El presidente del Parlamento catalán propuso ayer al activista preso Jordi Sánchez como candidato a la presidencia de Cataluña pese a que no cuenta con los apoyos suficientes para superar la votación de investidura, lo que deja al separatismo sin más opciones que retomar la vía de ruptura con España o ir a nuevas elecciones.

La decisión parece destinada a profundizar la parálisis en la que se encuentra Cataluña desde los comicios regionales del 21 de diciembre, en los que los independentistas, con el ex presidente Carles Puigdemont a la cabeza, recuperaron la mayoría absoluta y, por lo tanto, el derecho a formar gobierno.

Después de realizar una ronda de consultas con los grupos con representación parlamentaria, el presidente del Parlament regional, Roger Torrent, confirmó la candidatura de Sánchez por ser quien cuenta con más respaldo, a pesar de que eso no significa que Sánchez, titular de la Asamblea Nacional Catalana (ANC) y número dos de Junts per Cataluña, cuente con los votos suficientes para superar la futura investidura, cuya fecha no fue confirmada.

La Candidatura de Unidad Popular (CUP), cuyo apoyo es imprescindible para la formación de un nuevo gobierno independentista, es el principal escollo luego de haber puesto como condición que el candidato a la investidura cuente con un plan “republicano”.

Además, los anticapitalistas, como se conoce a los militantes de la CUP, dijeron que sólo cambiarían de opinión ante una “muestra de desobediencia” de sus socios del frente secesionista.

“La CUP no ha vetado a Sánchez”, subrayó en conferencia de prensa el diputado Carles Riera, tras un encuentro de 15 minutos con Torrent, a quien le transmitió que su partido sólo votará a un candidato con un “compromiso público con un programa republicano y no autonómico”.

Riera dijo que “hay un profundo desacuerdo” entre Junts per Catalunya, que propuso a Sánchez, y Esquerra Republicana (ERC) por un lado, y la CUP, por el otro; y que las negociaciones han quedado “interrumpidas”.

La semana pasada, Puigdemont (foto) anunció que retiraba su candidatura y prpuso como sucesor a Sánchez. La decisión parecía despejar el camino para la formación de gobierno, pero ERC reclamó el cargo para su líder, el también preso Oriol Junqueras, y la CUP, que cuenta con cuatro escaños clave para alcanzar la mayoría absoluta, dejó la decisión en manos de sus militantes, que se pronunciaron a favor de una abstención.

“No podemos permitirnos no llegar a un acuerdo. No será por Esquerra que no habrá un gobierno efectivo en Cataluña”, sostuvo ayer el vocero de ERC, Sergi Sabría, para quien unas nuevas elecciones serían una “irresponsabilidad”.

Riera, en cambio, se mantuvo firme y recordó que con la abstención de la CUP se abren igualmente posibilidades en segunda vuelta tanto para Sánchez como cualquier otro candidato independentista, ya que el presidente podría ser elegido por mayoría simple.

Para ello hace falta que Puigdemont y su ex consejero Toni Comín, quienes se encuentran en Bélgica prófugos de la Justicia, deleguen su voto a favor de dos diputados de Junts per Catalunya, un trámite que en caso de ser permitido por la Mesa del Parlament, encabezada por Torrent, implicaría exponerse a consecuencias penales. Esta sería la prueba de desobediencia que reclama la CUP.