Enero de 2014. Juan Martín Del Potro llegaba al Abierto de Australia como el número cinco del mundo y con serias posibilidades de ascender hasta el tercer escalón, una posición inédita en su carrera. Le ganó a Rhyne Williams en el debut, perdió de manera sorpresiva en una batalla a cinco sets ante Roberto Bautista Agut, y se llevó algunas señales físicas que luego se convertirían en el origen de una pesadilla: la lesión en la muñeca izquierda que lo obligaría a pasar tres veces por el quirófano en poco más de un año.

Aquél era el último recuerdo del tandilense en el primer Grand Slam de la temporada. Que el deporte siempre da revancha, no obstante, es bastante más que una frase hecha. Porque ayer, cuatro años más tarde, la mejor raqueta de la Argentina reapareció en Melbourne y despachó 6-3, 6-4, 6-3 al joven Frances Tiafoe, quien fracasó una vez más en el intento de descolgar el póster de su ídolo.

“Al principio fue duro, pensé que se me venía una parada difícil, pero por suerte fui de menos a más y lo pude sacar adelante”, analizó Del Potro, que acumula 29 victorias consecutivas en partidos de primera ronda en torneos de Grand Slam -no pierde desde Roland Garros 2007 ante Rafael Nadal-.

El campeón del US Open 2009 creció desde el fondo de la cancha y exhibió el oficio de un jugador consolidado para imponerse con suficiencia y sin demasiado desgaste, un aspecto bisagra en un certamen que se disputa durante dos semanas, al mejor de cinco parciales y bajo temperaturas exorbitantes. El servicio, su mejor amigo, funcionó a la perfección: en ese rubro conectó 14 aces y ganó el 84 por ciento de los puntos que disputó con su primer intento. Además, le otorgó sólo cuatro chances de quiebre a su rival y las salvó todas. Con su revés de dos manos, el golpe que estuvo mucho tiempo en duda por su lesión, expuso variantes de velocidad y altura como pocas veces desde su regreso: “Me sentí con confianza para pegarlo y pude utilizar el slice como un recurso táctico, como yo quería, para no correr demasiado”.

La Torre de Tandil ya suma 18 triunfos sobre 26 partidos disputados en el Abierto de Australia, con una eficacia de 69,2 por ciento. En el compromiso por la segunda ronda ante el ruso Karen Khachanov, de 21 años y actual 47° del mundo, sumará un total de 110 cotejos en todos los Grand Slams, en los que registra 78 éxitos y 31 caídas. Sólo Guillermo Vilas (137-45) y David Nalbandian (186-36) lo superan entre los argentinos.

Del Potro venía de alcanzar la final del ATP 250 de Auckland en su primer torneo del año, resultado que le garantizó regresar al lote de los diez mejores tenistas del mundo. “Hoy en día el ranking no me influye tanto”, había deslizado horas antes del debut ante el estadounidense de 19 años. Claro, los números no tienen demasiada importancia para un equilibrista que caminó por el borde del abismo y que debió atravesar diversas operaciones para esquivar el retiro. No obstante, la vuelta a los puestos de vanguardia es un motivo más que tiene para sonreír.

El tandilense había aparecido en el Top 10 por última vez el 4 de agosto de 2014. Por entonces, alejado de las canchas, se recuperaba de su segunda intervención quirúrgica en la mano izquierda. El 8 de febrero de 2016, apenas un puñado de días antes de su regreso en Delray Beach, su nombre figuraba al lado del número 1045, el ranking más bajo desde que se convirtió en tenista profesional.

Ese mismo año, después de lograr la medalla de plata olímpica y el título en la Copa Davis, finalizó en el 38° puesto y dejó en claro que había vuelto para quedarse. El valor de haber retornado al Top 10 es incalculable para un hombre que convivió varios años con la inactividad y la incertidumbre sobre su futuro a mediano plazo. Hoy, con un equipo  de trabajo estable y con bastante margen para escalar, comienza a afianzarse una vez más como la gran amenaza para los históricos campeones. Más allá del embate de algunas nuevas estrellas como Alex Zverev, Dimitrov, Thiem, el tandilense de 29 años todavía tiene espacio para pulir su condición de fuera de serie. Tanto Roger Federer como Rafael Nadal conocen al detalle el peligro de enfrentarse con él.

El Abierto de Australia, un torneo que le trajo más angustias que alegrías, esta vez configura una nueva oportunidad para Del Potro, quien tiene por delante el desafío lavar aquella última imagen y volver a generar un cimbronazo importante en un campeonato de calibre. Por su lado del cuadro aparecen jugadores de la talla de Tomas Berdych, David Goffin, el propio Federer o el hexacampeón Novak Djokovic, que volvió a las canchas tras seis meses por una lesión en el codo. Ya no quedan dudas, sin embargo, que nada queda lejos de su alcance cuando la zanahoria es un puñado más de gloria deportiva. Delpo mete miedo.