Está comenzando un nuevo año y la noticia de dos niños de entre 7 y 11 años vendidos a una secta en Brasil y luego brutalmente asesinados, más la viralización del video de una madre que golpeaba salvajemente a una hija de tres años nos pone otra vez como sociedad en alerta. La violencia hacia los chicos no cesa, debemos visibilizarla, trabajar en la prevención y alentar las denuncias.

Desde el Ministerio Público Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires trabajamos con equipos interdisciplinarios y observamos que las distintas formas de violencia ejercidas hacia ellos van in creciendo y cada vez son más crueles, muchas de ellas terminan con sus vidas o los lesionan de manera irreversible.

Nuestro eje de gestión es darle primordial importancia al derecho a ser oído, y hacemos hincapié en ello porque los niños son la escala más vulnerable. Como adultos tenemos la obligación de atender urgentemente sus necesidades y escuchar y darle veracidad a lo que dicen. Y en este sentido es fundamental garantizar dispositivos y capacitar profesionales para evitar la revictimización que implica que los chicos peregrinen por distintos estamentos relatando una y otra vez los hechos de los que fueron víctimas. 

Como integrantes de la sociedad, desde los organismos de protección de derechos, los medios de comunicación, desde la justicia y desde cada lugar que nos toca desempeñarnos tenemos una enorme responsabilidad, porque cada uno de nosotros constituimos un eslabón de una cadena que puede romper con esta injusticia.

Cuando nos referimos a la violencia hacia las mujeres decimos que la relación de poder físico, económico, emocional, entre otros, es lo que predomina y particularmente en la infancia esta relación de poder es exponencial. Y cuando quien debe cuidarlos y protegerlos vulnera sus derechos y rompe esa confianza, constituye un agravante. Esta violencia depende en la mayoría de los casos de la denuncia de un tercero para poder darle fin. 

Los niños y niñas dan señales claras: están tristes, tienen pesadillas, se vuelven temerosos o tienen golpes que muchas veces los que se los propinan les piden que los oculten o les dan argumentos falsos para que los justifiquen. Los niños hablan de múltiples maneras. Aun cuando no lo expresen en palabras, sus cuerpos, su actitud y su mirada lo dicen. Sólo debemos saber observarlos, escucharlos y estar atentos a sus actitudes. Ese es el primer gran paso para que crezcan seguros y protegidos.

* Asesora General Tutelar de la Ciudad de Buenos Aires.