Cuando llegué a su casa, estaba casi toda la biblioteca de álbumes familiares arriba de la mesa de roble, esas que tienen un vidrio arriba. Dice Ivana que compró el juego de mesa, sillas y sillones en un compra venta de La Salada por unos pocos dólares, en un viaje de visita a la Argentina, por el año 2003.

Era una tarde creo que de verano pero no recuerdo muy bien, hacía calor e Ivana usaba un abanico. Pero también era la primera vez que nos veíamos, entonces quizás no hacía calor, quizás el abanico le servía para los nervios iniciales de la cita, porque íbamos a hablar del pasado y a pesar de que ella es puro brillo y sonrisa, yo era una desconocida. 

La mesa estaba repleta de álbumes de fotos de los 90, esos que te  regalaban cuando revelabas un rollo y que arriba solían tener el nombre, dirección y teléfono del local. También había unos álbumes mucho más grandes, llenos de fotos de su exilio por el año 2000,  porque para las personas trans todavía no llegaría la democracia.

Yo llegué y puse la cámara de fotos en modo filmación, según  lo aconsejado debería haberlo hecho en la segunda o tercera visita, primero teníamos que conocernos. Ivana estaba tensa, no le gustan las cámaras y creo que le mentí y le dije que estaba apagada y sólo apoyada en la mesa.  

Me contaba acerca de las miles de fotografías que coleccionaba, de lo importante de no mezclarlas y de cómo habían llegado a ella,  y yo tengo el recuerdo de estar también tensa y pensarme demasiado atrevida por plantar una cámara entre nosotras,  pero me funcionaba del mismo modo que a ella el abanico.

Belén me había contado que Ivana era una de las que más tenía fotos de la época de los 90, y como nosotras estábamos empezando a darle forma al Archivo de la Memoria Trans, mi misión era entrevistarla y llevarme las fotos a mi casa para digitalizarlas y devolverlas al tiempo. 

Toda la tarde miramos fotos y fotos, y nos reímos bastante, de las historias tragicómicas de ella y sus amigas, de los asesinatos y muertes, de las anécdotas con los clientes en Europa… todo esto podría a la vez ser una ficción,  pensaba en una novela de Lemebel, y mientras entendía muy poco como hacía para transformar el dolor en risa, me tentaba a la par, y siempre que me rio también lloro: “el humor fue lo que nos salvó en los calabozos” me dijo, mientras yo me secaba las lágrimas.

Me fui de la casa de Ivana después de haber estado más de tres horas, tenía un nivel de ansiedad extrema, y un pilón de álbumes de fotos con promesas de ser devueltas una vez digitalizadas.  Ya quería ver todas las fotos, escanearlas, devolverlas y hacer eso con muchas chicas más y algunas fotos le mezclé, cosa que me sigue recordando después de tres años. 

Sentí que eran un hallazgo hermoso, unas bellas piezas de arte anónimas. Algunas veces  Ivana recuerda quién las sacó y otras veces se le hace imposible recordarlo, las chicas generalmente vivían en comunidad y si hubieran sido artistas, no dudo en que hubieran usado una firma colectiva y anónima o un seudónimo, el cambiarse varias veces de nombre fue una práctica cotidiana que les permitió a algunas sobrevivir.

Entre esos los álbumes de Ivana, había varios que Zoe le había entregado, que eran la herencia que le dejó su amiga Cristal cuando murió. Ivana ya tenía una colección importante de recuerdos de sus amigas fallecidas y era muy habitual que cuando una moría sus pertenencias se iban con ella, porque vivían en hoteles, y había alguien más que luego ocupaba su lugar.

En uno de estos álbumes de la herencia de Cristal, casi por el medio, estaba el retrato de Renata di Melo, una brasilera que vivió en el Hotel Gondolín.

Cristal vivía con ella, al igual que Zoe y varias más, Ivana que vino muy chica desde Jujuy paraba bastante en el hotel porque ahí estaban casi todas sus amigas. 

Miré por mucho tiempo la imagen, hice zoom por todos lados. La sentía muy cercana, creía que ya la había visto antes, repasaba las fotos de Nan Goldin y la volvía  a mirar. La pose de las manos y los dedos de Renata, el ángulo entre el codo y el brazo al igual que el poster de atrás, la chica acostada tapándose la cara quizás por el flash, en un gesto parecido al de Renata; las paredes dibujadas… todo me parecía perfecto y conocido. 

Soy de las anti, nunca tuve ídolxs fotógrafxs o artistas, no creo en casi ningunx, y no soy de las que se pasan horas contemplando una imagen o un cuadro en un museo, pero ahora estaba en un trance visual con Renata y sus manos.

Por primera vez me encontraba teniendo a quién admirar, pensando en la potencia del trabajo colectivo y el anonimato, en lo genuino de la toma; en el impulso de Cristal de permitir que los recuerdos la sobrevivan, en Zoe de intermediaria y en Ivana conservando los álbumes, tal cual los dejó su amiga, con todo el amor y el oficio de coleccionista. 

La fotografía me sorprendió para bien y me dejó con más preguntas y cuestionamientos sobre el rol de “artista”. 

El Gondolín fue el hotel de trans y travestis más visitado a lo largo de los años por lxs fotógrafxs; es un paisaje estudiado, evocado y ansiado entre nosotrxs. Pero, ¿habrán visto el Retrato de Renata? ¿O los álbumes de Cristal antes de hacer el ansiado fotoreportaje que llevaría quizás sus nombres a la “fama” o al reconocimiento entre sus pares?  Supongo que no. 

¿Quién tomo la imagen? Quizás Cristal, o alguna compañera de cuarto, o capaz la cámara estaba apoyada en una mesa. Es una fotografía sobre un día cualquiera en la habitación del Hotel.  

El Retrato de Renata esta en mi escritorio cerca de mi santuario y es seguramente la imagen que me hubiera encantado tomarle a una amiga.

Renata enfermó muy joven y murió en el hospital en el 2011, dice Ivana que quizás murió también de tristeza por no tener donde vivir, su habitación ya había sido ocupada y no la dejarían volver al Hotel.

Cristal murió en el 2015 y fue la primera vez que se hizo un velorio adentro del Hotel. 

Zoe tiene una valija de fotos repleta de negativos e imágenes del Gondolín desde el año 90 en adelante que ya digitalizamos.

Ivana sigue coleccionando fotos de sus amigas fallecidas y ahora recibió en manos de la familia de Betty todos sus álbumes. Y yo decidí no hacer fotos por un largo rato.


Cecilia Estalles nació en Carapachay en 1982. Fotógrafa, cofundadora de MAFIA, coordinadora y curadora del Archivo de la Memoria Trans. Expuso en Salón Nacional Palais de Glace, Arte x Arte, Macba, Galería Big Sur, Galería Quimera, CC Haroldo Conti, entre otros.