“Aunque no lo creas, de vez en cuando, la mejor manera de que te crean es diciendo la verdad”, desliza uno de los personajes de Mosaic. La frase, dicha al pasar en el piloto, resuena como un mantra en una ficción donde las mascaradas están a la orden del día. En el comienzo se menciona un asesinato acontecido cuatro años antes. ¿El lugar? Un complejo exclusivo montañoso del estado de Utah con tanta nieve como engaños. Sin embargo, la propuesta es mucho más que una historia de Agatha Christie para los tiempos actuales. Uno de los motivos es que lleva la firma de Steven Soderbergh quien viene implosionando formatos, modelos de narración y estéticas desde que desembarcara en el mundo auiovisual a fines de los ‘80. Hoy a las 23, HBO estrena el primero de los episodios de este whodunnit cruel y complejo. Los cinco episodios restantes se emitirán en el mismo horario hasta el viernes 26 que culminará con una emisión doble.

El título sirve a las intenciones del relato ya que cada pieza tiene su propio marco y peso específico dentro de un cuadro más amplio. Aunque el centro del ovillo es Olivia Lake (Sharon Stone). La actriz encarna a una respetada ilustradora y escritora infantil que vive en un paraje invernal llamado Summit. La comarca es ideal para eventos exclusivos y ella sabe cómo moverse entre coleccionistas de arte, por sus resorts luminosos, cavas frondosas y, vale aclarar, donde ningún sujeto parece atado más que a su propio interés. Stone se despacha con una dama preciosa, glacial e imponente al igual que el entorno que sirve de cobijo al relato. La fachada es la de una self made woman aunque, por debajo, haya un ser angustiado a la caza de un simple mimo. Por otra parte, a Olivia se le estaría haciendo difícil mantener el estatus logrado. A la primera ventisca de cariño sobrevendrá un alud. Todos tienen intenciones de sacar su tajada de la “protagonista”. Sea su flamboyante amigo gay (Paul Reubens); un embaucador sugerente (Frederick Weller); el maestranza con sueños de artista (Garrett Hedlund) y, principalmente, los residentes adinerados que se quieren quedar con su estancia rica en minerales. 

Cabe apuntar que Mosaic fue concebida originalmente como una APP (inaccesible para nuestro país) que permite a los usuarios complementar la narrativa con diversos puntos de vista de los personajes y hasta reordenar los giros de la trama (algo trascendental a los fines de un thriller) aunque el fin sea el mismo en todos los casos. Sus creadores salieron a decir que no era una versión audiovisual de “Elige tu propia aventura audiovisual” y la diferenciaron de un video juego con actores. La promocionaron, con cierta pompa, como una “nueva experiencia en contar historias”. En definitiva, la versión televisiva es una red coral con cierta remembranza al juego del “Quién es Quién”. “No sentí que estaba renunciando al control en absoluto, este es un universo fijo. Llego a determinar cuándo ocurren esos momentos de elección y cómo ocurren. Puedo elegir cuáles son los descubrimientos y cómo aparecen. Sigo manejando las cuerdas”, planteó Soderbergh.

Al igual que en otros thrillers recientes (Top of The Lake, Happy Valley, The Bridge), el entorno cerrado aumenta la tensión y sirve como microscopio para analizar conductas sociales sombrías. Ahí está el verdadero interés de Soderbergh. Más que un crimen, destripa el misterio con una narrativa elusiva, diálogos afilados y un tono entre pervertido y zumbón. Otro de los puntos sensibles es su búsqueda estética (una impronta digital de iluminación saturada, gran uso de steadycam) y cierta improvisación en lo actoral. En ese sentido, todo el soporte discursivo de Soderbergh (que por esta señal había presentado la bombástica The Knick y Behind the Candelabra) recuerda a la iniciática Sexo, Mentiras y Videos. En ambas propuestas, la historia se escurre por un filtro maquiavélico, aparentemente despojado, contradictorio, minimalista y pulcro. Aunque en este caso, haya menos sexo y videos pero más mentiras.