La actriz británica Judi Dench se convirtió en la estrella de la jornada en el Festival de San Sebastián, en la que destacaron el regreso del peculiar surrealismo del español José Luis Cuerda en Tiempo después y la atrevida propuesta del británico Peter Streckland In Fabric. Dench, que recibió el honorífico Premio Donostia, cautivó a la prensa con un alarde de humildad, al señalar que no se considera una una mujer poderosa y que nunca rechaza un papel en la gran pantalla. “No puedo atreverme a decir ‘no’ a nada, me siento halagada porque me elijan y no tengo tiempo para mí (...) 60 años después sigo siendo una actriz que busca trabajo y no me atrevo a rechazar un papel porque quizá no me vuelvan a llamar”, aseguró.

La actriz cautivó y también sorprendió con su último papel en Red Joan de Trevor Nunn, que se exhibió en el festival fuera de concurso y en el que encarna a Melita Nordwood, una espía británica que durante 40 años estuvo al servicio de los servicios secretos rusos y que no fue descubierta hasta 1999, cuando ya era una anciana. Un personaje que se sitúa en el lado opuesto al de su papel más popular, el de “M”, la jefa de James Bond en siete episodios de la saga –de Golden Eye a Skyfall–, con Pierre Brosnan y Daniel Craig interpretando al agente 007.

Dench develó que en los comienzos su sueño no era la actuación, sino convertirse en diseñadora de teatro. Pero al darse cuenta de que no iba ser buena, decidió seguir a uno de sus hermanos en escuela dramática. Eso la  llevó a la compañía Old Vic en 1957, donde permaneció hasta 1971 –le siguieron The National en Londres y la Royal Shakespeare Company en Stratford-upon-Avon–, dando vida a personajes shakespearianos (Ofelia en Hamlet, Julieta en Romeo y Julieta y Lady Macbeth en Macbeth) y ahí descubrió su pasión por el dramaturgo. “Shakespeare siempre ha sido mi pasión y ha sido muy importante”, aseguró. Aunque había pensado que no llegaría a trabajar en el cine –en un casting alguien le dijo que nunca haría cine “porque su cara estaba mal”–, debutó en 1964 con El tercer secreto y ahí empezó toda una carrera de aprendizaje que le valió un Oscar (por su papel de Isabel I en Shakespeare enamorado, 1999) y siete nominaciones, entre otros muchos reconocimientos (diez premios Bafta y un record de ocho premios Laurence Olivier) y nombramientos como la Orden del Imperio Británico en 1970 y el de Dama del Imperio Británico (1988). 

Durante su trayectoria, Dench trabajó en un sinfín de películas aclamadas por la crítica, dirigidas por realizadores de la talla de Stephen Frears, James Ivory, Kenneth Branagh, Franco Zeffirelli, Sally Potter, Clint Eastwood o Sam Mendes. Muy recordada es también su interpretación de la reina Victoria en Mrs. Brown, en cuya piel volvió a meterse en Victoria & Abdul en 2017. Otros de sus papeles destacados fueron el de la excéntrica Armande Voizin en Chocolat (2000), la novelista Iris Murdoch en Iris (2001); la empresaria teatral en Mrs. Henderson presenta (2005); una profesora conflictiva en Notas de un escándalo (2006) o una madre en busca de su hijo robado en Philomena (2013).

Con el de Dench, el festival entregó hoy el tercer y último Premio Donostia, después de que en los últimos días lo recogieran también el estadounidense Danny DeVito y el realizador japonés Hirokazu Koreeda. El toque de locura de la jornada lo puso el cineasta español José Luis Cuerda, que a sus 71 años recupera ese humor absurdo manchego bautizado como “surruralismo” de la película de culto Amanece que no es poco –de cuya aparición se cumplen 30 años– en la sátira futurista Tiempo después. En un futuro muy lejano (el año 9177), el mundo está reducido a un desierto en el que se alza un edificio habitado por “las fuerzas vivas” (los dirigentes y la población “normal”) que viven en un régimen de exhaustivo y minucioso orden y control hasta que la otra especie, la de los desempleados, que habitan fuera, intentan colarse en el mismo a través de un vendedor de limonada que quiere trabajar y desnaturalizar así su condición.       

Sin ser una secuela estricta, la obra, que se presenta en Sección Oficial pero fuera de concurso, rezuma el mismo espíritu surrealista de humor rural en el que se cuelan reflexiones filosóficas y versos de Lorca o citas de El Quijote de la Mancha, en una sátira arrolladora contra todas las ideologías y sistemas. Todo ello con un elenco coral de lujo, con Roberto Alamo, Blanca Suárez, Antonio de la Torre, Carlos Areces, Arturo Valls, Berto Romero, César Sarachu, Miguel Rellán, Dani Pérez-Prada, María Ballesteros y Gabino Diego, entre otros.

La otra propuesta surrealista llegó a San Sebastián de la mano del realizador británico Peter Strickland, que presenta a competición por la Concha de Oro In Fabric, una arriesgadísima película que mezcla terror y humor con una estética que se mueve entre el gótico vampiresco y romántico y una fotografía que conecta con la década de los 70. In Fabric, que fue recibida con sonoros aplausos, es la historia de un vestido con vida propia en unos grandes almacenes que al cambiar de manos va causando estragos entre sus dueños. Strickland lanza así una reflexión, aunque asegura que exenta de juicio, sobre el consumismo actual y la cadena cíclica de la ropa, que conecta con la cadena de la muerte. “El vestido mata de forma aleatoria, como hace el cáncer”, contó el realizador, que arrancó el  proyecto a partir de la visión que tenía de niño de esos grandes almacenes llenos de maniquíes de los que se imaginaba emanaban fluidos reales, como la sangre menstrual que da color al vestido rojo protagonista.  

La segunda propuesta a concurso presentada ayer en el festival fue Angelo, el segundo largometraje del austriaco Markus Schleinzer tras la provocadora Michael (2011), que cuenta la historia de un africano trasladado de niño y convertido en sirviente de la corte de la nobleza europea en el siglo XVIII. Pese a sus esfuerzos y los intentos de los otros por convertirlo en uno de los suyos e integrarlo plenamente en su sociedad, Angelo no puede desprenderse de su carácter distinto ni tampoco llegar a ser aceptado al cien por cien como un igual, remitiendo a un tema de plena actualidad como la inmigración.