Seis años atrás, cuando aún era un estudiante universitario y trabajaba como mesero part-time, el artista oriental Yuki Tatsumi notó cierta particularidad en el restaurant donde laburaba: que muchos clientes jugaban con las fundas de papel de sus palillos, confeccionando con ellas –de modo casi mecánico e inconsciente– simpáticas piezas de origami, que dejaban atrás cuando abandonaban el lugar. “Lo entendí como un discreto modo de agradecimiento por haber recibido un buen servicio, una suerte de retribución simbólica de los comensales en una cultura donde la propina no solo no se acostumbra: está mal vista”, advierte el muchacho. Desde el casual hallazgo, se propuso Tatsumi recolectar todas las pequeñas esculturas de origami que pudiese, llegando incluso a comunicarse con restaurantes de distintos puntos de Japón para que le enviasen las obritas de arte hechas con los envoltorios por sus respectivas clientelas. Pues, tan buena fue la respuesta que, de 2012 a la fecha, Yuki ya ha reunido más de 15 mil variopintos y coloridos ítems de papel, algunos de diseños intricados, otros simples; algunos sencillamente horripilantes y otros ciertamente encantadores. A la colección la tituló Japanese Tip y la ha exhibido por galerías a lo largo y ancho de su país natal. “Desde pajaritos verdes, corazones amarillos, pequeñas linternas blancas y ranas multicolores, hasta peces y hombrecitos de papel, la serie muestra cuán creativo puede ser el público japonés en lo que respecta al arte del origami”, anota el sitio Lonely Planet, que en charla con Yuki suma la siguiente declaración: “La fusión de tradición y arte realmente me interesa; también las formas de comunicación que no requieren palabras. No es solo el objeto en sí mismo lo que tiene valor, sino las circunstancias que rodean su creación”.