La vida de Adriana Martínez se parece a una travesía sin mesetas. A un devenir de picos, descensos, adrenalina y desesperación que se le nota en el semblante. Temprano, su militancia en el Peronismo de Base en los setenta la obligó al exilio en 1976. “Me fui portando una niña, que aún tenía dos años”, contó a Página/12 en una nota anterior. Justo ella que, además de cantora, pianista y psicoanalista, era una médica que había servido --entre otras cosas-- para asistir el parto de Angela Urondo, hija de Paco y Alicia Raboy (ambos desaparecidos) y el de Flavia, hija del poeta Leónidas Lamborghini. Toda esa historia ya la relató (<https://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/.../3-39425-2016-07-13.html>), de la misma manera que otra arista de su travesía sin mesetas: la música. Tras diez años de cantar ópera de conservatorio, la cantora se pasó a la música popular y empezó a publicar discos. El primero fue uno autorreferencial llamado Exilios (2013). Dos años después llegó el volumen dos de ese disco. El tercero (Desexilio y amores) data de 2016. Y el cuarto salió hace un año: Mensaje. Ahora, para no detener este frenesí musical, le tocó el turno a Cálice, trabajo de raíz latinoamericana que Martínez presentará en público este miércoles 19 a las 21 en Cusca Risún (Pasaje San Lorenzo 365).

“Hago un disco por año y reúno allí las canciones que me han enamorado, Las razones de estos amores son varias. Las de Calice, específicamente, radican en la vivencia exacta del dolor de mi pueblo ante el avance del capitalismo feroz. Creo que Chico Buarque y Gilberto Gil, cuando hicieron este tema, también sentían este dolor”, enmarca ella. “Lo fundamental de haberla elegido como título para el disco es su cuestionamiento, y la interpelación al sistema que propone. Por supuesto, no pretendo que éste sea un pensamiento universal. Es solo mi verdad y mi sincero sentir”. Martínez grabó el disco en medio de un problema intestinal que la tuvo a maltraer. “Lo hice pensando que por ahí me moría”, asegura. Sinceridad brutal que también explica ciertas irregularidades en el sonido. Una cuestión que, más allá de la contingencia intestinal, la tiene sin cuidado.

“No comparto el criterio de que la grabación es excelencia técnica. Por el contrario, hay que intentar rescatar la emoción de la música en vivo. Tampoco creo en las demostraciones de virtuosismo técnico sin corazón. ´Lo más honesto es expresar tus sentimientos a través de la música que compuso otro´, decía Pau Casals, y yo lo comparto, tanto como la máxima de Miles Davis cuando afirmaba que el error era parte de la obra. La voz humana, quiero decir, es la forma más grande de entrega y para esto es necesario cantar no solo con todo el cuerpo, sino también con toda la historia de uno y desde su más profunda subjetividad”. Bajo tal paraguas, entonces, hay que escuchar la propuesta de la cantante que, en este caso, atraviesa quince piezas del acervo musical latinoamericano más un cierre de luxe: un minuto de Víctor Hugo Morales leyendo una partecita de Mujeres, último libro de Eduardo Galeano.