"Vengo tocando en giras de distinta formación en Japón desde hace bastante, de manera tal que cada par de años tocamos juntos; esta vez estuvo la posibilidad de venir a Argentina, con una gira bastante extensa", le explica Fernando Kabusacki a Rosario/12. La alusión japonesa es bien concreta, dado el show que Kabusacki, Fernando Samalea y el japonés Yoshitake Expe dieran la semana pasada en Centro Cultural Atlas. Un vínculo con la tierra de oriente que al músico rosarino le resulta bien próximo, familiar. Rasgo que parece ser nodal en la vida y obra de Kabusacki, ya que a Samalea lo considera "un hermano musical con quien venimos haciendo un montón de cosas".

Con una trayectoria que le ha llevado a recorrer el mundo, conocer músicos internacionales, integrar la banda de Charly García, acompañar a Robert Fripp, concretar discos, y elegir Japón como lugar de preferencia, a Fernando Kabusacki pareciera no faltarle nadie con quién más tocar. "Me faltan un montón y hay otros con los que nunca toqué y espero nunca hacerlo (risas). En realidad, pasa que en muchos espacios musicales me siento una especie de marciano, pero hay toda una especie de familia de músicos japoneses con los que me siento muy afín, como si fuésemos hermanos, como si hubiésemos tocado juntos toda la vida. Como si en cierta forma pensáramos a la música de la misma manera. En ese sentido, me pasa algo raro porque cuando toco con estos músicos me siento más japonés que argentino. Con algunos músicos argentinos también me pasa, pero hay algunos músicos japoneses con los que pareciera que fuéramos de la misma ciudad", comenta Kabusacki.

-‑De acuerdo con la disciplina que uno le atribuye a los japoneses, ¿cómo es el trabajo, el trato musical?

-‑Es una forma muy difícil de describir, porque son músicos que tocan muy bien sus instrumentos, son muy serios con lo que hacen, y tienen una libertad y un juego con la música que es justamente maravilloso, algo que no veo tanto en Argentina. Hay una apertura muy grande, hay arte en la música que hacen. Para mí tiene que haber arte. Si no hay arte, no es música. Claro que hay mucha música que no tiene arte, digamos, para mí. Sé que estoy siendo medio injusto, pero estos músicos son realmente artistas, con la libertad que el arte implica.

-‑Se nota una mirada atenta con los músicos con los que participás y creás.

-‑Sí, siempre digo que tiene que haber respeto. Si estás tocando con un músico tiene que haber un respeto, una escucha, para poder generar algo con el músico que está tocando, y no contra el músico. Por lo general, muchas veces en la música quienes tocan lo hacen uno contra otro, para ver quién es más, quién es mejor, quien toca más fuerte, quién toca más rápido. En el caso de mis experiencias con los músicos japoneses hay algo de mucho respeto, de crear juntos, de hacer algo en conjunto, no como una competición. La palabra que para mí es llave en la música y en toda cuestión artística es crear, que haya algún factor de creatividad, que estemos creando algo. Eso está muchas veces olvidado en la música. Suelo notar que se trabaja en pos de generar un disco perfecto, que a la gente le guste, pero muy pocas veces encuentro cosas que sean creativas, cuando los artistas estamos, justamente, para crear.

-‑¿En cuáles proyectos estás embarcado?

-‑Uno de los proyectos más importantes para mí es la posibilidad de una gira latinoamericana con Phil Manzanera. El año pasado, en noviembre, armé una banda para tocar con él en el Centro Cultural Kirchner, estuvo buenísimo. Y ahora tenía ganas de que armáramos una gira latinoamericana con la banda de esa ocasión. Tenemos muchos proyectos con Samalea para tocar juntos, también de hacer un disco este año. Voy a escribir un libro, que no sé cuándo se va a editar y menos cuándo se va a terminar. Después habrá una gira nueva en Japón, y un proyecto en Estados Unidos, para ir a tocar a Seattle con los Electric Gauchos, una banda con la que tocamos desde mediados de los años '90 y con distintas formaciones. Ahora hemos vuelto a estar activos. Creo que va a ser a fin de agosto y principios de septiembre. Después seguimos con música para películas mudas, junto a Fernando Martín Peña, y un montón de proyectos más. Todos los proyectos que menciono, en los que participo y anhelo, son proyectos que me hacen muy feliz.

-‑Me da curiosidad el libro.

-‑Hace varios años que Robert Fripp me viene insistiendo en que escriba un libro, varias veces me lo dice, después se ríe (risas). Pero un poco haciéndole caso, voy a seguir el consejo, junto a un amigo en Buenos Aires que me está ayudando en lo que va a ser la diagramación, y amigos como Samalea que me están ayudando con el contenido; de hecho, él tiene dos libros, que están buenísimos. Mi idea es dar un punto de vista que tengo, y que muchos músicos que conozco y admiro tienen. Son cosas que no suelen leerse en los libros de música, o en las escuelas de música, y para mí está bueno que la gente tenga acceso a una forma de pensar que no sea la más habitual. Sobre todo, que sea la gente joven quien pueda ver que hay otra mirada, otra forma de ver la música, de ver y de entender la guitarra. Así que con la ayuda de mis amigos y el empujoncito de la sugerencia de Fripp, me estoy embarcando en eso, creo que voy a empezar a darle forma. Es lo único que me faltaba (risas).

-‑Apenas algo más dentro de todo lo que contás. Siempre volás de un lado para otro, como si no tocaras tierra, en esa geografía sin fronteras que se llama música.

-‑Las fronteras no existen. Como te decía de Japón, para mí está más cerca que San Telmo. No sé bien cómo explicarlo, pero no hay fronteras en la música. Por otro lado, tengo ganas de hacer cosas en Europa, hay una especie de anhelo secreto de hacer un proyecto en Londres, del cual pronto voy a poder hablar, además de visitar países como Islandia, porque parece que no solamente está bueno lo que hace Björk, me han hecho una buena propaganda de los músicos de allá, que son maravillosos.