese proyecto sobre el fin de la pandemia, cuando en la ciudad de Santa Fe se produjo un hallazgo monumental de documentación de la época de la dictadura, en una casa que abandonó la policía, con cientos de carpetas de seguimientos a personas que fueron desaparecidas. Eso provocó una investigación y la creación de un grupo de estudio y análisis de ese material, donde está involucrada una de las protagonistas de la película, que es Valeria Silva, coordinando la logística de ese trabajo”, explica Rubén Plataneo a Rosario/12.
“Yo había empezado con una idea original sobre una serie de retratos muy íntimos de ella y su abuela, Otilia Acuña de Elías, sin querer profundizar demasiado en el contexto o en la historia, sino a través de la carnadura de los personajes, tratando de que se reflejaran en la película, para que así surgieran esos estratos de la historia, de la realidad, del pasado y del presente, y que contienen una significación tanto histórica como sensible. Es decir, lograr una articulación de estratos histórico sensibles. Después me encuentro con la deriva que tuvo la película, porque Valeria coordinó la logística de la búsqueda de enterramientos clandestinos, en un enorme campo militar que está al norte de la ciudad de Santa Fe, de más de 2500 hectáreas, en la que los antropólogos del Equipo Argentino de Antropología Forense, estaban haciendo una investigación muy novedosa, con una tecnología que desconocíamos, en la búsqueda de estos enterramientos, en el mismo lugar donde ya se había encontrado una fosa en 2010, con los restos de ocho cuerpos que fueron identificados. La película fue tomando derivas bastante sorprendentes, para la propia película en sí, para la estructura del relato que estábamos intentando componer, y para mi propio rol como realizador”, continúa el realizador de El Gran Río y Triple Crimen.
-La situación que finalmente te involucra, por supuesto que fue inesperada.
-El antropólogo forense que dirigía el operativo, Juan Nóbile, empezó a hacer preguntas sobre cuestiones concretas, de cuando yo estuve ahí, en ese mismo campo militarizado. Porque en ese campo fui obligado, por tercera vez, a hacer prácticas de combate, previo a la guerra, en una etapa que fue la peor de mi vida. Así que tuve que resolver si yo pasaba delante de cámara, si me incluía personalmente en la película; pero fue Valeria quien se encargó de definirlo por mí. O, más bien, hay algo que yo creo ocurre en el cine; es decir, sin tener yo ninguna tendencia esotérica o incluso religiosa, creo que el cine tiene su carácter sobrenatural, en el sentido de que llega un momento en donde la película va tomando entidad propia y empieza a pedirte resoluciones inesperadas, a ponerte frente a situaciones que ni imaginabas. Eso es lo maravilloso del rodaje. Nunca me interesó hacer trabajos autobiográficos o sobre mí mismo, pero en este caso, me pareció genial que la película me lo reclamara. Y quise hacerlo del modo que la película me lo pidiera, porque yo no necesito hablar de mí, esta película ya tiene sus protagonistas y sus situaciones sorprendentes. Por eso, intentamos investigar formalmente, cinematográficamente, cómo es que se construyen las historias o cómo se reconstruye la historia, porque, justamente, nuestra memoria es tan caleidoscópica como yo me propuse que fuera la película. O sea, que tuviera una estructura poliédrica, facetada, donde se entrelazaran las historias, los cuerpos y los relatos de las protagonistas y de otros; porque fueron surgiendo protagonistas maravillosos, como Alejandro Elías, que además de cocinar tira el tarot.
-Con tu película acompañaste los cumpleaños 102 y 103 de Otilia, algo que además marca temporalmente la película.
-Otilia se transformó en la protagonista principal, tampoco era el plan original, pero fue tomando tanto valor su protagonismo, que la película lo evidencia. Por eso, todo sirvió para que no tuviéramos que encontrarnos en la disyuntiva de hacer una película testimonial o un panfleto político ideológico sobre el terrorismo de la dictadura, no era necesario, porque los personajes, con su propia vitalidad, iban enunciando ese background histórico. Lo que me interesó también fue entrelazar documental y ficción, porque no es que la película refleje solo lo real de personajes, situaciones y locaciones: Santa Fe aparece como la ciudad-isla que es, y ese monte tan misterioso como revelador, formalmente sugería muchísimas fantasmagorías. Intenté ensoñar la realidad del modo en que la estábamos filmando, haciendo un efecto entre profundidad de campo y desenfoque, para crear una realidad propia, interior, de la película, que conecte al público con esa cuestión de las memorias, de que la memoria también es imparcial, complementaria, sorprendente, porque va cambiando con el tiempo y con los espacios. Siempre me interesó en cine la cuestión de cartografiar. Cartografiar tanto espacios geográficos como vidas humanas, situaciones concretas, y encontrar un mapa de la vida que sea muy vibrante.
-En el medio de la violencia, lográs un retrato intenso y emotivo, en donde sobresale la amistad; como sucede en la recreación de tu propia historia.
-Tiene que ver con el tono general de la película, por lo menos es lo que quisimos, tratar de reflejar lo mejor de nuestros personajes y protagonistas. Luego de enfrentar instancias de la vida muy dolorosas, de una historia muy trágica para nosotros y el país, sin embargo podemos seguir teniendo alegría y amor, para dar y para recibir. Destacar la amistad fue algo que a mí mismo me sirvió para atravesar aquella dura instancia, y que hoy lo rescato cinematográficamente; además, me encanta que dos personas se pongan a conversar sobre su intimidad, eso es algo que en cualquier película atrae, y también es algo que nos gusta filmar.



