La CUP, cuyos votos son imprescindible para formar un gobierno de mayoría independentista en Cataluña, puso a sus socios independentistas contra las cuerdas y los forzó a ratificar la declaración unilateral del 27 de  octubre pasado. La organización, que cuenta con apenas 4 escaños, revolucionó la sesión plenaria que tendrá lugar en el Parlament después de un mes de parálisis total, tras la suspensión de la investidura virtual de Carles Puigdemont. Además, la CUP añadió incertidumbre al futuro político de Cataluña al expresar sus reticencias al acuerdo que ultiman Junts per Catalunya y Esquerra Republicana (ERC), fuerzas mayoritarias del movimiento independentista que abogan para elegir presidente regional al encarcelado Jordi Sánchez. 

La CUP había advertido que consideraba insuficiente la propuesta que Junts per Catalunya someterá votación para legitimar como presidente al destituido Carles Puigdemont. Por ello, presentó una enmienda para forzar al bloque independentista a ratificar también la proclamación de la República catalana del 27 de octubre. La Mesa del Parlament -órgano directivo- admitió la propuesta, hecho que la obliga a que se pronuncie al respecto. 

El Ejecutivo nacional de Mariano Rajoy, que mantiene intervenida la región, está en máxima alerta ante lo que pueda suceder en el parlamento catalán, para evitar que se concrete un nuevo desafío a la unidad de España. Si bien en el pasado el parlamento catalán votó numerosas declaraciones políticas sobre la independencia de Cataluña, tras el fallido proceso de secesión del año pasado el Estado español se mostró implacable en lo que respecta a cualquier vulneración de la ley. 

"El Parlamento no está para restituir la legitimidad de nadie, por lo que, si hacen lo que tienen que hacer, nadie va a impugnar nada, pero si incumplen una norma o ejercen por encima de lo que tienen establecido, sí recurriremos e impugnaremos", advirtió hoy el ministro de Justicia, Rafael Catalá, en declaraciones a Radio Nacional de España.

ERC dijo el martes que estaba cerca de cerrar un acuerdo con Junts per Catalunya para investir a Puigdemont, quien se encuentra en Bélgica prófugo de la Justicia, y a la vez formar un gobierno efectivo en Cataluña. Ese acuerdo, que inicialmente preveían cerrar antes del pleno, pasaría por la elección de Jordi Sánchez, de la Asamblea Nacional Catalana (ANC), como jefe del gobierno regional. 

El caso es que Sánchez está en prisión preventiva a raíz del fallido proceso de secesión y para efectivizar su eventual investidura tendría que ser excarcelado. Pero al margen de la viabilidad o no de la investidura, el diputado de la CUP Carles Riera manifestó que el histórico activista no es la figura que su partido quiere para presidir el gobierno catalán, después de haber declarado ante la Justicia que no apoyaba la vía unilateral y que la declaración de independencia había sido simbólica. 

Riera dijo a Radio Catalunya que en las negociaciones no se barajaron nombres, pero que ellos verían con buenos ojos a quien se comprometiera con la República y no con la autonomía. Asimismo, se mostró muy crítico con las propuestas que ERC y Junts per Catalunya le ofrecieron a la CUP en el marco de las negociaciones para formar un gobierno. "Plantean un proceso constituyente como algo de medio pelo y, por otra parte, un programa de gobierno que se parece mucho más a una gestión autonómica de 'pájaro en mano' que a hacer República", sostuvo Riera. 

Por otro lado, el vocero de la CUP no dudo en calificar como una propuesta de feria la resolución parlamentaria de Junts per Catalunya con la que se pretende restituir a Puigdemont. "Nosotros no hemos venido al Parlamento a restituir la autonomía", subrayó. 

Los 4 escaños de la CUP son necesarios para sumar la mayoría independentista en el Parlamento catalán, de ahí que esta fuerza minoritaria tenga poder suficiente para decidir el rumbo que tomarán los acontecimientos en Cataluña. Si la CUP no acuerda, los secesionistas no podrán continuar con sus planes. 

Paradógicamente, los anticapitalistas se han convertido en la salvaguarda del liberal Carles Puigdemont, quien sigue reivindicando su derecho a ser reelegido aunque abrió la puerta para dar un paso al costado. "No tengo vocación de símbolo", dijo Puigdemont anoche al intervenir en un acto en Gante, Bélgica, organizado por la sección juvenil del partido liberal flamenco Open VLD. Puigdemont recordó que cuenta con los apoyos para recuperar el poder, pero que el problema es que si regresa a Cataluña será detenido. Por lo tanto, "si el Parlament decide no darme su confianza, acabaré con mi mandato", aseguró el líder secesionista, mientras persiste la incógnita acerca de qué hará la mayoría independentista, cada vez más dividida.