Cuando un adolescente Laudelino Ruiz (Robles de la Valcueva, provincia de León, 1904-Rosario, 1972) consiguió trabajo en una librería frente al Colegio Nacional de Buenos Aires, a los tres años de llegado a la Argentina con su familia, no se imaginó la trama de aconteceres que iniciaba. Contaba 20 años Laudelino cuando el fundador de la librería El Ateneo lo recomendó para dirigir la filial Rosario de la casa barcelonesa Editorial Sopena. Esa filial cerró en 1930.

Al año siguiente, en Rosario, Ruiz abrió librería propia en avenida Córdoba casi esquina Entre Ríos, que atendía con sus hermanas Pepita y María Socorro. Luego se casaría con Irma Moyano, quien había ingresado como empleada del negocio. La familia vivía al fondo, testigo de las improvisadas tertulias que el salón a la calle atraía entre su clientela. El librero nacía como editor cuando en 1933 un español glamoroso llegó a la ciudad. Era el poeta Federico García Lorca, la estrella más relumbrante de aquella constelación de autores y de autoras que la historia recuerda como "la generación del '27" y de la cual el año pasado se celebraron los 90 años por toda España.

"No quiere decir que sea el mejor poeta", opina con ojo crítico de lectora la editora rosarina Liliana Ruiz, hija de Irma y Laudelino. "A lo mejor es mejor poeta Luis Cernuda, que también es de la misma generación. O Vicente Aleixandre", arriesga. A través de la colección Testimonios de su sello Baltasara Editora, Liliana Ruiz publicó en 2016 una investigación de Daniel Feliu: García Lorca, el duende en Rosario. Con material fotográfico de archivos casi inaccesibles, el libro narra en un fluido relato la visita del poeta y dramaturgo. Su conferencia "Juego y teoría del duende: el enigma del alma española" en el entonces teatro Colón (recobrado como teatro El Círculo) convocó al gran público, seducido por el éxito de la puesta en Buenos Aires de su poema dramático Bodas de sangre por la compañía de Lola Membrives.

La foto famosa de aquellos dos días intensos es la de Lorca tocando el piano en el Club Español. Actor, dramaturgo e investigador de historia del teatro, Daniel Feliu (Marcos Juárez, Córdoba, 1976) explora otros aspectos que no fueron tratados en trabajos previos.

"Pablo Suero, muy vinculado con Lorca y la generación del '27, lo trae a Rosario", resume Liliana Ruiz. "Pero él ya tenía la intención de venir porque tenía un primo acá. No se hablaba mucho de eso. Todo giraba alrededor de la conferencia sobre el duende y la visita al Club Español, pero nada más se decía del trasfondo familiar, que constaba en las cartas que escribía la madre de Lorca a la Argentina donde le pedía por favor que averiguara del primo que estaba acá en Rosario y la estaba pasando mal. Era el que había estado de novio con la prima de Lorca que inspiró Doña Rosita la soltera".

Ruiz y Feliu viajaron en octubre del año pasado para una gira de presentaciones en España. La salida del libro había coincidido con un aniversario doloroso: los 80 años del fusilamiento de García Lorca por los represores franquistas. Al que siguió el gozoso de su generación. Estos intensos contrastes signaron el recorrido de ambos por Málaga, Granada y Madrid, y el de Feliu por Barcelona. En Madrid, dialogó de igual a igual nada menos que con Ian Gibson, historiador pionero en la investigación de la biografía de Lorca, cuyos muchos libros sobre la vida del poeta se reeditaron recientemente en versiones revisadas.

La muerte de Lorca es una herida abierta. Quiénes lo mataron y por qué, qué hicieron con él y dónde están sus restos, son preguntas que ni siquiera los arqueólogos forenses han logrado responder. "El desaparecido más famoso del mundo", como lo apodó Ian Gibson, no fue sino uno entre cientos de miles de fusilados que el franquismo arrojó a fosas comunes en donde España todavía no se anima a hurgar. Mientras que Franco hizo del nombre de Lorca uno de sus tabúes impronunciables, la hispanista francesa Marcelle Auclair peticionó oficialmente en 1965 hasta obtener un informe emitido por la Jefatura Superior de Policía de Granada, informe que a raíz de una denuncia del organismo español Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) la jueza Servini de Cubría incorporó a una megacausa abierta en 2010.

El sesgo cognitivo de la culpa de los familiares de la víctima contaminaba los rumores que oyeron los visitantes argentinos. Otro libro presentado en 2017 en España fue uno de Eduardo Ruiz Baena, regente de la Casa Museo de García Lorca en Valderrubio y pariente de aquel primo rosarino en problemas, que se llamaba Máximo Delgado.

"Hablamos en Valderrubio con un pariente de Máximo Delgado, Eduardo Ruiz Baena", recuerda Liliana. "Valderrubio es donde ellos tenían una finca. Iban en verano a veces. Y tenían casa en otro lugar que es Fuente Vaqueros en donde teóricamente nació, que es cerca de Granada. Y después esta la huerta de San Vicente que es otro lugar donde tenían una casa de fin de semana. A su vez tenían casa en Granada, tenían casa en Madrid, no eran gente pobre. La familia de Lorca era una familia de mucho dinero. Pero de mucho, mucho dinero. Y el padre prestaba dinero. En todo el viaje apareció la historia de que muchos deseaban hacerle mal al padre, y a través de Federico le hicieron mal al padre. Hay historias de venganza, muy turbias, dando vueltas por ahí, que no se llegan a saber bien", susurra la editora, quien recuerda haberse enterado de mucho durante el viaje gracias a investigadores del Centro Generación del '27, que tiene su sede en Málaga, y a "parientes lejanos de Lorca que viven en Valderrubio".

Los nervios de la previa en una librería de Madrid dejaron paso a uno de los mejores momentos de la gira. "La pegada era que viniera Ian Gibson. Se largó a llover, a cántaros. Él es irlandés, la lluvia no le asusta, ¡que suerte!, dijimos. Y apareció cuando estaba por empezar la presentación", recuerda Liliana y cuenta que tras el ameno diálogo en que aquella consistió, salieron "de copas" con el irlandés.

"Armar en tantos lugares la presentación no fue fácil. Decir quién soy, mandar el libro, que lo miren, que abrieran las puertas, todo desde acá por Internet y a veces un llamado de teléfono cuando no contestaban los mails, fue una carrera contra reloj. Encima nos agarró el mes de agosto cuando todo el mundo se va de vacaciones y allá en España cierran la persiana y no atienden a nadie", recuerda la hija del librero y editor español que en los años '30 y '40 publicara unos 300 títulos de literatura, medicina, educación y ciencia en Rosario.

Laudelino Ruiz fue secretario del Ateneo Luis Bello del Centro Español de Unión Republicana, del que fue presidente en los años '40. "Se ocupaba de traer a escritores e intelectuales", contó Liliana. Laudelino además ayudó a conseguir casa y trabajo en Rosario a los refugiados perseguidos por el franquismo. No la tuvo fácil durante el gobierno de Perón. Con la última dictadura, Irma cerró la librería.

Como tantas historias de la cultura local segadas entonces, la de los Ruiz insiste en volver a florecer y en reconstruir aquellos puentes. Sobre el escritorio de Liliana hay unos hermosos libros de poesía editados por la imprenta Sur del Centro Generación del '27, entre ellos Dos elegías españolas que escribió Aitana Alberti, hija de Rafael Alberti y de María Teresa León: "Me encontró una mañana Paloma Altolaguirre./ Fue en la número 11 de la calle Coyoacán", le hace decir Aitana en una primera persona elegíaca al poeta Luis Cernuda.

"Porque también están con el tema de 'las sin sombrero' que es como les dicen, que son las 'chicas' de la generación del 27. Entre las cuales están María Zambrano, María Teresa León, Concha Méndez que era la mujer de Altolaguirre, que ella es también la que en esta imprenta Sur que pusieron en Málaga saca poesía sobre todo. Esto está hecho con esa antigua minerva, que es de 1927, creo, 1920, esa antigua máquina con los clichés, costaba muchísimo por supuesto para hacer cada uno de estos libros, pero los siguen haciendo como para demostrar que continúa el espíritu de la generación del '27", sonríe Liliana.