De la biología y la fisiología a tomar clases de danza, apasionarse y comenzar a bailar. Margarita Bali fue dejando de lado sus estudios en ciencia para volcarse de lleno al arte y devenir uno de los referentes de la danza contemporánea local. Integró el Ballet de Oscar Araiz, el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín y fundó Nucleodanza con Susana Tambutti y Ana Deutsch, la compañía independiente que durante veinticinco años (de 1975 a 2000) sacudió la escena local y giró por el exterior. Muchas de las creaciones de este grupo aún hoy seguirían asombrando, tanto como la producción multimedial que Bali pergeñó desde que en 1993 incursionó en el videodanza. Como si la tecnología le permitiera potenciar el juego, la creatividad y el vuelo poético de sus obras, generando un mundo onírico que se expande a partir de situaciones cotidianas y de ámbitos más alejados, como el fondo del mar o el espacio. Esta ecléctica producción de danza, videodanzas, obras que cruzan cuerpos en vivo y virtuales, mapping a gran escala y videoinstalaciones es el eje de Universo Bali (Danza y Audiovisual), el libro editado por la investigadora Alejandra Torres con apoyo de Prodanza, Mecenazgo y la Asociación Argentina de Estudios sobre Cine y Audiovisual. Se presenta este jueves 20 a las 19 horas en el Museo Nacional de Bellas Artes, con entrada libre. 

El volumen de casi 300 páginas permite descubrir el recorrido de esta artista premiada en el país y en el exterior: detenerse en distintos momentos de su vida creativa, en fotos de sus obras, textos escritos por ella misma sobre cada creación, textos de especialistas y de artistas que colaboraron con ella, además de una profunda entrevista de apertura a cargo de Torres, cronologías y mapa de vida. "Estaba investigando el tema de la medusa en la literatura, vi el video de Margarita inspirado en ese animal y me fascinó. La entrevisté y a partir de ese momento, con mucha generosidad, me fue abriendo su mundo artístico. Me encontré con tal variedad de obras que sentí que había que hacer algo con todo eso, con esa convergencia de lenguajes artísticos", cuenta la editora a Página/12. "Yo también me estaba preguntando qué iba a hacer con todo el material que tenía. Me daba un poco de angustia: todo repartido en cajas, en roperos con fotos, artículos, videos", reconoce Bali. 

El proceso llevó casi dos años de trabajo conjunto. Primero organizar el material (casi 45 años de creación que separaron en 45 cajas), seleccionarlo (confiesan que quedó material como para otro libro), editarlo, producir los textos. "Me parecía que el libro tenía que empezar por lo más nuevo de su producción. Margarita es muy reconocida en el mundo de la danza pero lo que hizo en tecnología no es tan conocido. Y de ahí ir para atrás, porque todo esto viene de ese pasado de danza y biología que siguen vivos", asegura Torres. Las páginas recorren desde sus creaciones más actuales hasta los comienzos de Nucleodanza y su trabajo con los principales coreógrafos de la escena contemporánea de la década del setenta. 

Hay imágenes deslumbrantes y textos para leer con detenimiento. "Otra cosa que aparece en el libro es cómo hizo sus obras. Cuando veo una pieza suya siempre me pregunto ¿pero cómo la hizo, cómo llegó a ese resultado? Por eso cada obra reseñada tiene además de su ficha técnica un texto escrito por Margarita donde cuenta el proceso creativo", agrega. Son textos que revelan, por ejemplo, cómo Bali produjo Pizzurno pixelado, mapping realizado sobre la fachada del edificio del Ministerio de Educación con bailarines en vivo, cuerpos filmados y proyectados en una mezcla hipnótica de arquitectura, luces, mundo analógico y digital. También cómo creó Hombre rebobinado, una videoinstalación con ocho proyectores simultáneos sobre elementos escenográficos y con un intérprete en vivo. O cómo fue el origen de Acuario electrónico, construido con diez videoinstalaciones en una sala del Recoleta. Y antes aún, cómo fue el surgimiento de ese movimiento de danza renovador del que Bali fue parte. Para la artista, este libro supuso reconectar con su pasado y su historia. "Me gusta lo que hago. Nada es a pedido, es como seguir una pulsión. Se me van ocurriendo ideas y voy detrás de ellas. Disfruto mucho haciendo, me divierto, es como un juego. Tener mi propio estudio de danza me permitió sostener tantos años de trabajo independiente, solventar mi producción sin presiones externas", reflexiona. 

La primera edición estará disponible en bibliotecas públicas de la ciudad y en bibliotecas universitarias. En 2019 habrá otra para la venta en librerías. La presentación del libro contará con la proyección de su nueva obra, Escaleras sin fin, un videodanza de veinte minutos realizado durante la residencia con una beca en la Universidad de Washington en Seattle, Estados Unidos, a comienzos de este año. "Seattle es una ciudad ondulada con muchas escaleras de distintos tipos. Trabajé con 25 bailarines con la idea de reflejar cómo nos pasamos la vida trepando. Y todo lo que trepa cae. Hay una lucha por estar arriba. Las escaleras tienen una carga simbólica fuerte. En palacios, teatros, templos, pirámides, suponían ascensos de distintos tipos. En mi obra los personajes trepan de distintas maneras, con intenciones diversas", comenta. Y concluye: "Todo se retroalimenta, no estoy nunca del todo ni en lugar ni en el otro. Ahora estoy trabajando con Gabriela Prado, que fue parte de Nucleodanza, en un solo que hicimos en los '90, Doblar mujer por líneas de puntos, para reponerlo en octubre en el Festival de Danza de la Ciudad. Me doy cuenta cómo mi trabajo con la tecnología se filtra en esta versión: voy a proyectar imágenes de lo que estamos probando cuando retomamos una obra del pasado, los entretelones que son como los intersticios de la obra. Muchas veces no quedan y son muy interesantes".