Desde Florencia, Italia

Podría ser la tapa de un disco de Luca Turilli. Podría ser la imagen promocional de una gira de Miranda! También el afiche de un festival de música clásica. O, vamos, también el póster de una banda de glam rock de los ‘70 u ‘80. De Rata Blanca, ponele. A Queen también le hubieran funcionado como afiches.

Pero no, esos lienzos de ahí, que cuelgan como a dos metros y medio del suelo, retratan la vida musical de las cortes florentinas de finales del siglo XVII y comienzos del XVIII. Fueron pintados por Anton Domenico Gabbiani y Bertolomeo Bimbi, allá lejos y hace tiempo, para destacar el interés de los príncipes italianos (en particular Fernando de Medici) en el arte. De hecho, son ellos los protagonistas, rodeados de sus músicos. Y de ahí viene la inefable sensación de un frontman con su banda, la intuición de que si no empezó ahí el arte de tapa de los vinilos, al menos es un tremendo antecedente.

Tres músicos y un sirviente con loro, un autorretrato de Domenico (él también músico) con dos colegas en la corte de los Medici. O Medici con sus músicos. Es fácil ver quién le paraba la olla a Domenico, ¿no? Los cuadros están en el Departamento de los Instrumentos Musicales, que integra la Galleria dell’accademia de Florencia, en Italia, desde 2001. Desde entonces, la institución cobija la colección del Conservatorio Luigi Cherubini, de esa ciudad.

Pero no es el paseo más popular de Florencia. Si no hay mucha gente ahí es, en parte, porque no es particularmente interesante esa ala de la Galleria. Salvo que a uno le guste ver violines, violas y violonchelos Stradivarius en vitrinas, claro. Y quizás no es tan popular porque ahí nomás está uno de los hitos del arte renacentista. Una obra –se puede asegurar sin margen de duda– un toquecito más famosa. Una escultura monolítica perfecta, más allá de un dedo mancillado por el tiempo: a menos de 100 metros y algunas paredes de por medio, está el David de Miguel Ángel.