La conferencia de prensa del Día de los Inocentes fue una foto. Fecha apropiada para mostrar un equipo “unificado”. Que la inocencia nos valga si no vemos dos variaciones de la misma melodía en el equipo económico, que expresan a dos fracciones del Equipo del Capital Concentrado: los que quieren seguir valorizando renta financiera en pesos con una súper tasa y los que quieren una gran devaluación y que un dólar alto multiplique  sus ingresos.

Más allá de que la foto sea por ahora la muy tibia rebaja de la tasa de interés,  que refleja un equilibrio precario e inestable entre la fracción monetarista del BCRA, que tuvo que bajar la tasa en momentos de aceleración inflacionaria  sin quererlo y la “entente cordiale” de la Jefatura de Gabinete y los ministros de Hacienda, Finanzas y Producción que pretendía una baja mayor, lo importante es ver la película.

La economía está en una vieja y conocida trampa, película que ya vimos en blanco y negro en la dictadura del ‘76 y en color en los ‘90. La liberalización comercial y financiera generó un déficit fiscal creciente y un déficit externo récord. Ese desequilibrio produjo una fuerte devaluación, que junto a los tarifazos alimenta una alta inflación que produce un retraso cambiario que se come cualquier devaluación.

Este círculo vicioso es un lastre para la economía productiva y hace que los ciudadanos seamos actores de reparto que relojean la pulseada de dos viejos protagonistas,  que mueven los directores del gran capital, actores  que representan una puja: la tasa y el dólar.

Si prevalece la tasa, se logra una estabilidad de corto plazo al costo elevado de generar más apreciación del peso y una grave crisis del aparato productivo. Algo menos de inflación, alivio solo temporal para los endeudados en UVA  y enfriamiento de la economía. Si bajan las tasas los grandes inversores reducen sus tenencias de activos en pesos y dolarizan sus carteras. En este contexto hay una mayor devaluación e inflación.

Elegir entre la espada o la pared nos conduce a una agonía que se prolonga mientras el suero del endeudamiento no se detenga.

¿Cómo se sale de esta trampa? Al igual que de los laberintos, se sale por arriba. Los problemas financieros expresan la punta del iceberg de los problemas de la economía real. Poder bajar las tasas de interés sin que se dispare el dólar, es necesario revertir la apertura importadora, tener una política que aliente a la producción y terminar con la economía de especulación financiera.

Ello requiere volver a una flotación administrada donde sea el Banco Central y no los capitales especulativos, quienes determinen las tasas de interés y el tipo de cambio, que permitan conciliar la estabilidad, crecimiento, empleo y equidad social como impone  la Carta Orgánica del BCRA. Sólo políticas de Estado y no el pseudo libre mercado de los capitales especulativos pueden determinar tasas de interés que promuevan el ahorro en moneda local sin penalizar la producción y un tipo de cambio que evite grandes apreciaciones y devaluaciones. 

Para ello es esencial desalentar los ingresos de capital especulativo y restablecer mecanismos prudenciales que eviten maniobras de endeudamiento y fuga que han caracterizado los procesos neoliberales que siempre desembocaron en una crisis. La actual política económica ha minado la credibilidad del Banco Central y de un Gobierno que fijó metas alejadas de la realidad e insiste con un diagnóstico y estrategia  antinflacionaria que es un sonoro fracaso. La inflación no bajará  aunque se mantengan tasas de interés elevadas, si se siguen generando aumentos  de costos en servicios que afectan directa e indirectamente a todos los precios de la economía, incluido el tipo de cambio.

El problema es que las metas inflacionarias o reflejan una súper tasa de interés que hace inviable producir o en realidad “el mercado” descuenta una inflación superior al 20 por ciento en abierto descrédito a la meta oficial. A pesar de que muchas consultoras difunden pronósticos cerca de  la meta oficial  tratando  de congraciarse con el gobierno,  el “mercado” exige tasas del 28 por ciento anual más cercanas a la inflación real para 2018. Ese divorcio entre las expectativas reveladas y la realidad esperada, sirve también para intentar tirar las paritarias a la baja, pretendiendo reducir la inflación mediante una baja del salario real. 

Un ajuste es el camino que proponen quienes denuncian por derecha la inconsistencia de políticas y los riesgos del endeudamiento. Enfriar la economía bajando salarios, mas allá  de las objeciones  por inequidad, no baja la inflación si se aumentan otros costos.  Menor  actividad económica aumenta el déficit y el endeudamiento. La experiencia en Argentina es contundente respecto a la vulnerabilidad a que conllevan estas políticas.

Durante 2018 se espera una serie de subas de la tasa de interés en Estados Unidos, que aprobó una reforma fiscal similar a la aprobada en nuestro país, que baja impuestos a las grandes empresas, lo que aumentará el déficit fiscal y propulsará mayores tasas. Cada vez que Estados Unidos sube la tasa, como ocurrió a fines de los ‘ 70  o en el ‘94 con el Efecto Tequila (crisis mexicana), los países que tienen déficits fiscales y externos con endeudamiento como Argentina, sufren crisis financieras y cambiarias.

El gobierno aduce que la libre flotación de la moneda marca una diferencia respecto a la tablita de Martínez  de Hoz y el tipo de cambio fijo de la convertibilidad. Lo  cierto es que existe amplio consenso acerca de que Argentina es uno de los países más vulnerables a los shocks externos. Esta visión incluye no sólo a los economistas críticos sino también a  sectores ortodoxos y a  los propios voceros de los financistas globales como el Instituto de Finanzas Internacionales.

Con  la libre flotación de la moneda y sin mínimos  controles prudenciales sobre capitales especulativos admitidos por el Banco de Basilea y el propio FMI, el poder de fuego de los especuladores globales es mayor que el de un país endeudado, vulnerable al corte  del crédito global y expuesto a la fuga de capitales. Quedamos entonces inermes a una Supertasa que luego de erosionar la economía aún con menguante poder de fuego deja lugar al Sr. Dólar que en el nuevo western de la era Trump tiene todas las balas cargadas.

* Ex presidente del Banco Central.