Hummm… Con el Oscar nunca se sabe, ni siquiera en el último minuto. Sin ir más lejos, el año pasado, cuando todos creíamos que había ganado La La Land y todo su equipo estaba festejando arriba del escenario resultó que ese triunfo no era tal. Faye Dunaway y Warren Beatty todavía deben tener pesadillas con el histórico blooper de esa velada. Tantas que, para quitarles el trauma, la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood les hizo una oferta que no pudieron rechazar: esta noche –nada menos que la del 90 aniversario de la estatuilla– tendrán revancha y volverán a anunciar en el Dolby Theatre de Los Angeles el Oscar a la mejor película.

Es todo un gesto por parte de los organizadores, que así se hacen responsables de lo sucedido un año atrás y limpian el buen nombre y honor de dos venerables figuras estelares antes de que la furia los lleve a desempolvar sus ametralladoras y vuelvan a jugar a Bonnie & Clyde. Se sabe que ahora el margen de error no existe, que se han tomado todas las medidas de seguridad posibles para evitar papelones similares… y que todos igualmente estaremos pendientes de ese desagravio, no sólo porque sin duda los guionistas de la ceremonia les han preparado algún chiste al respecto sino también porque el diablo siempre puede volver a meter la cola. Y el suspenso es parte esencial del espectáculo. There’s no business like show business.

Pero al margen de errores y papelones, la posibilidad de predecir –con cierto rigor y seriedad, sin apelar a corazonadas o rankings de apostadores– al ganador de la estatuilla principal se ha vuelto verdaderamente complicada desde 2009, cuando la Academia decidió cambiar las reglas del juego. Hasta entonces, el rubro mejor película incluía solamente cinco títulos y ganaba, como en todas las demás categorías, aquel que recibía más votos. Desde hace casi una década, ya no es así y el sistema es tan complicado que habría que convocar a Adrián Paenza para que lo explique. Las películas en competencia desde entonces no pueden ser menos de cinco ni más de diez (este año son nueve) y los votantes tienen que completar una boleta que contiene todos los títulos y marcarlos en orden de preferencia. “Preferential voting” llaman al procedimiento. Si una película saca más del 50 por ciento de votos en el primer lugar (algo improbable pero no imposible), automáticamente gana. Pero cuando ninguna consigue ese número mágico, aquella con menos votos en primer lugar es eliminada de cuajo y esos votos se redistribuyen a su vez entre las películas que consiguieron segundos puestos y así sucesivamente hasta que surge la ganadora.


Sam Rockwell y Frances McDormand en Tres anuncios por un crimen.

¿Entendieron? No, casi nadie lo entiende, los votantes tampoco. Ni siquiera The New York Times, que en su nota sobre el tema se queja agriamente del procedimiento. Lo que sí queda claro es que no necesariamente la película que saca más votos es la ganadora, algo que no sorprende en los Estados Unidos donde el sistema de votación presidencial tampoco garantiza que el candidato más votado sea quien acceda a la Casa Blanca.

Al margen de este acertijo matemático, que involucra a 7.258 votantes, ¿quién se quedará esta noche con la estatuilla al mejor film, La forma de agua o Tres anuncios por un crimen? La película dirigida por el mexicano Guillermo del Toro lleva las de ganar, porque acumula trece candidaturas, entre ellas por supuesto las principales (ver recuadro), lo que de por sí presupone un alto nivel de consenso entre todos los votantes, desde los directores hasta los vestuaristas, que votan cada uno en su rubro específico –los directores por los directores, los vestuaristas por los vestuaristas– pero todos en el de mejor película.

Es verdaderamente infrecuente que un film fantástico en el sentido más puro del término se encuentre en ese podio del Oscar, apenas una candidatura abajo del récord de 14, que hasta ahora solamente ostentan Titanic, La malvada y La La Land. Pero la fábula romántico-política de Del Toro tiene varias aristas que –desde que se llevó el León de Oro en la última Mostra de Venecia y el beneplácito del público en el Festival de Toronto– ya la señalaban como favorita a la hora del Oscar. “Del Toro se las ingenia para crear una rareza: una película protagonizada por un monstruo que puede llegar a conquistar no sólo el corazón de su partenaire sino también el de los votantes de la Academia”, se escribió en esta mismas páginas en septiembre pasado, desde el Toronto International Film Festival.

Ambientada en unos Estados Unidos de fantasía pero en los que claramente pueden reconocerse las tensiones de la discriminación racial, la homofobia y la Guerra Fría de los años 50, La forma del agua se planta en la vereda de la corrección política, celebra el amor por la diferencia, se atreve incluso a hacer explícita la consumación sexual entre seres desiguales pero igualmente humillados y además, como frutilla del postre, se presenta como algo que siempre toca las fibras sensibles de los votantes de la Academia: una celebración del cine mismo, con referencias que van desde la clase B de Hollywood (El monstruo de la laguna negra, 1954, de Jack Arnold) hasta el cine de qualité francés (La bella y la bestia, 1946, de Jean Cocteau). ¿Qué más se puede pedir para ganar?


Gary Oldman, favorito al mejor actor por Las horas más oscuras.

Ah, siempre falta algo... Su principal contendiente, Tres anuncios por un crimen, que reúne siete candidaturas, la mitad más uno de su oponente, arrasó con los premios del sindicato de actores, el Screen Actor’s Guild, donde fue premiada no sólo su protagonista, Frances McDormand, sino todo el elenco en su conjunto. ¿Y eso qué tiene que ver? Mucho, porque 1.218 miembros votantes son actores y actrices, una cantidad muy por encima de cualquiera de los otros rubros, y está probado que pueden dar vuelta una elección, como cuando dos años atrás, contra todo pronóstico, En primera plana se quedó con el premio mayor, básicamente porque impresionó no solamente su tema, entonces muy en boga (el acoso sexual a menores; Hollywood siempre tiene un “tema del año”), sino la solidez de su elenco. O porque según el “preferential voting system” no se imponían ni unas ni otras y quedó por descarte, vaya uno a saber.

En el año del #MeToo y el    Time’s Up no cabe duda de que McDormand es número puesto para el Oscar a la mejor actriz, en tanto encarna a una Madre Coraje que busca justicia después de la violación y el asesinato de su hija. Algunos analistas señalan que Tres anuncios por un crimen no tiene candidatura al mejor director y eso le restaría posibilidades en la categoría principal, pero una vez más salta el ejemplo reciente de En primera plana, que ganó el Oscar a la mejor película cuando su director tampoco estaba nominado.

En el rubro película extranjera cada vez fue creciendo más la chance de la película chilena Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio, que sería la primera de su país en ganar la estatuilla. Una prueba del impacto que tuvo en el mercado estadounidense es el hecho de que su protagonista, Daniela Vega, estará en el escenario entregando uno de los premios, con lo cual se convertirá en la primera persona transgénero en participar oficialmente de la ceremonia. A su vez, la Academia no debería permitirse obviar el premio al mejor documental para Visages villages, última maravilla de la activísima Agnès Varda, que a los 89 años (cumple 90 en mayo) es mucho más que la “abuela de la nouvelle vague”. Se trata de una de las mejores cineastas en actividad y en un año en que las mujeres pasan al frente Varda debería ser la primera en ser reconocida, no sólo por su película más reciente sino también por su trayectoria, que incluye un permanente compromiso feminista.