¿Qué podemos decir de la caída de las tradiciones, los lazos familiares, las identificaciones, y en definitiva, la caída de un padre que era, anteriormente, central en la familia, y hoy pasa a ser un proletario más? ¿Hay asuntos de familia?

Juan Carlos Indart plantea que hoy, en muchos de los casos, los sujetos ya no llegan al analista para hablar de su familia. Sostiene que el psicoanálisis comenzó por los asuntos de familia, pero ahora "hay pocos asuntos de familia".

La adolescencia actual puede ser un modelo de lo que ocurre cuando lo no familiar irrumpe. Momento del eclipse del lazo familiar, donde cambian las coordenadas infantiles, siempre imprevisiblemente. La fractura en el cuerpo infantil causa ese sentimiento de extrañeza que enfrenta con un punto de agujero en la significación, con lo no descifrable en la lengua del Otro, con el riesgo de quedar por fuera del lazo social.

En el artículo "En dirección de la adolescencia", Jacques‑Alain Miller dice: "La incidencia del mundo virtual (...) es que el saber, antes depositado en los adultos, los educadores, incluyendo a los padres -era necesaria su mediación para acceder al saber-, está actualmente disponible automáticamente a simple demanda formulada a la máquina. El saber está en el bolsillo, no es más el objeto del Otro. Antes, el saber era un objeto que había que ir a buscar al campo del Otro, había que extraerlo por vía de la seducción, de la obediencia o de la exigencia, lo que implicaba pasar por una estrategia con el deseo del Otro". Es decir "hoy hay una autoerótica del saber que es diferente de la erótica del saber que prevalecía antiguamente, que pasaba por la relación al Otro". O como dice Indart, "los asuntos de familia van brillando por su ausencia".

Si bien en cierto modo estamos determinados por el significante, por el lenguaje, por los semblantes, esta es siempre fallida, agujereada. En esa diferencia entre el deber ser (en general plagado de Ideales que vienen del Otro), y lo que uno es. Justamente la adolescencia es un momento clave de crisis de esta caída de los Ideales. Veamos cuáles son sus consecuencias en esta época.

 

El saber está en el bolsillo, no es más el objeto del Otro. Antes, era un objeto que se debía buscar en el campo del Otro.

 

El adolescente corta el lazo que lo sostiene, dejándose caer, y debe hacerlo, aún si este acto genera niveles de angustia que fácilmente se transforman en manifestaciones de agresividad, donde puede aparecer eso inhumano que surge como un real en el mundo.

Philippe Lacadé sostiene que la violencia adolescente actual "debe ser puesta en correlación con el hecho de que se trata de sujetos que no están habituados a hablar y a contar su sufrimiento. (...) Reducidos a objetos, sin reconocer su relación con la lengua y con el cuerpo". Así, la violencia es testimonio de aberrantes fenómenos de cuerpo, y ocupa el lugar dejado vacío por la palabra, desbordando la dimensión simbólica.

Es un momento en el que lo real de la sexualidad puja, pulsa, presiona, conmocionando los semblantes en los que se sostiene el sujeto, buscando nuevas salidas frente a eso que ya no se sostiene. Se presenta allí un Otro del saber en su mayor inconsistencia, un Otro que ya no tiene todas las respuestas, donde surgen todos los problemas en relación a cómo ser con los otros.

Pero debemos incluir aquí la perspectiva de la época, en la que la autoridad se ve socavada, dice Eric Laurent, por la acción conjunta de la decadencia de la dimensión trágica del padre y la multiplicación de formas de la familia conyugal.

Pero la respuesta puede ser no la violencia, sino la creación de nuevas formas de existencia. Es así que algunos jóvenes, hoy en día, producen nuevas identidades en la búsqueda de desembarazarse de los ideales que vienen de una sociedad a la que claramente rechazan. Es la puesta a punto, con la ayuda del discurso de la ciencia, del hombre "liberado" de los semblantes.

Así, muchas veces, cualquier demanda proveniente del Otro aparece como una exigencia tiránica a la que se responde no siempre de la mejor manera, donde se produce la violencia proveniente de cierta posición reivindicativa, que no llega a tomar la forma de un llamado al Otro, sino más bien sería su denuncia.

En la adolescencia se trata de poder construir un mundo ajeno a ese en el que el enfans habitó, ajeno en el sentido que le permita ciertos puntos de fuga en relación al entramado familiar.

En todo caso, se trata de ver si de manera contingente se puede construir un nuevo lazo, tarea a la que los diversos discursos que trabajan con los jóvenes deben abocarse, sosteniendo un lazo que aloje aquello que se presenta como disímil a ese mismo lazo; es decir, hacer comunidad de alguna manera, lejos de un fundamento en común identificatorio, en una época donde el sujeto se ve obligado a devenir inventor de su propia manera de ser y estar en el mundo.

 

* Psicoanalista. Miembro EOL y AMP. Extracto del artículo publicado en El Caldero Online de la Escuela, número 5, julio 2017