En una confirmación de que el Estado de derecho en Brasil se ha vuelto un campo de guerra, una verdadera lawfare, un juez aceptó una solicitud de hábeas corpus para Lula, pedida el viernes por tres diputados del PT, y  decretó la excarcelación del ex presidente de Brasil. El documento llegó a manos de la Policía Federal de Curitiba, donde Lula está detenido hace ya tres meses, de forma ilegal y arbitraria, como prisionero político. La decisión anunciaba la liberación de Lula para ayer mismo por la mañana.

De inmediato la noticia recorrió todo Brasil con reacciones de lo más  contradictorias. Manifestaciones populares empezaron a saludar la decisión aguardada tanto tiempo y la gente comenzó a concentrarse frente a la Policía Federal de Curitiba, donde hay una vigilia permanente junto a Lula desde su detención. Se convocaron manifestaciones por todo el país. En Sao Bernardo do Campo, cerca de la casa de Lula, hubo una gran concentración para aguardar su retorno.

Por el otro lado, TV Globo suspendió la cobertura al detalle que hacía del rescate de los niños en Tailandia para dar la noticia de que Lula sería liberado de inmediato. Pasaron entonces a deducir las consecuencias de que Lula fuera liberado, de que aun así no podría ser candidato, pero que saldría a hacer campaña por todo el país en favor de su candidato y que ello cambiaría totalmente el escenario electoral. Llamaron a sus juristas para alegar la supuesta ilegalidad de la medida del juez (Favreto), aguardando una reacción de Sergio Moro. Este último, sin contar con poder para ello y estando de vacaciones en Portugal, mandó instrucciones a la Policía y publicó su opinión de que la decisión no debería ser cumplida. Empezó en ese momento una escalada de escaramuzas entre el juez que reiteró la decisión de liberar a Lula –puso como plazo las 17.30 horas para que se cumpliera– y los magistrados que opinaban lo contrario. 

Jueces en vacaciones, medios de comunicación, movilizaciones populares en todas las grandes ciudades de Brasil, incluso en Curitiba, aguardando la liberación, y en Sao Bernardo do Campo, cerca de la casa de Lula.

Dos de los diputados del PT que presentaron la solicitud de hábeas corpus llegaron temprano a la Policía Federal para garantizar el cumplimiento de la decisión judicial, pero se dieron cuenta de inmediato de la actitud dilatoria del guardia. Hasta que llegó un llamado telefónico de Moro, desde sus vacaciones en Portugal, ordenando que la decisión no fuera atendida. Enseguida mandó un largo texto intentando justificarse, sin que tuviera el derecho de rechazar el hábeas corpus.

La inmensa euforia de la posibilidad de tener a Lula libre sirvió, por lo menos, como ensayo general para su liberación. Volvió a quedar vivo en la mente de todos la posibilidad concreta de que Lula salga. Y no hay nada que mueva más al pueblo brasileño que esa esperanza concreta. 

Lula, por su lado, se mantuvo sereno y dijo a un diputado del PT que estuvo con él que no creía que fuera liberado ahora. Y a pesar de que corriera la noticia, al final de la tarde, de que él estaba siendo sometido a exámenes para ser liberado.

De todas maneras, la cuestión jurídica no está resuelta, ni siquiera con la anulación de la concesión del hábeas corpus por el presidente del Tribunal de donde salió la decisión, porque sólo lo podria hacer el pleno del Tribunal. Queda siempre la palabra del Supremo Tribunal Federal, de que un juez afirmó que la decisión de la concesión del hábeas corpus fue legal y que Moro actúa con desesperación.

Un grupo de abogados por la democracia entró con un pedido de prisión de Sergio Moro por incumplimiento de decisión judicial, dado que no le compete a él     no respetar una decisión judicial.  

El pueblo se movilizó en las calles como no lo había hecho durante el Mundial de Fútbol, con entusiasmo, alegría, con esperanza, como si este domingo fuera un ensayo general para que Lula efectivamente salga libre.

Si Lula ya era el centro de la vida politica brasileña aun preso, ahora entonces la esperanza de que él efectivamente sea liberado –y el fantasma de que ello ocurra para la derecha– comandará más todavía la vida política brasileña, a menos de tres meses de la primera vuelta de las elecciones presidenciales.