Cadáveres, fetos en frascos, pasillos subterráneos y dinero. Todo eso (y mucho más) comenzó a buscarse en una nueva inspección judicial al Instituto Próvolo de Mendoza, el centro educativo y religioso para niños hipoacústicos que es investigado por el abuso a 25 ex alumnos que concurrían al establecimiento. El allanamiento, a cargo de Gendarmería Nacional, surgió a partir de los testimonios de los propios denunciantes en la Justicia. "Además de contar cómo fueron abusados, los chicos en cámara Gesell dieron detalles escabrosos sobre lo que pasaba en el Próvolo. En sus relatos se incluyen entierros y sótanos secretos", contó a Página/12 Sergio Salinas, abogado de la ONG Xumex y parte de la querella.

Hoy el Instituto Próvolo amaneció repleto. A partir de las siete, llegaron al inmenso predio --ubicado en Mariano Boedo 385-- desde gendarmes, abogados querellantes y personal del Ministerio Público Fiscal de Mendoza hasta jardineros contratados por la Municipalidad de Luján de Cuyo. "Luego del último allanamiento en 2016, la fiscal Virginia Rumbo (subrogarte del fiscal a cargo de la investigación, Gustavo Stroppiana) ordenó allanar nuevamente el Próvolo", contó una fuente judicial y agregó que "en esta oportunidad, se le pidió a Gendarmería que se inspeccione todo el propiedad". Y el por qué de esa decisión sólo se puede entender a partir del relato de los denunciantes.

"En las audiencias judiciales, una de las chicas abusadas contó que vio cómo hacían un pozo en medio del jardín para guardar una caja con documentación", explicó a este diario Oscar Barrera, otro abogado querellante. "Cuando le preguntaron si sabía la ubicación de la caja, contestó que sí. Por suerte, la fiscal tomó nota", completó el letrado.

Pero ella no fue la única testigo que recordó entierros en el centro religioso para niños y adolescentes hipoacústicos. En otros relatos, también en cámara Gesell, las víctimas dieron a entender que en el Instituto se escondían bajo tierra fetos en frascos y cadáveres. Otros, en cambio, aseguraron que el Próvolo tenía "pasillos subterráneos", que "conectaban distintas áreas" donde se abusaban a los chicos. Una auténtica casa del terror.

El primer paso que realizó Gendarmería en la inspección fue parcelar la tierra en distintas cuadrículas. Para eso fue necesaria la tarea de los jardineros contratados por la Municipalidad de Luján de Cuyo, quienes emprolijaron el césped del predio. "Luego, con un georadar, se buscará movimiento subterráneo o cosas que puedan llegar a estar enterradas", explicó Barrera. Si se detectan éstos supuestos, a la zona delimitada se pasará un nuevo scanner para tener imágenes más precisas. "Y a partir de allí, con autorización judicial, se procederá a una excavación para secuestrar el material marcado", agregó. Toda la labor durará alrededor de ocho días.