Hay encuentros entre hombres que resultan, por lo menos, inspiradores. En la temporada de 1867, el escritor Bram Stoker (1847-1912), que por entonces tiene apenas diecinueve años queda fascinado con la interpretación de Henry Irving en la obra The Rivals en el Theatre Royal de Dublín. Cinco años después, cuando finalmente le presentan al actor, Stoker escribirá respecto de ese encuentro que “Un alma miró a otra alma”. A pesar de haberse casado con Florence Balcome, Stoker estuvo toda su vida obsesionado con Henry Irving al punto de que será el modelo para la descripción de su Drácula: “Su rostro era marcadamente aguileño, de nariz delgada con el puente muy alto y las aletas arqueadas de una forma muy peculiar. Sus cejas, muy pobladas, casi se juntaban en el ceño y eran tan espesas que parecían rizarse por su abundancia. La boca o lo que se veía por debajo del bigote, era firme y algo cruel, con unos dientes singularmente afilados y blancos... El mentón era ancho y fuerte, y las mejillas firmes, aunque hundidas”.

En 1998, un excéntrico y misterioso millonario Tommy Wiseau (James Franco) conoce al soñador, algo iluso y sin duda bellísimo aspirante a actor de Hollywood Greg Sestero (Dave Franco). Ese encuentro es la premisa de la que parte The disaster artist, la hilarante película dirigida por James Franco que ganó la Concha de Oro en San Sebastián, le valió a Franco el Globo de Oro como mejor actor de comedia y es firme candidata a los premios Oscar. Y es que si del encuentro entre Stoker e Irving resultó en gran medida Drácula, del encuentro entre Wiseau y Sestero resultó The Room (2003), una película frankestein hecha con desperdicios y retazos de lo peor del melodrama y del gore, una acumulación de clises, diálogos mal hilvanados, líneas argumentales que no conducen a ningún lado y escenas eróticas de mal gusto. En definitiva un verdadero hito cinematográfico del esperpento que no se veía desde los gloriosos tiempos de Ed Wood.

Sin embargo las inevitables comparaciones terminan allí. Porque si las películas de Wood se caracterizaban por su bajísimo presupuesto, The Room es un film sumamente costoso (se llegó a decir que Wiseau había recibido la cifra de seis millones de dólares por ella). El drama que quiso contar Wiseau se metamorfoseó en comedia involuntaria. Y el fracaso absoluto de público y crítica devino con el tiempo en objeto de culto y un éxito duradero en funciones de medianoche, de aquellas a las que la parte freak del público asiste caracterizado como alguno de los personajes, sigue algunos rituales o lleva cárteles o repite de memoria líneas olvi - memorables del guión original.  (Un fenómeno similar estaría ocurriendo en Argentina con la película Un buen día (2010) un bodrio de proporciones épicas dirigido por Nicolás del Boca y guionado por Nicolás Torres que parece llevar al paroxismo a Antonella, Celeste, Celeste siempre Celeste y Perla Negra con toques de sobrenaturalidad, todo junto en una hora y treinta y cinco minutos). 

The disaster artista cuenta la historia de la filmación de esa película con ternura y humor. Porque más allá de ser la peor película jamás filmada,  un melodrama fallido o un canto a sí mismo hecho a la medida del narcisista Wiseau (que figura en los créditos como director, guionista, actor, productor, entre otras egocéntricas funciones), el backstage de The Room es también el de una historia de amor. Es la manera que tuvo Wiseau de concretar los sueños de Sestero y también de intentar seducir una vez más a la  beldad dorada  (incluso a través de los primeros y bizarros planos del culo de Wiseau). The disaster artist es una brillante comedia donde resulta difícil no reír hasta la carcajada,  un verdadero deleite de apariciones de figuras que ya pertenecen al imaginario gay más icónico como Jane Fonda, Melanie Griffith, Sharon Stone y el propio Tommy Wiseau. Y por más que Franco decidió hacer hincapié en la comedia y en pocos momentos del filme se perciben las debilidades y los quiebres del protagonista es también el retrato de una forma de vivir la pasión gay.