El año pasado, Martín Tejada filmó un videoclip para Bestia Bebé. En Rondador nocturno, Esteban Lamothe y Kato Quirill escapaban de su cautiverio a las piñas, en una secuencia que recordaba un poco a los videojuegos ochentosos y bastante a las pelis de Sábados de SúperAcción. El clip tentó al responsable de Szama Ediciones, quien levantó el teléfono y propuso seguir con esos personajes en el papel. La dupla, ahora rebautizada Rondador y Nocturno, tomó otros rumbos, reimaginada por el director y guionista (quien asegura que no son artes análogas) y con dibujos de Mariano Taibo. El resultado es una miniserie de cuatro números que ya tiene el primero en la calle, que impresiona lectores y sorprende con unas cuantas piñas menos de las esperadas.

“Ya cuando hicimos el videoclip, para mí había una cosa implícita en la cosmogonía de la banda que tenía que ver con los ‘80, con mirar los superhéroes desde un lugar que me permitía que fueran televisivos, camp. Me pareció lo mejor para el cómic que fuera una diégesis dentro de la diégesis, algo meta, y no una serie de kung fu, que por ahí fue lo que se esperaba: un Kato y la Mole contra todos”, cuenta Tejada.

El autor asegura que le parecía “irresponsable” seguir ese rumbo. “Hubo varios intentos de hacer superhéroes acá y siempre emularon esta cuestión norteamericana, incluso cuando fue Cazador; yo sentí que necesitaba hacer otra cosa”, explica. “Es quizás lo que pasa en el cine, que para hacer algo que uno sienta propio, que el público consuma o lo interpele, la única manera es encontrar la voz local”, plantea y compara con los procesos que el séptimo arte atravesó tras la Revolución Cubana o con la ruptura del neorrealismo italiano.

Al mismo tiempo, observa que “los cambios del país son tan profundos y tan graves” que no podía no reflejarlos: “Había como una demanda externa, empática”. Aquí Tejada vuelve a traer a colación la ventaja de las series para reflejar su tiempo. “Las peripecias finales ya estaban establecidas, yo sabía qué iba a pasar y cómo, pero aparece el cuerpo de Santiago (Maldonado) y yo ya sé quiénes son los villanos, y tienen mucho que ver con esto”, señala el guionista.

“El villano argentino es muy distinto, quién detenta el poder nunca es el chorro: el Mal está en otro lado. Con el cuerpo de Santiago sale este resabio de la dictadura cívico militar a decir que se ahogó solo y yo me acuerdo de un caso anterior, de Ezequiel Demonty, un pibe que la policía empuja al Riachuelo con dos amigos y él nunca sale. Encontré la manera de meter esa cuestión tan jodida y dolorosa para interpelar al lector con esta otra cosa tan jodida que también pasó.”

Por otro lado, los vínculos son el eje que ordena la serie. Vínculos dicotómicos que no se limitan a lo romántico. La cuestión de género también pisa fuerte ahí. Si es posible leer a Rondador y Nocturno referenciados por los clásicos Batman y Robin, donde Santiago es el “héroe”, aquí Tejada insiste en usar a su “sidekick” Ana como “arma política”. “Cuando pasa de la ficción a la realidad, esto que pasaba antes hay que desconstruirlo, hay que discutirlo, y si te fijás en el cómic, la que acciona es ella. Él no puede.”