En una versión previa al corte final de La quietud, Mia hacía un comentario gracioso sobre el fuerte acento francés de su hermana Eugenia, elemento que bien podría interpretarse como un problema de construcción del verosímil, dado que el personaje se instaló en el extranjero durante la adultez. Por el contrario, la actriz que la interpreta, Bérénice Bejo, vivió apenas tres años en su Buenos Aires natal antes de mudarse, junto a toda su familia –incluido su padre, el director de cine Miguel Bejo– a Francia, escapando de la dictadura militar en 1979 (más puntos de contacto con la historia de La quietud, aunque de manera proporcionalmente inversa, como el espectador va descubriendo a lo largo de la proyección). “Esa referencia algo autoconsciente la terminé sacando para evitar confusiones. Te doy un ejemplo. El director de fotografía de la película, Diego Dussuel, es chileno. Es un caso similar al de Bérénice, ya que tuvo que exiliarse en Francia, aunque ahora vive en Barcelona. Vos hablás con él y el acento de Bérénice es argentino puro en comparación. A veces la realidad no se parece a lo que creemos. Y de eso habla también un poco la película. Por eso está Edgar Ramírez haciendo de marido de Eugenia y no un actor francés, aunque eso hubiera venido muy bien para la coproducción. Es interesante ese mundo de exiliados de distintos orígenes y estilos, algunos privilegiados, otros no. La película no puede explicarlo porque sería muy engorroso, pero ese aferrarse a un acento pinta en parte a los personajes. A veces se da al revés. Como mi abuela, que después de vivir añares en Argentina se murió hablando como lo hacía a los quince años, cuando todavía vivía en España. Cuando la película se exhiba afuera eso se va a perder, pero acá no. Y es interesante: tenés a Bérénice con su acento francés, a Ramírez hablando venezolano, a Graciela Borges haciéndolo en su propia y única tonada”.