Para Trump como para Clinton, una manifestación de su personalidad es su estilo de seducción, por no decir de acoso. Hasta entre mujeriegos y acosadores de campeonato, ellos aparecían como excepcionalmente libres de toda culpa o escrúpulo. A Trump le gustaba decir que una de las mejores cosas de la vida era lograr encamarse con las mujeres de sus amigos. Para encamarse con la esposa de un amigo, una técnica era convencerla de que su marido no debía ser lo que ella pensaba. Para eso, hacía que su secretaria convocara al amigo a su oficina. y cuando el amigo llegaba Trump comenzaba una de sus casi constantes charlas sobre sexo. ¿Todavía la pasás bien con tu mujer? ¿Cada cuánto lo hacen? Seguro que encamás con algo mejor que ella... contame. A las tres están llegando unas chicas de Los Angeles, subimos y la pasamos bien, te lo juro...

Y todo el tiempo, la esposa del amigo estaba escuchando por el sin manos del teléfono.