En la segunda mitad del 2017, tanto Belloso como Suárez protagonizaron, en el Complejo Teatral de Buenos Aires, la obra El Inspector, escrita por Nikolái Gógol y también dirigida por Veronese. La puesta se vio en la sala Martín Coronado del Teatro San Martín, la más importante del circuito oficial de teatro de texto. Fue por ese trabajo conjunto, además de por otros que ya habían realizado por separado con él, que el director convocó a la dupla para trabajar en el espectáculo que hoy sube a escena, aunque esta vez en la calle Corrientes, donde se ven obras fundamentalmente del circuito comercial. 

–¿Cambia mucho el trabajo, aunque sea con el mismo director, de un circuito a otro?

J. S.: –Nosotros somos actores, damos lo mejor que tenemos cada noche y todo lo demás corre por cuenta de los demás. Nos paramos en la Martín Coronado y en el Multiteatro con el mismo corazón, la misma entrega, el mismo respeto por el público y no nos importa si el espectador tiene una tendencia de teatro oficial, independiente o comercial. Para nosotros el teatro es bueno o malo, te deja algo o no te deja, sucede el hecho teatral o no sucede. Con Carlos (Belloso) somos de una generación para la cual la felicidad de hacer teatro fue algo muy importante. Por eso dejamos todo en eso cada noche, en cada matiz nuevo, en cada color. Si no hacemos eso no vivimos. Esa es nuestra libertad.

C. B.: –Estoy de acuerdo con Jorge. Lo que puede cambiar es la estética. En el San Martín hicimos una farsa, acá una pieza más moderna, con una estética más intimista. Pero las puestas de Daniel (Veronese) son anti teatrales en un punto, porque borra todo lo que tiene que ver con las marcas del hecho teatral para buscar más allá, para bucear hasta llegar a una verdad escénica. Ese trabajo es igual en cualquier circuito. Lo hizo en El Inspector, lo hace en El test y lo va a hacer siempre porque es su forma de trabajar. Con nosotros pasa lo mismo.